Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 108
Capítulo 108:
Para pasar el tiempo y poder ocupar su mente, la chica se quedó con Bia y Tonny. Decidió que lo mejor era no contactar a Santiago, después de todo, si era necesario que ella supiera algo, él u Osvaldo se lo harían saber de una manera u otra. Ella realmente debía tener en cuenta que su esposo era el señor y no cualquier hombre. Él no era un simple soldado, sino el jefe.
Primero, vieron la película de Barbie, como lo habían prometido. Tonny se quejó al principio, pero no paso mucho tiempo antes de que rompiera el ceño fruncido y se divirtiera un poco. Sin embargo, él no se rindió, fingiendo indiferencia.
¿Acaso él sacó eso de su padre”?, se preguntó Emilia, divertida, mientras lo veía. La interacción de los dos niños fue bastante agradable, pero a pesar de las pequeñas peleas, era visible cuánto se amaban. Tonny, por su parte, era el típico hermano mayor protector.
Cuando Osvaldo finalmente llegó a casa, ya eran pasadas las nueve de la noche. Él estaba completamente exhausto. Después de haber lidiado con el hombre del cobertizo, tuvo dos reuniones, una con el señor de Cosa Nostra y otra con el señor de Yakuza. Al menos la segunda fue por videollamada, pero aun así lo agotó.
Su ropa estaba sucia, y él también, fue por eso que entró por la puerta de atrás. Él sabía que a esa hora los niños ya se habrían dormido, por lo que no tenía muchas posibilidades de encontrarse con los pequeños en el camino.
Al entrar en la habitación, no encontró ni rastro de Emilia. Entonces, fue al baño, ya quitándose la camisa y no la encontró allí tampoco. Dado que había entrado por la cocina, estaba seguro de que ella tampoco estaba en ese lugar.
Tal vez fue a la biblioteca, pensó él, y se metió en la ducha, girando la manija y dejando correr el agua caliente por todo su cuerpo, para relajar sus músculos.
Emilia podría frotarme la espalda… y dejarme chupar esos deliciosos pechos, pensó el hombre, sonriendo.
Cuando terminó de ducharse, se puso tan solo un pantalón de chándal y una remera negra, luego caminó por la casa buscando a su esposa, pero no la encontraba. En ese momento, los empleados ya se habían ido a dormir, excepto los guardias de seguridad, por supuesto. Ninguno de ellos había visto a la pelirroja salir de la casa.
«¡Qué diablos!”, exclamó él, pasando una mano por su cabello mojado.
Entonces, respirando profundamente, Osvaldo decidió ir a ver a los niños antes de volver a su cuarto a cambiarse y buscar a su esposa por todos lados.
Tan pronto como abrió la puerta de la habitación de Bia, él se sobresaltó un poco. La niña estaba aferraba a Emilia. Los dos se encontraban acostadas en la cama, abrazadas, durmiendo como dos ángeles.
Así, Osvaldo se acercó lentamente a las dos y las observó durante algún tiempo. Un libro infantil estaba al pie de la cama, se podía ver que se le había caído a Emilia. Ante eso, él sonrió.
Parecen madre e hija, así, pensó el hombre, y le habría encantado que así fuera. Honestamente, él quería que sus hijos fueran de Emilia. Ella era una muy buena mujer y estaba seguro de que sería una excelente esposa. En todos los sentidos posibles.
Luego, poniendo tranquilamente su mano sobre el hombro de la chica, comenzó a acariciarla suavemente para no asustarla. Unos segundos más tarde, ella comenzó a abrir los ojos y Osvaldo se llevó el dedo índice a los labios, indicándole que se callara.
De inmediato, Emilia miró a su alrededor y se dio cuenta de dónde estaba. Por lo tanto, con cuidado se separó de la niña, acostándola antes de levantarse.
Tras ello, Osvaldo besó a Bia en la frente y tomó la mano de Emilia, sacándola de la habitación de su hija.
«Pensó que te escaparías de mí», bromeó él, al tiempo que se dirigía a su habitación. La chica todavía tenía sueño, pero no pudo evitar notar su espalda. Su esposo se veía musculoso con esa camiseta, mostrando brazos fuertes. Entonces, recordo imágenes de sus momentos íntimos, con Osvaldo — encima y ella sujetando sus músculos mientras la
En ese instante, ella miró hacia abajo, sonrojada Luego, el hombre abrió la puerta del dormitorio y la sostuvo para que su esposa entrara. Sin embargo, notó que ella parecía avergonzada y sonrió.
