Enamorado de mi ex esposa
Capítulo 1676

Capítulo 1676:

Los dos comenzaron a discutir de nuevo mientras Amber sonreía y sacudía la cabeza.

“Bueno, bueno. No se vayan. Quédense conmigo y charlen, pero no discutan más”.

Temía que se pelearan de nuevo. Si lo hacían, no sabía cuándo terminarían. Se arrepentía de no haberlos separado antes y decirles que fueran a diferentes horas. Si ese fuera el caso, no habrían discutido tanto ni le habrían provocado dolor de cabeza.

“¿Escuchaste eso? Amb dijo que dejes de discutir”.

Cole miró a Sergio con desdén.

Sergio respondió: “Dijo que tú dejaras de pelear. Solo cállate”.

Se bufaron entre sí y después se detuvieron. Luego de eso, Cole le acercó el regalo.

“Amb, mira. Te traje un regalo. Fue una sugerencia de mi madre; dijo que una mujer es propensa a tener dolor de espalda e hinchazón durante el embarazo, en especial en los últimos meses. Este masajeador fue diseñado específicamente para esas dolencias e hinchazón”.

Le entregó el regalo. Amber no había dicho nada; María se sorprendió, complacida y tomo el regalo.

“Oh, Señor Lara, es tan considerado. Planeaba comprárselo a la Señorita Amber cuando cumpliera cinco meses de embarazo. No esperaba que lo hubiera obtenido. ¡Qué fantástico! Ahora no debemos comprarlo”.

“Cole, gracias. Agradécele a tu madre por mí”, dijo Amber, agradecida y sonriendo.

Cole sacudió la mano.

“No es nada. Eres mi hermana menor y la ahijada de mi madre. Somos tu familia, así que debemos hacer esto por ti. Siempre y cuando te agrade”.

“Me gusta”. Amber asintió.

Cole quería decir algo más, pero Sergio se acercó y lo hizo a un lado.

“Muy bien, tu turno terminó. Me toca a mí”.

Aunque Cole estaba molesto, pensó que Sergio tendría algo para Amber, así que suprimió su enojo y desdeño mientras se alejaba. Amber sonrió, divertida y movió la cabeza.

“Amber, te traje esto especialmente para ti. Son toda clase de exquisiteces y hierbas medicinales que los aldeanos me dieron durante mi último viaje al campo. Incluso son difíciles de encontrar en las montañas y no pueden llevarlos a la ciudad. Escuché que son excelentes para preparar sopa y muy nutritivos para el cuerpo, así que te los traje”.

Sergio le dio una bolsa a María.

Esta la abrió y se sorprendió al instante.

“¡Dios santo! Estas son exquisiteces de alta calidad. La última vez que vi algo así, fue en mi ciudad natal hace treinta años. Después de que se convirtió en una ciudad, las montañas desaparecieron y no las volví a ver. Señor Collado, muchas gracias. Serán muy buenas para la Señorita Amber; le haré una sopa con estos ingredientes”, dijo María, sonriendo.

“Oh, no es nada. Los aldeanos me las dieron, pero no tengo como darles uso, así que las traje. Después de todo, ya tienes muchas cosas, así que no creo que necesites que te dé nada. Después de pensarlo, decidí traerte esto. Siempre y cuando te agraden; si se te acaban, puedo enviar a alguien al campo para conseguir más”.

“Muy bien; le diré cuando las acabe”.

María sonrió y llevó la bolsa a la cocina.

En cuanto al masajeador que llevó Cole, quedó a un lado. Después de todo, Amber no podía usarlo en ese momento. Sergio miró a Cole, que estaba de mal humor y le sonrió de manera provocativa.

“Mi regalo es útil, ¿No?”.

“¿De qué estás orgulloso?”, replicó Cole.

“Solo es útil ahora. Eso no significa que mi regaló no lo será en el futuro. Mi obsequio será útil en el futuro; no entiendes nada”.

“¿Y qué si será útil en el futuro? Lo que le regalé se puede comer. Le puedo regalar esas exquisiteces por toda una vida. ¿Puedes hacer eso con tu regalo?”.

“¿Quién dijo que no puedo? Cuando sea mayor, necesitara un masajeador para los dolores de cuerpo, así que los puede utilizar toda la vida”.

Los dos hombres discutían sin parar, rehusándose a admitir la derrota y parecía que pelearían de nuevo. A Amber le dolía la cabeza así que se apresuró a detenerlos.

“Muy bien, muy bien. Ambos regalos son geniales. Me gustan los dos y puedo usarlos toda la vida. Es suficiente. Dejen de discutir”.

“Amb, no es que quiera discutir, sino que este hombre es demasiado. Lo ignoré, pero volvió a provocarme”.

Cole señaló a Sergio, quejándose.

Sergio bufó.

“Si yo te estuve provocando, tú también lo hiciste conmigo. Si me ignoraras, ¿Estaríamos discutiendo?”.

“¿Entonces es mi culpa?”.

Cole lo miró con incredulidad.

Sergio bufó de nuevo, indicando que eso quería decir.

“Tú…”, respondió Cole, pero le sonó el teléfono, interrumpiéndolo.

No tuvo más opción que hacer un receso y sacarlo de su bolsillo. Cuando vio quien lo llamaba, su expresión se volvió conflictuada y salió afuera para contestar.

Amber lo vio y presionó los labios. Adivinó que quien llamaba era Daniela o la persona que la cuidaba. En el pasado, Cole nunca se alejó de ella cuando atendía llamadas si se trataba de un asunto de la compañía.

Solo se comportaba de esa manera cuando se trataba de Daniela. Había pasado mucho tiempo desde Año Nuevo y seguía sin resolver la situación, Amber sacudió la cabeza con impotencia.

Daniela debía tener cinco meses de embarazo en ese momento; en unos meses, nacería el bebé. Se preguntaba en qué pensaba Cole y si se casaría con ella.

¿En verdad planeaba dejar que ese niño cargara con el estigma de ser un hijo legitimo?

A Amber le brillaron los ojos cuando pensó en eso. La madre de Cole no sabía sobre eso todavía. Si él no tenía intención de otorgarle al niño una familia propia, le contaría a su madre de eso.

Después de todo, Cole estaba actuando de manera incorrecta. Odiaba a Daniela, pero aun así la obligó a tener a ese bebé. ¿Qué haría cuando naciera? ¿Abandonaría a Daniela?

¿Permitiría que el niño tuviera una identidad vergonzosa como hijo ilegítimo?

En cualquier caso, no importaba como mirara el asunto, el comportamiento de Cole no era justo y debía ser castigado por su madre.

Mientras pensaba en eso, de pronto escuchó que Cole levantaba el tono de voz y sonaba preocupado y sorprendido.

“¿Qué dijiste? ¿Se cayó?”.

Amber escuchó la palabra “cayó” y se preocupó.

“Cole, ¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a Daniela?”.

No le respondió; solo apretó más el teléfono, hablando con voz tensa a la persona del otro lado de la línea.

“Entiendo. Haz que el médico la examine. Volveré pronto”.

Después de cortar la llamada, se giró.

Aunque su expresión era indiferente, era evidente para todos que estaba de mal humor y preocupado.

“Amb, debo irme. Algo sucedió. Te visitaré la próxima vez”.

“Cole, respóndeme con honestidad. ¿Algo le sucedió a Daniela? Escuché que decías que se cayó. ¿El bebé está bien?”.

Amber apretó el teléfono y le preguntó, nerviosa.

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