Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1583
Capítulo 1583:
Aun así, era consciente de que tenía que confiar en esa mujer por el bien de la familia porque Tomás no era bueno en la gestión de negocios. Tras pensar en ello, tenía que dejar a un lado cualquier renuencia a la hora de lidiar con ella.
“Ya llegaron”.
A María se le iluminaron los ojos al oír los pasos que provenían de afuera.
“Gran Señora Farrell, ese debe ser el Joven Amo Jared y la Señorita Amber”.
En ese momento, María volvió a dirigirse a ella como antes. En realidad, deseaba tratarla como lo solía hacer, pero era inapropiado después del divorcio de Jared.
Como consecuencia, tuvo que dirigirse Amber como Señorita Reyes durante un tiempo. Dado que se casaron de nuevo, al final pudo tratarla de joven ama.
“¿De verdad? ¡Estupendo!”.
Rosa estaba exultante cuando oyó el comentario de María, así que hizo que esta la llevara hacia la puerta para esperar.
Como era una caminata corta, la empleada accedió y la ayudó. Al lado de estas, Jorgelina puso los ojos en blanco al ver la escena. No podía entender el cariño que Rosa le tenía a Amber, hasta el punto de que la anciana se levantó para darle la bienvenida a esa joven mujer.
‘Qué fastidio’.
A pesar de sus quejas en silencio, se puso de pie y la siguió hasta la entrada.
Sería inapropiado que se quedara sentada si su suegra iba a recibir a los invitados.
“¡Ya están aquí!”.
A Rosa se le dibujó una sonrisa al ver las cuatro figuras que se acercaban. No obstante, dejó de sonreír al ver a su nieto mayor.
“María, ¿También ves a Jared en una silla de ruedas?”.
La empleada asintió con la cabeza.
“Es verdad. El joven amo está en una silla. ¿Qué sucedió?”.
No podían creerlo.
Amber vio a Rosa y a María en la puerta, pero sintió ansiedad ante la idea de reunirse con la familia. No sabía cómo se los explicaría cuando vieran el estado de Jared; tampoco estaba segura de sí se molestarían con ella.
‘Creo que se enfadarán conmigo, dado que soy la razón por la que su adorado nieto esté en una silla de ruedas’.
Al sentir la angustia de Amber, él se echó hacia atrás para acariciarle la mano.
Amber forzó una sonrisa como respuesta, entre tanto se acercaban a Rosa y María.
Antes de que pudieran saludar a las personas mayores, Jorgelina grito: “¡Oh, Jared! ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás en una silla de ruedas? ¿Estás herido?”.
Amber apretó el agarre sobre los mangos de empuje, mientras que Rosa y María miraron a Jared de forma dubitativa. El rostro del hombre se ensombreció.
“Podemos hablar de esto más tarde. Entremos primero, hace frío afuera”.
“Sí, él tiene razón”, asintió Rosa.
“Amber, llévalo adentro. No se queden aquí por mucho tiempo”.
“De acuerdo”, respondió y lo llevó hacia la sala principal.
María ayudó a Rosa, entretanto seguían a la pareja, pero Jorgelina esperó afuera a Tomás, le daba pena verlo cargar con muchos paquetes.
“Cielos, ¿Por qué has traído todo tú solo? Regresaste de un campeonato hace poco, deberías estar descansando. ¡Qué tonto! ¿Por qué saliste a traer tantos regalos? ¿No son pesados?”, refunfuñó y se arremangó para ofrecerle ayuda.
Tomás al final pudo secarse el sudor de la frente mientras sonreía.
“Madre, estoy bien. Son livianos”.
La mujer resopló y puso los ojos en blanco.
“Entonces, ¿Por qué estás sudando? Vaya, ¿Por qué no le pides a una sirvienta que los lleve? Muchacho testarudo”.
“No son muchos, de todos modos”.
No le importó.
Jorgelina se frustró porque su hijo no la entendió.
“Está bien, está bien. Terminemos con esto y dime, ¿Qué le sucedió a Jared? ¿Por qué está en una silla de ruedas?”, le preguntó la mujer en voz baja.
Por miedo a que le hicieran la misma pregunta, Teo se deslizó rápido al lado de ellos. Ella lo miró antes de enfrentar a Tomás de nuevo.
“Apúrate, dime”.
“¿Qué se puede decir? ¿Acaso no sabes que lo sometieron a una intervención quirúrgica hace poco?”.
Le tocaba a Tomás sorprender en ese momento.
La mujer negó con la cabeza.
“No, no nos hemos enterado de eso”.
“¿Eh? ¿No les informó?”.
Jorgelina hizo una mueca de enfado.
“Solo está interesado en Amber desde que volvieron. Se ha olvidado de su familia”.
“No digas eso. Supongo que no quiso preocuparlos”.
El muchacho se encogió de hombros.
Jorgelina, que estaba enfadada, se tocó la cabeza.
“Mejor dicho, creo que no quiso decirnos. Solo somos unos extraños para él”.
“Madre, ya basta”.
Su paciencia se estaba acabando.
“Sé que no te agrada Amber, pero no puedes culparla por todo. Si sigues comportándote así, no podrás llevarte bien con ella. Déjame recordarte que no es la Amber de antes, sino que ahora es una persona totalmente nueva. Si peleas con ella, saldrás perdiendo”.
Tras decir eso, alcanzó a Teo y la dejó atrás.
Dado que nadie se preocupaba por ella, pisó fuerte de la frustración.
“¡Qué ridículo! ¡No es más que otro tonto a quien le agrada esa mujer!”.
En la sala, Amber repartió enseguida los regalos al ver que Teo y Tomás llevaban los paquetes. Algunos suplementos y ropa eran para Rosa y María, mientras que los atuendos deportivos, las zapatillas y un balón de básquetbol eran los regalos para Tomás.
A él le gustó ese par de zapatillas porque tenían la firma de su ídolo. Siempre había querido unas, pero no podía conocer a su persona favorita y las zapatillas firmadas que había en el mercado también estaban agotadas.
Aunque era el segundo hijo de la Familia Farrell, no logró conseguirlas en la preventa, así que recibirlas de Amber superaba todas sus expectativas. Fue una coincidencia que ella también pudiera conseguirlas.
Su amiga de la misma universidad los vendía por casualidad debido a que necesitaba con urgencia el dinero. Vio el puesto sin querer y los compró; pensó que a Tomás le encantarían.
El entusiasmo en la mirada del muchacho demostró que había tomado la decisión correcta.
Además de Tomás, Jorgelina también recibió un juego de joyas. Debido a la antipatía que le tenía Amber, ese simple regalo lo había comprado en una joyería cualquiera.
No era ni costoso ni económico, lo que no dejaba a Jorgelina ninguna oportunidad para ser quisquillosa, aunque no le gustara.
En realidad, no le gustó para nada. Por un lado, su precio era decepcionante; supuso que le había comprado un juego de joyas económico porque la despreciaba.
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