Enamorado de mi ex esposa
Capítulo 1669

Capítulo 1669:

Después de bajar la olla, María miró a Amber, que estaba recostada en la cama.

Le preguntó con curiosidad: “¿Por qué se levantó la ropa, Señorita Amber?”.

Ella se rio, avergonzada.

“Solo quería ver si mi barriga había crecido. Leí en Internet que las mujeres embarazadas ven cambios en sus barrigas, así que quería revisar la mía, pero sigue igual”.

Julia y María intercambiaron miradas antes de comenzar a reír. Amber ladeo la cabeza, perpleja ya que no entendía qué era tan gracioso.

Después, María le explicó: “Señorita Amber, es normal que no vea cambios. El cuerpo de cada mujer es diferente, así que los cambios pueden variar. Algunas mujeres notan cambios visibles en sus barrigas después de dos o tres meses. Mientras que otras no notan diferencia hasta después de los cuatro o cinco. Debe ser de las segundas”.

Julia asintió de acuerdo.

“Es verdad. Cuando estaba embarazada de ti, me pasó igual. Incluso a los cinco o seis meses, mi barriga se veía como la de alguien que solo tenía tres meses de embarazo. Solo me veía embarazada cuando estaba a punto de dar a luz. No se veía demasiado”.

De manera sorprendente, su hija resultó ser igual a ella, por lo que estaba feliz y entusiasmada.

“Ahora entiendo”.

Después de escuchar su explicación, Amber asintió.

“Pensé que todas éramos iguales, así que cuando no vi un cambio en mi barriga, me preocupé de que hubiera algo malo con mi bebé”.

María se acercó a Amber y le acarició la cabeza con suavidad.

“No se preocupe, Señorita Amber. Esto es un hospital y los médicos y enfermeras la revisan a diario. Si hubiera algún problema, le habrían dicho”.

Amber presionó los labios.

“Debo estar pensando demasiado”.

“De ahora en adelante, no piense tanto ni se preocupe”. María sonrió.

Julia también asintió en apoyo a lo que dijo María. Amber la miró por un momento antes de desviar la mirada, incómoda.

“Entonces, cuándo esté a punto de dar a luz, ¿Mi barriga tampoco se verá grande?”.

Se tocó la panza.

“¿Eso significa que el bebé será pequeño cuando nazca? Si mi bebé es pequeño, ¿Será frágil? ¿Cuáles son las posibilidades de que sobreviva?”.

Se preocupó al pensar en eso.

Aunque María sabía cómo cuidar a las mujeres embarazas, nunca había tenido un hijo, así que miró a Julia para que la ayudara.

Esta se sentó y le respondió: “En comparación con los bebés normales, quizá sea un poco más pequeño, pero, siempre y cuando nazca después de los nueve meses, no habría ningún problema con su salud. Después de poco tiempo, tendrá el tamaño de un bebé común. No te preocupes, Amb. Cuando naciste, eras pequeña y roja y tu padre pensó que no sobrevivirías, pero los médicos le dijeron que no se preocupara y que te tratáramos como a un bebé de tamaño estándar. Los bebés pequeños se desarrollan con rapidez si tienen suficientes nutrientes. Después de un mes, eras como cualquier bebé”.

Habló con seriedad y su mirada reflejaba seguridad.

Amber sabía que su madre no le mentiría, así que asintió despacio.

“Entiendo, gracias…”.

Julia se apresuró a sacudir la mano como diciendo que no había necesidad de agradecerle.

Después, habló entusiasmada: “Amb, si tienes preguntas en el futuro, pregúntame. Te contaré todo”.

Amber presionó los labios de nuevo y no respondió. Julia se entristeció un momento, pero se apresuró a consolarse a sí misma.

‘Está bien, mi hija no está acostumbrada todavía. Me aceptara de manera gradual en el futuro’.

“¿De qué están hablando?”.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Jared entró con una bolsa.

Cuando vio a Julia, no se sorprendió y le asintió de manera amigable para saludarla.

Además, era consciente de que estaba visitando a su hija.

Julia se sintió halagada y aliviada de su iniciativa de saludarla. Amber le había permitido subir antes, pero Julia no se quedó tanto tiempo como ese día, así que no lo había visto.

Ya que pensó que él no esperaría que estuviera allí, se preparó para que le pidiera que se retirara. En cambio, la saludo, indicándole que le parecía bien que visitara a Amber.

Después, ella miró a Amber con amor maternal.

De pronto, Amber lo notó y tuvo miedo; entonces, se apresuró a bajar la cabeza para evitar hacer contacto con Julia. No se atrevió a mirarla demasiado ya que temía que, si lo hacía, se viera inmersa en su mirada e incapaz de liberarse de ella.

Además, sabía lo fascinante que era el amor maternal.

“Joven Amo Jared, está aquí”.

María era la única que no se había inmutado.

Cuando vio a Jared, le acercó una silla con felicidad.

Sin embargo, este no se sentó en la silla, sino en la cama. Colocó a Amber entre sus brazos y le besó el rostro. Aunque estaba acostumbrada a sus abrazos y besos cada vez que regresaba, siempre estaban solos.

En ese momento, María y Julia estaban allí. Entonces, se sonrojó y alejó al hombre mientras hablaba de manera avergonzada:

“¿Qué estás haciendo? Hay gente aquí”.

“Estamos casados, así que deja que nos vean”.

No le importaba; además; no había hecho nada más.

María se cubrió la boca y se rio con felicidad. Julia también observó a los dos con alegría. Era bueno que su hija hubiera conocido a un hombre que la amaba.

“Por cierto, ¿De qué hablaban antes?”, preguntó, entregándole la bolsa a María.

Esta contenía comida picante que Amber le pidió antes de salir esa mañana.

Jared no se lo permitió al principio, pero cambió de opinión cuando vio su mirada anhelante y accedió al final, María también dijo que los gustos de las embarazadas cambiaban de manera constante y que, si no podían comer lo que querían, seguirían pensando en eso, así que era aceptable que Amber comiera un poco.

Siempre y cuando no exagerara, no le haría daño. Entonces, después de salir del trabajo, regresó a la mansión y buscó salsa picante de allí.

Después de todo, no confiaba en la comida de otro lado. María tomó la bolsa y fue a la cocina. A sus platos les faltaba un poco de picante, así que se lo añadió.

Entonces, la única persona que podía responder era Julia. Repitió lo que Amber había hecho antes mientras reía. Amber estaba bastante avergonzada y bajó la cabeza. Después de todo, haberse colocado frente al espejo con la barriga expuesta parecía inmaduro y ridículo.

Cuando él la escucho, sonrió.

‘¡Mi dulce esposa! ¡Qué tierna que es!’.

Julia se quedó por media hora más y después se despidió. Después de todo, estaban esperando que regresara en Hospital Trinidad y Tadeo la necesitaba.

Aunque ir de un hospital a otro en un día era cansador, no se sentía así. Por el contrario, estaba feliz de haber podido ver a su hija y, cuando regresara, podía ver a su esposo. ¿Qué más quería en la vida?

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