Tan pronto como la puerta se cerró, el hombre la agarró por detrás, atrayéndola hacia él por la cintura.
«¡Oh!
Realmente aprecio que te lleves bien con los niños, pero preferiría haberte encontrado aquí en la habitación, en nuestra cama».
En ese momento, Emilia frunció el ceño.
«¿Ya estás listo para satisfacerte?», la mujer entrecerro los ojos y Osvaldo se apartó de ella y la giró hacia él.
«¿Qué?.
«¿Acaso quieres que te espere en la cama como una buena esposa?». La chica estaba molesta y él podía verlo, no era estúpido.
«Oh, no lo dije para ofender, Emilia. Simplemente quise decir que me gustaría verte cuando llegue a casa en lugar de correr por la casa pensando que te has ido».
«Yo no estaba donde no me pudieras encontrar!», respondió ella bruscamente y Osvaldo respiro profundo.
«De acuerdo, ¿Cuál es el problema? Tú no eres de la que patea así por nada».
«¿Patear? ¿Acaso me estás llamando caballo?”, preguntó ella y luego apretó los labios, sacudiendo la cabeza y dirigiéndose hacia el baño. Sin embargo, Osvaldo no la dejó cerrar la puerta con él afuera.
“Habla ahora”, dijo él, cruzando los brazos sobre el pecho. Tuve un día de mi$rda, Emilia. Así que, por favor, no trates de hacerme adivinar qué está mal. La verdad es que apesto en ese juego».
“No tienes que adivinar nada, ¡No sucede nada!”, respondió ella, mirando hacia la puerta. «¿Puedes salir? Me gustaría bañarme. Te puedes ir a dormir. Estás cansado, ¿No es así?».
En ese momento, el hombre estuvo tentado a dar la espalda y marcharse, pero respiró hondo. Apenas se habían casado. Entonces, se le ocurrió algo.
«¿Es porque salí en nuestro primer día después de habernos casado?», interrogó él. Y por la expresión de su rostro, supo que había acertado. Emilia, es mi trabajo. Tú naciste dentro de la mafia, ¡Sabes cómo funciona!”
Esa era una de las razones por las cuales los mafiosos se casaban con las hijas de otros mafiosos.
En teoría, ellas entenderían su negocio.
«¡Por lo menos pudiste haberme dicho! Pensé que te había pasado algo, además, no sabía si llamar o no a Santiago. ¡No me respondiste ni una vez! ¡Incluso cortaste mis llamadas!”, tras ello, la chica movió las manos en el aire, irritada. «Pero entonces, si llamo a Santiago, haces un berrinche y empiezas tu repertorio de cómo debo ser fiel y ¡Bla, bla, bla!».
Al verla comportarse así, Osvaldo apretó los labios. Él sabía que las palabras de su esposa eran pura ira, pero las encontró graciosas. Quizás era por su entonación. Sin embargo, sus ojos verdes estaban llorosos, así ya no le parecía divertido. Luego, se acercó a la mujer, pero ella dio un paso atrás y le dio la espalda.
Entonces, Osvaldo la abrazó con fuerza.
“Perdón. La verdad es que pensé que era mejor que no supieras lo que estaba haciendo. Después, el día estuvo muy ocupado y no estoy acostumbrado a hablar sobre mi paradero o lo que estoy haciendo”, al explicarle, Osvaldo la giró hacia él y la miró profundamente a los ojos. «Sé que parezco un loco celoso, pero, es que tengo que cuidar lo que es mío. Y yo conozco a mi hermano”.
«¿Santiago te traicionaría?”, cuestionó ella con seriedad.
En ese momento, Osvaldo la miró por un segundo y negó con la cabeza.
«No. El nunca haría algo así».
«¿Entonces quien lo haría? ¿Realmente es eso lo que estás insinuando?”, el tono de Emilia era serio y estaba lleno de agravio. «¿Acaso estás diciendo que yo te traicionaría?”.
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