Capítulo 111:

Mientras esperaba ser atendida, Emilia estaba jugando con su celular. Como Carolina y Jade estaban ocupadas, no les dijo nada a ninguna de ellas. Osvaldo apenas había vuelto y ya tenía que resolver unos asuntos que requerían la firma del señor, así que la mujer tuvo que ir sola al médico.

Señora Herrera», dijo una enfermera y le sonrió, indicándole que era su turno. Entonces, Emilia se levantó de la silla y entró en un consultorio.

“Buenos días, Señora Herrera, soy la Doctora Gómez, yo la atenderé hoy”. Era una mujer con cabello oscuro, recogido en un moño apretado. Su piel estaba naturalmente bronceada y sus ojos eran oscuro, además llevaba unos lentes rectangulares.

“¡Buenos días, doctora! Yo… bueno, me acabo de casar y quisiera saber si estoy embarazada. De no ser así, entonces necesito anticonceptivos”.

Obviamente, la mujer sabía quién era Emilia Herrera y también sabía muy bien con quién se había casado la chica. ¿Cómo lo sabía? Pues, ningún médico pondría sus manos sobre la Primera Dama sin el respaldo del propio señor.

En realidad, antes de la boda, la joven fue a un médico, pero de confianza de su padre. Sin embargo, por orden de Osvaldo, Emilia no se sometió a un certificado de v!rginidad.

«Está bien, le haré unas preguntas y después voy a pedirle unas pruebas, ¿De acuerdo? De ese modo, veremos si hay un bebé en camino. Y si no, las pruebas nos ayudarán a elegir el mejor método anticonceptivo para usted».

“Yo… bueno, nunca he usado nada. Pero, escuchó que la inyección es buena».

“Si, la inyección es bastante buena. Usted estaría más relajada sobre cuándo aplicarlas, además le da muy buen control. Pero eso es todo, no lo olvide. Bueno, primero veamos los resultados de las pruebas y luego hablaremos de ello, ¿Sí?”.

“Está bien”, en realidad, a la chica le agradaba mucho la doctora, pues, era paciente, hablaba con calma, pero sin el tono de condescendencia que odiaba en ciertos profesionales. La Doctora Gómez no la hizo sentir como una idiota.

Primero que nada, Emilia se hizo un análisis de sangre y otro de orina. Entonces, esperó un rato y la doctora la llamó para el resultado.

Cuando llegó a casa, la joven fue recibida por los niños, que se morían de añoranza. Como los recién casados llegaron de madrugada, los niños se terminaron durmiendo y se fueron temprano a la escuela, así que no vieron a los dos adultos.

«¡Mami!, en seguida, Bía corrió hacia la chica y abrazo sus piernas, sosteniendo un papel en la mano. “¡Mira, mira!”

Tonny, por otro lado, sostenía la mano de Emilia.

«¡Hmm, a ver», a la chica le gustaba que la pequeña la llamara de esa manera. El niño todavía se resistía a llamarla así, ya que no había renunciado a que Emilia se convirtiera en su novia.

El dibujo era de ellos cuatro en un parque. Tonny estaba en el regazo de su padre y Bia, en el de Emilia.

“Oye, ¿No ves que el sol es muy grande?», preguntó el niño negando con la cabeza.

“¡Claro, el sol sí que es inmenso!», replicó la pequeña.

“Niños…”.

“Claro que es grande, pero está muy lejos de aquí, por eso tiene que ser pequeño en el dibujo».

“Tonny, ella está pequeña», dijo la mujer, y el niño de inmediato se quedó mirando fijamente a sus ojos verdes.

«Lo sé, lo siento mucho, Em”, replicó él y Emilia levantó las cejas porque no esperaba que le hablara de esa manera.

«Más respeto, Tonny”, la voz de Osvaldo resonó de repente detrás de ellos y los tres miraron en su dirección.

