Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 112
Capítulo 112:
«Me fue bastante bien. Voy a volver allí para tomar la inyección mañana por la mañana».
“Ah, entonces, eso quiere decir que…”.
“No estoy embarazada».
“Ya veo. Bueno…”, al decir eso, Osvaldo acercó a la chica y la besó.
“Aquí no”, susurró ella mientras la mano de su esposo apretaba su seno izquierdo, «Alguien podría ver».
“Voy a terminar rápido con Santiago. Mientras tanto, espérame en la habitación. Podemos jugar un rato antes de la cena», al decir eso, Osvaldo le guiñó un ojo a la chica, le dio un beso en los labios y se alejó.
¡Este hombre no se cansa! pensó ella, mordiéndose el labio y corriendo hacia la habitación.
Una vez en el dormitorio, la mujer se duchó, se cambió de ropa y optó por un vestido de tela suave, que no se arrugara con facilidad y se encontró pensando que era culpa de su esposo que se estuviera volviendo una p$rvertida.
Mientras lo esperaba, ella habló con Carolina.
«Carol, mi padre… Él me pidió algo y no lo voy a hacer.
Pero, en realidad no sé cómo hacérselo saber a Osvaldo”.
“¿Qué te pidió?”, preguntó Carolina, mientras comía un brownie. Ya la joven tenía la barriga grande.
«Bueno, quiere que seduzca a Osvaldo, para que baje la guardia y así él y otros, no sé quiénes, lo ataquen”
“¿Qué?”, gritó Carolina. Al rato apareció Máximo a su lado y le preguntó qué estaba pasando. Entonces, Emilia escuchó a su amiga decirle a su esposo que luego se lo diría, pero Máximo se quejó porque odiaba el te lo cuento después».
“Mi papá quiere que quede embarazada para así asegurar mi lugar como la madre del futuro señor. Tonny no puede asumirlo porque su madre no pertenecía a la mafia».
“Es una situación complicada, pero tienes que decírselo».
“¡Si mi padre se ve expuesto, también lo estará mi madre! ¡Será una desgracia!”.
En ese momento, Carolina suspiró profundamente.
“Mentir y omitir va a ser el peor camino que puedas tomar. Yo tuve desacuerdos con Máximo por eso y casi nos cuesta la felicidad. Sé que te gusta Osvaldo, así que cuéntale”.
En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió y Osvaldo entró, indicando que iba al baño y que regresaría en seguida.
“Está bien, pensaré en cómo hacer eso. Ahora me tengo que ir, ¡Muchas gracias, Carol!».
Osvaldo se duchó muy rápido y después salió del baño solo con una toalla. Emilia, por otro lado, se miraba en el espejo, arreglándose el cabello.
«Me encanta ese vestido», dijo el hombre, sonriendo con travesura. «Quítatelo”.
«Vaya…”, respondió ella sorprendida, mirándolo. En ese instante, ella decidió jugar con él. «¿Lo quieres usar? No creo que te quede bien, a pesar de que te gustó mucho».
De inmediato, Osvaldo la miró con la boca abierta, se acercó y besó el cuello de su esposa por detrás.
“Si, quiero usarlo. Para cubrir el piso mientras te penetro profundamente y te lleno de s$men, pequeña traviesa».
Más de treinta minutos después se bajaron, y Santiago supo por qué se había retrasado la cena. Emilia tenía los labios ligeramente hinchados y una hermosa marca en el cuello.
“¡No es bueno que comas delante de los pobres, hermano!”.
Al escuchar eso, la chica casi se tropieza, estaba muy avergonzada. Por otro lado, Osvaldo le dedicó a su hermano una mirada mortal.
“Papá, ¿Fueron a comer y no nos llevaste?» preguntó Bia.
Realmente, es un desconsiderado», dijo Santiago con una sonrisa maliciosa.
“¡Tu tío simplemente está bromeando!», respondió Osvaldo, y por la mirada de sus ojos, Santiago supo que era mejor no continuar.
«Lo siento, estuve mal. ¡Pensé que ya había comido porque tardó demasiado!», agregó Santiago.
Entonces, los niños dijeron: «Ah, está bien».
En ese momento, el rostro de Emilia todavía estaba Muy rojo, así que Osvaldo quería golpear a Santiago por haberla avergonzado de esa manera. Todos comieron y en cuanto los pequeños subieron a cepillarse los dientes con la chica, Osvaldo reprendió a su hermano.
“Te conozco y sé que te gusta bromear, pero, no quiero que vuelvas a hacer algo así, ¿Entiendes?”.
“Cálmate, Osvaldo, no pasó nada malo. Lo siento, ¿Sí? Hablaré con ella».
“No, no lo hagas»», dijo Osvaldo enfurecido. “No quiero que mi esposa pase nunca por ese tipo de situación, y mucho menos dentro de su casa, Santiago”.
