Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1636
Capítulo 1636:
Una vez que se subieron al auto, Jared le pidió al chofer que subiera la temperatura.
Amber descansó la cabeza sobre su hombro y él se giró para mirarla.
“¿Tienes sueño?”.
“Solo un poco”, dijo en voz baja, asintiendo.
“Duerme entonces”.
La abrazó y dejó que descansara la cabeza en su falda, ya que así podía dormir mejor.
Amber en efecto tenía sueño, ya que no había dormido la noche anterior y, después del viaje al cementerio, ya no podía reprimir el sueño. En el momento en el que apoyó la cabeza, se quedó dormida.
El hombre la miró y sonrió. Luego, le acomodó la ropa, así podía dormir mejor. Una hora más tarde, regresaron al hospital, pero Jared no la despertó, sino que la llevó en brazos hacia la habitación. Al mismo tiempo, apareció Timoteo.
No había estado en el turno de la mañana, así que no sabía por qué la pareja había salido por su propia cuenta. Cuando lo vio con Amber en brazos, frunció el ceño.
“¿Salieron?”.
“Por asuntos de negocios”.
No elaboró, dejó a Amber en la cama y la arropó.
“No puede salir, no en su estado actual de salud”, lo regaño.
“Fue solo un viaje corto, estará bien. Era algo que tenía que hacer o la lastimaría aún más”.
Lo miró de forma apática.
Timoteo entendió el mensaje y se quedó callado, pero unos minutos después lo regañó a el:
“¿Qué hay de ti? Tu corazón no se ha adaptado bien a tu cuerpo. La llevas en brazos de esa forma y puedes ponerte en peligro”.
Jared se tocó el pecho.
“No siento nada y, además, no la sostuve durante mucho tiempo. De la entrada del hospital a la habitación, eso fue todo. Sé que me estoy recuperando bien, no soy tan débil”.
Timoteo levantó una ceja.
“Veo que tienes un buen entendimiento de tu salud. Bien, es tu cuerpo, solo cuídate”.
“¿Por qué viniste aquí?”, refunfuñó.
“Necesitas unos nuevos medicamentos”.
Se acomodó los anteojos.
“Deberías estar terminando tu última tanda, así que estos son nuevos para la nueva etapa del tratamiento. Cada etapa requiere medicamentos diferentes. Ahora quítate la ropa, necesito chequear tu ritmo cardíaco”.
Sacó un estetoscopio de la bata.
Colaboró con él y Timoteo le hizo el chequeo y tuvo más o menos una idea de la condición cardíaca. Sostuvo el informe médico y escribió algo. Al mismo tiempo, le dijo que se cuidara durante esa etapa del tratamiento y él escuchó en silencio.
Timoteo se marchó justo después. Jared se arregló la ropa y miró a Amber que estaba dormida.
“María”, dijo.
“Cuida de Hojita”.
“¿Va a trabajar, señor?”.
Jared negó con la cabeza.
“De momento no. Teo se está encargando de todo en mi ausencia. Voy a ver a esa mujer”.
Iba a ver a Tamara.
Los ojos de María reflejaron indignación, pero asintió.
“Por supuesto, señor. Estaré pendiente de la señora. Si ocurre algo, lo llamaré”.
Jared gruñó y salió. Tamara estaba encerrada en la habitación al final del pasillo, en el mismo piso.
Apenas Jared se acercó, el guardaespaldas saludó: “Señor”.
“¿Cómo está?”, preguntó Jared con seriedad.
“La he visto hace una hora. Estaba dormida”.
“¿Dormida?”.
Entrecerró los ojos y se burló: “¿En estas circunstancias? Que valiente”.
“Hizo una escena cuando usted y la señora estaban afuera, pero la inmovilizamos. Probablemente se cansó después de hacer tanto alboroto”.
“¿Qué hizo?”.
Entrecerró aún más los ojos.
El guardaespaldas se encogió de hombros,
“Quería ir al Hospital Trinidad y exigió ver a la señora. Dijo que no había mucho tiempo, pero la ignoramos. Temíamos que se hiciera daño para amenazarnos, así que la atamos y la dejamos sobre la cama. No tardó mucho en dormirse”.
“No sabe cuándo rendirse”.
El rostro de Jared reflejó disgusto.
“Abre la puerta”.
“Sí”.
El guardaespaldas presionó la cerradura y la abrió.
Jared entró a la habitación, que era mucho más pequeña que la de Amber. Lo primero que vio fue a Tamara acostada en la cama, atada y aún dormida. Luego, levantó el mentón hacia ella, entonces el guardaespaldas se adelantó para empujarla y despertarla.
La joven estaba un poco mareada al principio, pero en cuanto el guardaespaldas le dijo que Jared estaba allí para verla, se animó y se dio vuelta.
Cuando vio a Jared, se estremeció de emoción.
Intentó levantarse, pero las cuerdas estaban demasiado apretadas. Por mucho que lo intentara, no podía sentarse; se retorcía en la cama. Al final, Tamara se rindió. Resoplaba de forma continua, pero seguía mirando fijo a Jared.
“Por favor, tiene que salvar a mi padre, Señor Farrell”, suplicó, con los ojos llorosos.
Jared estaba de pie al final de la cama, mirándola con indiferencia.
“¿Quieres que salve a Tadeo?”.
Tamara asintió.
“Ya sabes el rencor que le guarda a mi esposa”.
Jared se rio.
“¿Y aun así deseas que lo salve? ¿Cómo? ¿Quieres que la convenza para que se realice la prueba y le done su riñón?”.
“Señor Farrell, sé que usted no va a hacer eso, pero sabe que es su verdadera hija. Sé lo de la enemistad, pero mi padre está en peligro. Ella es su hija y está obligada a salvarlo; él es su propio padre. ¿Está diciendo que lo dejaría morir? ¿Quiere que viva con culpa el resto de su vida?, preguntó.
Jared no se inmutó.
“No lo haré. Mi esposa es su hija, pero ¿Y qué? Eso no significa que tenga que donarle un riñón. No la ha apoyado ni un solo día en toda su vida y en múltiples ocasiones intentó matarla. ¿Qué te hace pensar que merece la ayuda de mi esposa? ¿Solo porque es su padre?”.
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