Capítulo 107:

Aquella mañana, Emilia sintió un peso en las piernas y en la cintura. Entonces, abrió los ojos y vio a su esposo mirándola con una leve sonrisa en los labios.

Luego, él acarició su rostro.

“Buenos días, esposa», le dijo cariñosamente. «Vamos, vamos a bañarnos para poder desayunar».

En seguida, la chica se mordió el labio.

“Buen día. Está bien», respondió ella, pero cuando se sentó, sintió la incomodidad entre sus piernas. Antes de que la joven pudiera pensar más en ello, sintió los brazos de Osvaldo pasar por debajo de sus rodillas, atrayéndola hacia él, quien ya estaba de pie.

«Yo te ayudo», dijo él y el corazón de la chica latió más rápido. En ese momento, el cabello de Osvaldo estaba todo despeinado, algo que ella nunca antes había visto. Además, su torso estaba desnudo, así que cuando la levantó sobre su regazo, ella sintió su cálida piel contra la de ella.

“Muchas gracias, pero… pero creo que será mejor que..”, entonces, Emilia recordó que él no quería que se enamoraran, De hecho, ella ya pensaba que se estaba enamorando, pero estaba segura de que, si el continuaba, definitivamente se rendiría por completo.

Por otro lado, Osvaldo frunció el ceño al darse cuenta de que la mujer quería soltarlo. De inmediato, la acercó aún más.

«Si no te quedas tranquila, cariño, tendré que castigarte”, le susurró al oído.

«¿Y por qué eso no me suena mal?”, respondió ella en voz alta, sin creer que tuviera el coraje. Tras ello, la chica miró a los ojos a Osvaldo, quien sonreía a un lado.

El hombre la acompañó al baño y la colocó en la bañera, abriendo las llaves después. En ese punto, la cara de Emilia estaba toda roja.

“Sin duda alguna, el rojo te queda muy bien», dijo él con travesura, recordando cómo se veía ese color en su zona intima.

Entonces, Osvaldo entró en la bañera, completamente desnudo, mientras Emilia contenía la respiración.

¿El metió esa cosa dentro de mí? ¡Con razón me duele todo!, pensó ella, mordiéndose el labio. Aunque, en realidad quiero más.

«No te preocupes, te voy a dejar tomar un descanso.

No quiero estropear la diversión, ¿Verdad?», pronunció él con buen humor, relajado.

Al escucharlo, la joven no pudo evitar sonreír, pues, le gustaba esa faceta de él.

Luego, el hombre la ayudó a lavarse y no dejó pasar la oportunidad de acariciar sus sen%s, arrancándole g$midos. Tras ello, su mano bajó y ella lo detuvo.

«¿No puedo?», preguntó levantando una ceja.

«Es solo que…», de hecho, ella ni siquiera sabía que decir.

“Emilia, hice mucho más que tocarte. ¿No quieres que lo toque por vergüenza o porque te duele?”. preguntó él y ella se pasó la lengua por los labios, despertando más pensamientos impuros en Osvaldo.

Entonces, la joven respiró hondo antes de hablar.

“Si, me duele. Pero si sigues tocándome de esa manera, yo… voy a querer más”.

Honestamente, ella ya estaba sintiendo el fuego subiendo por su cuerpo desde que él comenzó a lavarla.

Al escucharla, Osvaldo la besó apasionadamente y bajó la mano, la cual su esposa ya no sostenía. De inmediato, ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se giró completamente para mirarlo, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura.

«Será incómodo aquí, para ti. Al menos por ahora”, dijo él dándole unos cuantos besos más en sus labios.

«Terminemos el baño y podemos seguir en la cama”.

La mujer asintió y dejó que Osvaldo la lavara. A decir verdad, aquella era una sensación extraña, pero al final él había hecho mucho más que tocarla, como señaló. Entonces, ¿Por qué no dejar que tuviera más acceso?

Ya limpios, él la llevó al dormitorio y la secó, excepto sus partes íntimas.

“Aquí te secaré con la boca”, comentó el hombre y se deleitó entre las piernas de su esposa.

En una de las rondas, el hombre llamó al servicio de habitaciones y pidió el desayuno.

Teóricamente, ellos debieron haber dormido allí y luego ido a su casa. No obstante, Osvaldo quería disfrutar ese tiempo a solas con ella.

Esto solo es un matrimonio arreglado, no lo olvides, se dijo a sí mismo. ¡Pero esta pequeña traviesa es un peligro!, pensó.

Por otro lado, Emilia estaba más que dolorida, aunque ho le importaba el ardor. De hecho, no podía sentirse satisfecha. Las sensaciones que Osvaldo provocaba en su cuerpo la volvían loca, queriendo mucho más.