«Yo de verdad respeto a Em, papá”, replicó el niño y sonrió, con las mejillas rojas, «Tú eres muy bonita.

«Mira eso, es todo un galán como su tío”, dijo Santiago, quien apareció justo detrás de su hermano, y Tonny corrió hacia él al instante.

«¡Tío!»

“¡Ay, mi muchacho!”, exclamó el chico, tomando al niño en sus brazos, con una sonrisa de oreja a oreja, y agregó: “Yo sabía que eras un orgullo”.

“¿Cómo es posible que salgas corriendo a abrazar a tu tío y no a mí?”, preguntó Osvaldo, y Emilia apretó los labios para no reírse, «Hablo muy en serio. Y, además, Señor Tonny, déjame recordarte que Emilia es mi esposa. No vayas a ser como ese tío tuyo, haciendo este tipo de cumplidos a las chicas, ¡No!”.

“Osvaldo, él está pequeño”, intervino Emilia, y el hombre quiso decir que estaba educando al niño, pero al observar la mirada amable de su esposa, se mordió la lengua.

“¿Acaso eso no es un cumplido?”, preguntó Tonny, un poco confundido.

«Él no me hace cumplidos a mí”, exclamó Bia, haciendo un puchero y cruzándose de brazos.

“El tío sí lo hace, dijo Santiago, y añadió: «Eres verdaderamente hermosa, Bia Eso sí que va a ser un problema para tu padre. ¿Qué ocurre, hermano? ¿Acaso olvidaste que ella se convertirá en una mujer adulta algún día?». Mientras escuchaba eso, Osvaldo se quedó totalmente petrificado.

“Ni me lo recuerdes», dijo él, con la boca un poco torcida de disgusto.

“Sinceramente, hasta me da pena su pobre novio”, murmuró Santiago.

«¡Oye! ¡Bia no tiene permitido tener citas!”, exclamo Tonny, con el ceño fruncido.

«Como ya dije, pobre chico», repitió el joven, y después miró a Emilia para preguntarle: «¿Te hiciste algo en el cabello?»

Ante eso, la chica se llevó la mano al cabello automáticamente y sacudió la cabeza.

“No, ¿Por qué lo preguntas?».

“Mmm… no lo sé. Me parece que luces un poco diferente. Te ves aún más linda», el chico habló sin pensar y luego miró a su hermano con el rabillo del ojo para agregar: «Ah… debe ser el matrimonio lo que te hizo bien».

Ante eso, Osvaldo sonrió y tomó a Bia en sus brazos, acercándose a su esposa y besándola en la mejilla, cerca de sus labios.

“Sí, así es, mi mujer cada día está más bella. Esa es la verdad”, pronunció él, y luego miró fijamente a su hermano, Ya que sabes que el matrimonio es algo bueno, espero que pronto sigas el mismo camino».

“Ah, eso es todo, ya está por comenzar de nuevo…», se quejó Santiago y torció la boca con disgusto.

«¿Él tío también se va a casar? Entonces, ¿Voy a tener otra tía?, preguntó Bia, y agregó: «La tía Elizabete se fue”.

Al escuchar eso, a Osvaldo se le hizo un nudo en la garganta y Santiago entendió lo que sentía su hermano.

«¿La extrañas?», cuestionó Osvaldo, con la garganta Seca.

«No mucho. La verdad es que ella era mala», respondió Bia, y Tonny asintió.

En ese momento, Abigail llamó a los niños para que se ducharan y Osvaldo iría a la oficina con su hermano, pero primero le pidió a Santiago que lo esperara, ya que primero necesitaba hablar con Emilia.

“¿Como te fue con el médico?”, preguntó Osvaldo, lleno de expectativa. De hecho, él lo había pensado y, por mucho que quisiera disfrutar de tener a su esposa para él solo, le emocionaba la posibilidad de tener un bebe dentro de ella. Un bebé que él mismo había puesto allí.

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