En ese momento, los ojos del hombre brillaban de ira.
Santiago, por otro lado, esbozó una pequeña sonrisa “Me alegro de que tu matrimonio realmente esté funcionando”, comentó. «Intentaré controlar mi lengua. Y… si puedes, dile a Emilia que lo siento».
Emilia fue por su inyección al día siguiente y después se reunió con Jade para almorzar. Como los niños se habían ido de excursión con el colegio, estarían fuera todo el día. Por otro lado, Osvaldo estaba trabajando en algo serio, pero no compartía los problemas con su esposa. Aparte, Carolina y Máximo habían ido a la finca a pasar el resto de la semana.
Jade tenía lentes de sol puestos, incluso dentro del restaurante, «Esto no puede seguir así”, le dijo Emilia y Jade respiro hondo.
«Incluso aquí dentro tiene a sus secuaces para vigilarme”, respondió la chica sonriendo con amargura “Ni siquiera puedo ir a la estación de policía. Él incluso tiene a sus amiguitos allí. Por lo tanto, no funcionará”
Emilia sabía perfectamente que la organización tenía negocios con Marcelo, aunque él no formaba parte de La Cicuta. Y Osvaldo, teóricamente, no tenía poder sobre el para ordenar, como con los integrantes, sin embargo, Emilia ya estaba cansada de que Jade tuviera que esconderse.
Por otro lado, esta última tampoco sabía del tema mafioso de Emilia y los Herrera. Para ella, simplemente eran una familia poderosa y Osvaldo había tomado las riendas al frente de las empresas, como el hijo mayor. En realidad, Carolina no había dicho nada sobre el verdadero negocio familiar de la chica.
«Bueno, puedo intentar dar una pista anónima. ¿Qué te parece?”
«Bueno, puedes intentarlo, pero… tengo miedo de que falles, porque él me golpeará aún más fuerte”.
Jade no mencionó que dos noches atrás, Marcelo no se conformó con abofetearla, sino que intento obligarla a tener se%o con él. Por suerte, el hombre estaba demasiado borracho y no lo logró.
Sin duda alguna, él era el diablo en el cuerpo de un ángel, porque era sumamente atractivo. Aunque eso no servía de nada. Después del matrimonio de Máximo con Carolina, él la trató bien, fue cariñoso y Jade bajó la guardia. Pero después de eso, algo salió mal en los negocios y el hombre volvió a desquitarse con ella.
Posteriormente, en casa, mientras se preparaba para la cena, Emilia decidió hablar con su esposo.
“Oye, Osvaldo… ¿Puedes hacer algo por Jade?”
“¿Su esposo la golpeó otra vez?», preguntó él.
«Sí. Y en la cara, porque ella llevaba lentes de sol todo el tiempo. Eso es…».
«No puedo obligarlo a que se divorcie de ella», dijo Osvaldo y Emilia frunció el ceño.
“¿De verdad no hay nada que puedas hacer? Tú tienes poder y…”.
En ese momento, el hombre sostuvo el rostro de la chica y la miró profundamente.
“¿Acaso quieres que lo mate? ¿Es eso?», preguntó él y la mujer abrió mucho los ojos. «Porque eso es lo que me estás sugiriendo. De hecho, cuando alguien se interpone en nuestro camino y no podemos convencerlo de que se vaya, lo matamos. ¿Me estás pidiendo que lo asesine?».
Al escuchar eso, los labios de la joven temblaron. De ninguna manera, ella no pediría algo así. Ella no podía pedir que alguien fuera asesinado, pero al mismo tiempo, no quería dejar a Jade en esa situación.
Más tarde esa noche, Osvaldo estaba en la oficina hablando con su hermano por videollamada.
«Tendrás que volver a vigilar a Marcelo», dijo Osvaldo y Santiago se movió en su silla.
«¿Por qué?”.
En realidad, Santiago había dejado de vigilar a Jade porque había demasiados problemas con los envíos y no podía estar en todas partes, pero le había pedido a otro soldado que hiciera el trabajo. «¿Qué pasó?»
“Ese tipo sigue golpeando a su esposa, y esta vez en la cara. Tú sabes más que nadie que cuando se llega a ese punto, más siendo ellos figuras de la sociedad mexicana, se está perdiendo el control».
“¿Y puedo tomar las medidas que considere apropiadas?».
“Claro, puedes intentar que él le dé el divorcio. Los negocios con su familia siguen siendo buenos, pero si no puedes…».
La llamada finalmente terminó y Santiago tomó un sorbo de su whisky.
“Bueno, lo que crea que es apropiado…”, susurró el joven y sonrió de una manera que estaba lejos del hombre juguetón por el que muchas personas lo tomaban.
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