Justo antes de la hora de la cena, salieron del hotel y se dirigieron a su casa. Los niños, por otro lado, estaban esperando la cena y ambos la abrazaron, queriendo llevarla a su habitación para jugar.

«¡Quiero ver una película de Barbie!», dijo Bia, pero, su padre intervino de inmediato.

«Hija, Emilia está cansada. Y mucho…”.

«¿Qué película de Barbie?», lo interrumpió la mujer y Osvaldo la miró alzando una ceja.

Entonces, los ojos de Bia brillaron.

El lago de los cisnes. Es vieja, ¡Pero me gusta muchísimo!».

Al escucharla, sonrió.

«¡Es una de mis favoritas!”, respondió ella. Por otro lado, Tonny hizo un puchero. «Y tú, Tonny, ¿Tienes alguna película en mente?».

En seguida, el niño esbozó una sonrisa al escuchar las palabras de la esposa de su padre.

«¡Los Vengadores!», pronunció él, lleno de entusiasmo,

“Bueno, podemos verla más tarde»

“¡Mañana!”, agregó Osvaldo. «¡Ya casi es hora de cenar! Así que mañana pueden divertirse después del desayuno”.

El día siguiente era domingo, por lo tanto, los niños no tendrían escuela, Pensando en eso, los pequeños se quejaron, pero aceptaron, después de todo, ¿Qué más podían hacer?

En ese instante, Osvaldo tomó la mano de Emilia y la llevó a su habitación.

“Puedes dormir aquí conmigo, pero también te he preparado otra habitación», dijo él indicando una puerta que estaba a un lado de su dormitorio. De ese modo, puedes tener tu privacidad y… todas tus cosas arregladas como quieras”.

«Muchas gracias», respondió ella. «Me va a encantar estar aquí contigo”.

Tras ello, el hombre tragó saliva. Los ojos de la chica, como los de un gato, lo atraían demasiado. Con eso en mente, el hombre se acercó y acarició las mejillas de su esposa, besándola.

Sin embargo, Osvaldo no profundizó el beso, simplemente la llevó a la habitación destinada para ella. La chica se sobresaltó al ver que todas sus cosas ya parecían estar allí.

«Mientras estábamos en el hotel, les pedí que fueran a buscar tus cosas», explicó él. «Espero que no te importe”.

En seguida, ella negó con la cabeza.

«Muchas gracias”.

Minutos más tarde cenaron y hablaron con los niños Emilia los acostó y después se fueron al dormitorio ella y Osvaldo.

«Vamos a bañarnos y a dormir”.

Estaba claro que no solo dormirían, de hecho, descansaron cuando el reloj marcaba más de las tres de la mañana. Sin embargo, antes de las seis, Osvaldo ya estaba levantado.

¿Hmm?”, refunfuñó Emilia cuando lo sintió levantarse.

De inmediato, Osvaldo besó su cabeza.

«Tengo que ocuparme de algunos asuntos. Duerme tranquila”.

Al escucharlo, ella no cuestionó.

Mientras tanto, abajo, Santiago lo esperaba. Al parecer él tampoco había dormido mucho, pues, tenía muchas ojeras.

«¿Acaso fuiste atropellado por un camión, hermano?”.

«Algo así», respondió Santiago. «Solo tuve una noche complicada. Trabajando para que mi querido hermano pudiera tener una noche de bodas tranquila”.

Osvaldo, por otro lado, se dio cuenta de que Santiago no parecía satisfecho, pero respiró profundo. En realidad, no iba a empezar una pelea allí.

En realidad, puede ser otra cosa que no tenga nada que ver conmigo y con Emilia, se dijo él. Ella es tan solo mía. Yo sé que Santiago nunca me traicionaría.

De verdad necesito controlarme. Ella ya es mía. Tan sólo mía, se repitió el hombre.

“¿Qué te trae por aquí tan temprano?”, preguntó él.

“Los rusos parecen estar algo incómodos con nosotros”.

“¿Cómo es eso?”, cuestionó Osvaldo, cruzándose de brazos.

“¿Te acuerdas de ese cargamento para los americanos? ¡Los b$stardos rusos de Tambovskaya se interpusieron en el camino!”, explicó el chico.

“¡Maldita sea! ¡Esos cretinos de San Petersburgo!, Quiero ver al responsable de la carga”.

“Está en el cobertizo ahora. Tan solo vine aquí para saber que hacer”.

“Yo voy a ir para allá”.

“Cálmate, te acabas de casar…”

“Emilia sabe muy bien cual es mi trabajo. Voy a buscar mis armas ahora”.

En el momento en que la chica se levantó, su esposo ya no estaba en casa y ni siquiera le contestaba el teléfono.

Era evidente. Algo muy malo estaba pasando.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar