Capítulo 106:

En ese momento, Osvaldo se levantó de la cama y caminó lentamente hacia Emilia. Luego, con cuidado, levantó la mano y le tomó la cara, acariciando su mejilla suavemente con el pulgar.

«De verdad eres muy hermosa, ¿Lo sabías?», preguntó él, con una voz diferente, como si estuviera en trance, y continuó: «¿Puedo besarte?».

Osvaldo estaba consciente de que el momento era bastante delicado para la chica, ellos se encontraban solos en una habitación de hotel, prácticamente sin ropa, ya que ella vestía tan solo una bata y él, una toalla que cubría nada más que de la cintura para abajo.

«Sí, puedes hacerlo», respondió ella en voz baja.

El beso comenzó ligero, con un roce de labios y algunos besos fugaces.

Entonces, el hombre pasó la lengua por los labios de Emilia, pidiendo paso, y ella se lo concedió. A pesar de querer hacerlo, él no tiró de ella por la cintura ni se acercó a la cama. Él tan solo colocó su otra mano en su rostro también. La joven fue quien puso sus manos en la cintura de su esposo.

Tras ello, los labios de Osvaldo se movieron por su cuello y luego él deslizó lentamente una de sus manos por su bata.

«¿Puedo?», preguntó, mordisqueando la base del cuello de su esposa, mientras apoyaba su mano en el cinturón de la pieza que llevaba puesta.

Ante eso, Emilia suspiró y dejó escapar un suave g$mido.

“S…sí”.

«¿Estás segura? En realidad, puedo detenerme, pero será doloroso para mí», pronunció él, mirando a los ojos verdes de la chica.

«Vamos a consumar el matrimonio», indicó ella.

Ante eso, las pupilas de Osvaldo se dilataron y sonrió mientras le abría la bata, manteniendo la mirada de Emilia.

«Simplemente, confía en mí, todo va a estar bien. Yo nunca te lastimaría», dijo , él.

«Confío en ti», respondió ella, y una de las manos de Osvaldo tocó su cuello y bajó a uno de sus sen%s, pasando por el pezón, lo que ocasionó que la joven gimiera suavemente. Un segundo después, él apretó el lugar y Emilia g!mió más fuerte.

Al escuchar eso, Osvaldo sonrió de lado y la besó en los labios, jugando Con los sen%s de su esposa y llevándola a la cama. Antes de acostarla, el hombre le quitó la bata por completo.

«Perfecta», dijo él, mirándola por completo, «Eres realmente perfecta, Emilia».

La chica se había rapado según el consejo de Carolina, pero cuando Osvaldo la acostó y la sujetó de las rodillas, sintió un poco de vergüenza.

«¿Qué pasó?», preguntó él.

«YO… es que, vas a mirar…».

«Oh, cariño, eso no es lo único que voy a hacer».

Después de decir eso, él sonrió y besó sus labios apasionadamente, asimilando todo y deseándolo. Cuando bajó por el cuerpo de su esposa y acarició sus pezones hinchados, ella soltó un grito y se tapó la boca, pero él la agarró de la mano y negó con la cabeza.

«Puedes gritar todo lo que quieras. Yo quiero escuchar, relájate, Emilia», pronunció él.

Entonces, volvió a besar sus pechos y comenzó a descender, más allá de su vientre. Besó los muslos de la chica y le abrió las rodillas, sonriendo.

«Ahh, Osvaldo…», susurró ella, mirándolo con los ojos entrecerrados.

«Todo es rojo. Todo está hinchado. Todo…», señaló él, y pasó la lengua, provocando más g$midos de Emilia, «¡Maldita sea, todo es dulce! ¡Qué v$gina tan caliente tienes!», dijo después.

De inmediato, volvió a pasa cuando le succionó el cl!toris, ella no pudo contener ni un g$mido.

«Aaah, para… Osvaldo yo… yo…”, exclamó ella, tratando de cerrar las piernas, pero él las mantuvo abiertas y continuó el castigo, mirándola a los ojos, y sonriendo levemente. En ese momento, Emilia sintió como si la estuvieran succionando y estrujando por completo, en una deliciosa tortura, hasta que la sensación de caída y, finalmente, de liberación, se apoderó por completo de ella.

