Enamorado de mi ex esposa
Capítulo 1556

Capítulo 1556:

Justo entonces, se escucharon pasos de alguien que llevaba tacones en el pasillo.

Al ver que la mujer estaba sentada en el banco, Rita la llamó: “¡Madre!”.

Pronto se dio cuenta de que Amber estaba de pie frente a Julia, por lo que su expresión se ensombreció al instante.

‘¿Por qué están juntas? ¿De qué hablan?’.

Temerosa de que se descubriera su secreto, se apresuró a acercarse.

“Madre”, Rita.

Al ver a su hija, la mujer rápido se secó las lágrimas y forzó una sonrisa.

“¿Por qué llegas tan tarde?”.

“Había un embotellamiento en la carretera, por eso llegué tarde”, contestó y le entregó la bolsa que llevaba en la mano.

“Te traje un poco de comida, así que come”.

“De acuerdo”.

Julia tomo la vianda.

Luego, Rita miró a Amber y de forma deliberada caminó en frente de ella. Ya que sus tacones la hacían verse más alta que la otra joven, bloqueó completamente la visión de Amber. Como esta ya no estaba mirando a Julia de manera directa, Rita se sintió aliviada.

Entretanto la miraba, forzó una sonrisa y la saludo: “Hola, señorita Reyes”.

Amber la miró con indiferencia.

“No tienes que sonreír si no quieres. Nadie te obliga a hacerlo”.

Amber la dejó expuesta sin contemplaciones, por lo que Rita enseguida se mostró avergonzada. No obstante, criarse con los García le dejó muchos aprendizajes y lo que aprendió fue a controlar sus expresiones.

Pronto, se recompuso y mostró su expresión de siempre mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja antes de disculparse: “Discúlpeme por haberla hecho sentir incómoda por mi expresión de hace un momento, Señorita Reyes”.

Amber puso los ojos en blanco y no se molestó en prestarle atención. Tras decir eso, se dio vuelta para marcharse; sin embargo, Rita la detuvo.

“¿Por qué está aquí? He oído que se fue al extranjero con el Presidente Farrell”.

La mirada de Amber se ensombreció, entonces se detuvo; giró y respondió: “¿Acaso no puedo volver después de salir del país? Surgió algo, así que regresé. Además, no estoy acostumbrada a la comida de afuera, por lo que no me he estado sintiendo bien. Pasé por el hospital para que me examinaran, ¿Hay algo malo en eso?”.

“Por supuesto que no”.

Rita sonrió.

“Pero usted está en el Departamento de Nefrología. No debería estar aquí si va a hacerse un control”.

Amber entrecerró los ojos.

“¿Qué estás tratando de decir exactamente?”.

Rita esbozó una sonrisa, se acercó a ella y dijo en voz baja: “No me importa lo que hace aquí, pero solo tengo una petición y es que no aparezca frente a mis padres. Espero que pueda acceder a eso”.

“¿Eh?”.

Amber elevó las cejas y se sintió intrigada.

“¿A qué se debe eso? Acabo de darme cuenta de que te sientes bastante intimidada por el hecho de que me presenté delante de tus padres. ¿Hay alguna razón para tu petición?”.

Sorprendida, Rita parpadeó como si no se atreviera a mirarla a los ojos.

“Es muy graciosa, Señorita Reyes. No tengo miedo de que aparezca frente a mis padres, solo me preocupa que se pongan sentimentales cuando la vean, nada más”.

“¿De verdad?”.

Amber volvió a elevar las cejas.

“Sin embargo, me cuesta creerlo. ¿Por qué evitas mirarme si no estás mintiendo?”.

La Señorita Reyes entrecerró los ojos y la miró con desconfianza. Rita ya se sentía culpable y, al ver que Amber la escudriñaba, se puso aún más nerviosa antes de darse vuelta de forma abrupta.

“Señorita Reyes, está dándole demasiadas vueltas al asunto. No estoy mintiendo. De todos modos, espero que acepte mi petición. No querrá salir lastimada aquí, ¿Verdad? Sé que usted y mis padres se guardan rencor, así que no puedo garantizarle que no le harán daño si la ven, sobre todo cuando la vida de mi padre está llegando a su fin en este momento. Si no quiere que él la mate, por favor prométame que no volverá a aparecer frente a ellos”.

Tras decirle eso, ignoró a Amber y ayudó a Julia.

“Madre, entremos a verlo”.

“Si”.

La mujer no escuchó lo que Rita le había dicho a Amber antes. Supuso que su hija pensaba que la Señorita Reyes la había intimidado hacía un rato, por eso se confrontaba a ella. Julia se puso de pie lentamente con la ayuda de Rita y luego se dirigió hacia la habitación.

Por alguna razón, la Señora García se dio vuelta de forma abrupta después de dar algunos pasos para mirar a Amber. Al percibir los movimientos de su madre, Rita también giro. Al instante, sintió celos, odio y preocupación al notar que Julia estaba mirando a Amber.

“¿Qué estás mirando, madre?”.

La miró fijo.

Tras desviar la mirada con culpa; Julia movió la cabeza.

“N-nada…”.

Rita resopló con suavidad y no la codeó.

Amber sin duda captó todos los movimientos y expresiones de Julia hacía un momento, lo que le hizo sentir una sensación indescriptible. Sin embargo, no pensó demasiado en ello y entró a un consultorio.

El médico era el director del Departamento de Nefrología y también atendía a Tadeo, así que Amber entró allí y preguntó por el estado del Señor García.

Le informaron que el paciente presentaba un fallo multisistémico y, aunque encontrara un riñón compatible, su cuerpo no soportaría un trasplante, por lo que solo podía resignarse a aceptar pronto la muerte.

Al oír aquello, Amber comprendió por fin por qué Julia lloraba de manera desconsolada.

Tras despedirse del médico, se dirigió al pabellón de Jared. Por el camino, iba un poco despistada; no dejaba de pensar en el hecho de que Tadeo estaba cerca de su final y no podría vivir mucho tiempo.

Lógicamente, debería alegrarse de saber que el hombre iba a morir de verdad. Incluso debería saltar de alegría y exclamar que se merecía el castigo, pero, por alguna razón, no pudo alegrarse.

Se sintió muy frustrada y angustiada, hasta el punto de que los ojos de la joven se tornaron brillosos. Cuando se tocó el rostro, se dio cuenta de que le habían caído lágrimas. No se sentía nada bien.

“¿Estoy llorando por Tadeo en este momento? Debo estar desquiciada”.

Amber se secó rápido las manos y los ojos, y se negó a aceptar que acababa de llorar por ese hombre. En su opinión, derramar lágrimas por un enemigo era vergonzoso.

Tal vez era la única persona en el mundo que lloraría por la muerte inminente de su adversario. Si su padre lo supiera, quizás se enfadaría con ella. Tras respirar hondo, Amber se secó el rostro y reprimió esos sentimientos encontrados antes de volver al pabellón de Jared.

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