Enamorado de mi ex esposa
Capítulo 1570

Capítulo 1570:

Jared negó con la cabeza y volvió a apoyarse en el cuello de la mujer; la besó y mordió. Aunque no podía hacer eso que quería con ella, le apetecía besarla.

“No”, respondió con voz grave.

Amber miró el techo mientras dejaba que el hombre la besara.

“Tienes que hacerlo. Creo que tu abuela nos pedirá que volvamos a la antigua mansión y le hagamos compañía. Como es Navidad, no podemos rechazarla. ¿Cómo vamos a explicarle tu estado?”.

“Le diremos la verdad”, respondió.

“¿Estás seguro?”, dijo sorprendida.

“Si”.

“Pero…”.

“No te preocupes. Mi abuela no es una persona frágil”.

Jared esbozó una sonrisa.

“Si se lo hubiéramos dicho antes, es probable que no lo hubiera aceptado. Sin embargo, como ahora estoy bien, estoy seguro de que entenderá. No hay de qué preocuparse. Además, creo que es una buena idea decirle la verdad; al menos, estará tranquila sabiendo que no habrá problemas con mi corazón en el futuro”.

“Tienes razón”, asintió al verlo tan sensato.

“Se lo contaremos, entonces”.

También podía aprovechar la ocasión para disculparse con Rosa, pues casi provocó que su nieto perdiera la vida.

“Se lo contaremos a los doctores tres días antes y no iremos al hospital por un tiempo. Supongo que estarán de acuerdo”, continuó con incertidumbre.

“Seguro que sí”, respondió Jared con la cabeza agachada.

“De hecho, ahora estoy bien; es solo que mi herida no ha cicatrizado y mi corazón sigue un poco inestable. Por eso no me pueden dar el alta todavía; sin embargo, podré salir del hospital por un par de horas”.

“De acuerdo”.

Amber se tranquilizó.

De repente, sintió que el estómago se le revolvía y comenzó a sentir malestar; se volteó de inmediato y empezó a tener arcadas. Jared se puso ansioso y no tardó en revisarla; ella sabía que se preocuparía, así que cuando se sintió un poco mejor, se dio la vuelta y lo detuvo.

“No te muevas. Estoy bien”.

A Amber se le llenaron los ojos de lágrimas, lo que demostraba que el incidente le había causado cierto malestar.

“¿Qué te sucede?”, preguntó preocupado.

“¿Por qué tienes arcadas de repente?”.

Amber volvió a acostarse en la cama y sacudió la cabeza.

“No lo sé; sentí un malestar en el estómago. Quería vomitar, pero no pude hacerlo. De todos modos, ahora me encuentro mucho mejor; supongo que debe ser porque lo que comí más temprano no estaba en buen estado”.

“En ese caso, deberíamos llamar a un doctor para que te examine”.

Mientras Jared hablaba, extendió la mano y pulso el botón que había junto a la cama.

Amber quiso detenerlo, pero ya era demasiado tarde.

‘Olvídalo; dejaré que un doctor me examine. Si me niego, este hombre nunca se quedará tranquilo. En cualquier caso; ambos lo estaremos tras el examen. Si tengo una enfermedad contagiosa, puedo someterme a un tratamiento de inmediato y asegurarme de que él no se infectará’.

“Aquí tienes agua”.

Jared tomó un vaso de la mesa y se lo paso.

“Gracias”, respondió luego de incorporarse en la cama.

En ese momento, le causó gracia la situación; se suponía que ella tenía que cuidarlo, pero en ese momento era al revés.

Después de beberse el agua de un trago, suspiro: el hombre tomó el vaso y volvió a dejarlo donde estaba, pero continuaba preocupado.

“¿Cómo te encuentras ahora?”.

“Estoy bien”, respondió sonriendo.

“Ya no siento ninguna molestia en el estómago, ni tengo ganas de vomitar otra vez”.

Al oír eso, Jared se tranquilizó un poco; sin embargo, continuaba preocupado. Hasta que el doctor la examinara y les diera una explicación detallada, no se sentiría aliviado.

“Primero me levantaré de la cama; es inapropiado que el doctor venga y me vea acostada contigo”, explicó Amber; luego, levantó el edredón y se puso de pie.

Jared quiso decirle que no era necesario que hiciera eso, pero sabía que siempre se preocupaba por lo que los demás pensaran de ella, por eso guardó silencio. A continuación, la mujer se colocó el abrigo y se sentó en una silla, esperando al profesional.

Después de esperar varios minutos, vio que un doctor entraba corriendo a la habitación; se sorprendió porque lo conocía: era Timoteo.

“¿Sigues trabajando?”.

“Hoy me toca el turno nocturno. Mañana tendré el día libre”, respondió Timoteo mientras se acomodaba los anteojos.

Luego, miró disgustado a Jared.

“¿Qué te sucede esta vez?”, preguntó como si el hombre siempre estuviera causando problemas.

A Jared se le desfiguró el rostro; si no fuera porque tenía que dejar que Timoteo revisara a Amber, le habría dado una lección.

‘¡¿Cómo se atreve a ser tan grosero conmigo?!’.

“No soy yo: es Hojita”, contestó serio mientras levantaba la barbilla en dirección a la mujer.

Cuando Timoteo se dio cuenta de que era ella quien necesitaba ayuda, su actitud cambió. Sin vacilar, se acercó y le habló de manera gentil.

“¿Qué ocurre?”.

Al verlo, Jared apretó los dientes; si no fuera porque sabía que el doctor no se enamoraría de Amber, no permitiría la presencia de aquel hombre en el hospital.

“Estoy bien”, respondió mientras sacudía la cabeza.

“No se preocupe por lo que dijo Jared”.

Con una mirada divertida, miró a su novio y continuó: “De repente sentí un malestar en el estómago y empecé a tener arcadas, así que el llamó a un doctor. Ya estoy bien”.

“¿Arcadas?”.

Timoteo levantó una ceja.

“¿Qué comiste por la tarde?”.

Después de pensar un momento, Amber enumeró los alimentos que había consumido.

“No hay nada malo en lo que has ingerido, así que es probable que haya un problema con tu sistema digestivo. Vamos a hacerte un control”, explicó el doctor mientras la miraba fijo.

“¿Es necesario?”, pregunto.

“Como no creo que la comida haya sido un problema, no puedo deducir qué ha causado tú malestar. Por lo tanto, tenemos que hacer un examen completo de tu sistema digestivo”.

Timoteo se metió las manos en los bolsillos.

“Hazlo; de lo contrario, no podré estar tranquilo”, dijo Jared.

Ya que él lo había dicho, Amber no podía rechazarlo.

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