Yo… ¡Estoy palpitando fuerte ahí dentro!, pensó ella, bastante sorprendida. Lo cierto era que nunca había logrado esa sensación en las pocas veces que se había tocado.

Así, Osvaldo pasó la mano por la mancha pegajosa y la lamió, luego trepó a la cama y se acercó a su esposa.

«Prueba un poco de lo deliciosa que estás», al decir eso, la besó y Emilia se embriagó de nuevo. Sabía algo diferente, pero ella no diría que estaba mal.

Mientras la besaba, el hombre acariciaba su costado, sus sen%s y después bajó para colocar nuevamente su mano en sus partes íntimas. Al poco tiempo, cuando sintió que la chica llegaría de nuevo al clímax, se quitó la toalla y se colocó entre sus piernas.

«Pero… ¡No!», exclamó ella, intentando apartarse y cerrar las piernas, «Eso no »

«Sí, por supuesto que encaja allí», replicó él, besándola y tomando una de las manos de la joven para llevarla a su miembro.

Al instante, los ojos de Emilia se abrieron y se sorprendió de cómo podía ser tan duro y suave al mismo tiempo. Era cálido. Sin embargo, sus dedos no se cerraron a su alrededor.

«Te prometo que la incomodidad no durará para siempre, ¿Está bien?», le habló él al oído, y agregó: «Tan solo relájate, confía en mí».

La chica pudo escuchar sus g$midos mientras ella apretaba sus dedos.

Entonces, él maldijo y movió las caderas de un lado a otro.

Una vez que estuvo de nuevo en posición, la besó y acarició, hasta que ella se rindió a su toque.

Cuando Osvaldo comenzó a entrar, Emilia refunfuñó un poco y cerró los ojos. De inmediato, él dejó de avanzar.

“Shh, tómatelo con calma», dijo el hombre, entrando y saliendo de ella, pero tan solo la punta para que ella se acostumbrara, mientras estimulaba su punto de placer con los dedos, «Entraré de una vez y me quedaré un momento allí, ¿Está bien?».

Ante eso, ella estuvo de acuerdo y él lo hizo. El dolor que sintió era insoportable, tanto que incluso vio estrellas.

“Ahh… me desgarraste. Dios mío…», dijo ella, y el aire salió rápidamente de sus pulmones. Entonces, Osvaldo esperó un poco, la estimuló de nuevo y finalmente se movió dentro de ella. Al principio, casi imperceptiblemente, luego más rápido.

Maldición, pensó él. ¡Esto es el cielo y el infierno al mismo tiempo!, se dijo a sí mismo.

El hecho era que ella parecía estar estrangulando su miembro con sus paredes tan estrechas. Todo lo que él quería hacer en ese momento era agarrar las caderas de Emilia y enterrarse de una vez, rápido, duro, viendo sus redondos sen%s balancearse con cada embestida. Pese a ello, se controló y cuando sintió que la Chica estaba más tranquila, comenzando a moverse con él, aceleró un poco más.

Las piernas de la mujer estaban envueltas alrededor de su cintura. Ella tuvo un pequeño clímax, pero uno muy ligero. Así, Osvaldo se dejó acabar dentro de Emilia, «Voy a salir”, advirtió él, sudando y tratando de recuperar el aliento. Luego de eso, la chica se sintió vacía, «¿Te duele mucho?», preguntó él.

Al instante, ella negó con la cabeza.

Después, el hombre la atrajo hacia su pecho y la besó en los labios.

«Te prometo que la próxima vez será mucho mejor. Esto tan solo va a mejorar, ¿De acuerdo?»

“Sí, está bien».

Así, los dos se acostaron, abrazados, y Osvaldo frotó la espalda de Emilia hasta que se quedó dormida. Él pudo haberla invitado a otro baño, pero pensó que era mejor hacerlo por la mañana.

Mientras tanto…

«¿Y entonces?».

“Sí, él ya está casado».

«¡Los Herrera se van a arrepentir de haberse metido en nuestro camino!»

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