Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1555
Capítulo 1555:
“Le di instrucciones a Teo que instalara cámaras de vigilancia en la casa del Señor Lombardo para que podamos, junto con la policía, ver su interacción en tiempo real desde aquí”, le explicó con un tono un tanto evasivo.
“¡Eso suena excelente!”.
Aplaudió, emocionada.
De repente, frunció el ceño cuando una idea cruzó su mente.
“El Señor Lombardo y su esposa han estado haciendo un escándalo en la Compañía Paradigma y en el Grupo Farrell estos días. Exigían vernos y si no hubiera sido por los guardias de seguridad que estaban en la entrada, habrían irrumpido en el edificio de inmediato. También escuché que están planeando hostigar a la abuela en la residencia Farrell, Aun así, menos mal que Teo es lo suficientemente experimentado y que envió a algunos guardias a patrullar afuera de la residencia para prevenir que la pareja hostigara a la abuela”.
“Teo me contó sobre esto también. No te preocupes, esos dos solo son unos ridículos. No podrán causar problemas durante mucho tiempo. Estoy seguro de que el Señor Lombardo y su esposa son culpables. Aún no hemos reunido pruebas, pero jura que él sabe todo y lo divulgará esta noche. Una vez que lo haga, su familia se reunirá en prisión”, pronunció Jared con calma y con los ojos entrecerrados.
Amber esbozó una sonrisa; luego, tomó un hisopo y lo mojó en un vaso de agua. Acto seguido, se lo pasó por los labios para humedecerlos.
“Muy bien, se acabó el tiempo. Deja de hablar porque tus labios están muy secos”.
Él hizo una mueca de enfado y dijo en un tono disgustado: “¿Ya se acabó el tiempo?”.
Amber se rio entre dientes.
“Por supuesto. Solo tenemos diez minutos, ¿lo recuerdas? Ahora tengo que irme”.
Tras decir aquello, lo arropó y se dirigió hacia la salida bajo la mirada disgustada del hombre. Apenas pasó por la puerta, se dio vuelta para mirarlo y, como era de esperar, se encontró con una expresión sombría. Resultó que la había estado observando sin apartar la vista un segundo.
Al ver que los ojos de Jared reflejaron reticencia, la joven se sintió un tanto angustiada, especialmente cuando notó reclamo y deseo en su mirada. Una vez que la viera marcharse a regañadientes, él tendría que quedarse solo en ese triste lugar sin tener a nadie con quien conversar.
Si no conciliaba el sueño, solo podía mirar el techo, aturdido y sin poder hacer nada.
Sin embargo, lo que anhelaba era libertad; quería abandonar ese lugar e irse con su amada de allí. Alguien tan embravecido como él no debía estar en la cama del hospital. Debería estar ocupándose de la industria empresarial y debería permanecer al lado de Amber para protegerla.
No obstante, ya no tenía sentido estar inmerso en la imaginación. Su estado en ese momento solo le permitía estar en una cama triste de hospital; no podía moverse ni un centímetro, entonces suspiró.
Amber tomó la tabla sujetapapeles y escribió unas palabras antes de levantarla para que el hombre leyera el mensaje que indicaba: “No estés triste. Pasaré cuando esté disponible”.
Aunque no podía entrar, podía acompañarlo desde afuera. Sin duda, Jared se sintió mejor luego de leer su mensaje.
Ella sonrió, bajó la cabeza y siguió escribiendo: “Timoteo me dijo que fuera al médico para que me revisaran la vista; regresaré después de eso”.
Jared asintió con la cabeza; la joven, por su parte, lo saludó con la mano, guardó la tabla y se marchó.
Amber pensó que su revisión no llevaría demasiado tiempo, así que esperaba salir después de dos horas, ya que supuso que Jared quizás volvería a ponerse de mal humor. Tal vez incluso él podría preguntarse si ella había vuelto a romper la promesa que le había hecho.
Amber se masajeó la sien suspirando y salió del pabellón de su amado. Independientemente de que ya se hubiera dormido, debía cumplir su promesa y acompañarlo. Debería tener una buena excusa si él decidía preguntarle al respecto apenas se despertará al día siguiente.
“¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer…?”.
Justo cuando Amber se dirigía hacia el ascensor tras salir del Departamento de Oftalmología, oyó de repente un llanto triste y desesperado que provenía de su derecha. No era extraño escuchar que alguien llorara así en un hospital; por lo tanto, no era asunto suyo.
Como mucho, se compadecería de la persona y pasaría de largo. Sin embargo, el llanto le sonaba muy familiar; la voz pertenecía a Julia Ramírez, la esposa de Tadeo. Si la mujer lloraba de una manera tan desconsolada, quizás era porque se había enterado de una noticia terrible. Además, en ese momento estaban en el hospital.
Amber supo por Jared hacía algún tiempo que Tadeo estaba hospitalizado debido al deterioro de su salud. ¿Eso significaba que Julia lloraba por su esposo? ¿El hombre podría estar muerto?
A Amber se le iluminaron los ojos y se apresuró hacia la dirección del llanto. Efectivamente, en un banco afuera de un consultorio, vio a la mujer que estaba sentada y que se cubría el rostro mientras lloraba de forma desconsolada.
Amber se detuvo frente a Julia, se apoyó en la pared con los brazos cruzados y preguntó con indiferencia: “¿Qué ocurre? ¿Por qué llora así, señora García? ¿Es porque el Presidente García ha fallecido? Si es así, sería un milagro”.
Al oír eso, la mujer se atragantó por el llanto, entonces bajó rápido las manos antes de levantar la cabeza y la fulminó con la mirada.
“¡Eres tú! ¿Cómo te atreves a maldecir a mi esposo?”.
Sorprendida, Amber parpadeo y expresó su inocencia al decir: “No. No maldije al Presidente García. Solo hice una conjetura arriesgada al verla llorar a gritos. Sus llantos desesperados me hicieron pensar lo peor”.
“Tú…”.
Julia temblaba de rabia. Señaló a Amber, pero se quedó sin palabras debido a la ira.
Al acomodarse el cabello, la joven esbozó una sonrisa.
“¿Qué? El Presidente García aún no ha muerto. Qué pena, sería grandioso si muriera. Me ahorraría tener que vengarme”.
Julia tenía los ojos rojos, entretanto la maldecía: “¡Mocosa malvada!”.
“¿Me llama malvada?”.
Amber se cubrió la boca y se rio hasta que le cayeron lágrimas por las mejillas.
“Señora García, si yo soy malvada. ¿Qué hay de su esposo y su hija adoptiva? Él le tenía celos a mi padre en aquel entonces, por eso robó información confidencial de la Compañía Paradigma hace veinte años, lo que provocó que un empleado se s%icidara al saltar del edificio. Mi padre no tuvo otra opción más que arriesgarse a llevarse a su hija por venganza, pero su familia se negó a poner fin a sus actos malvados. Hace siete años, ustedes casi lograron que la Compañía Paradigma quedara en bancarrota y obligaron a mi padre a s%icidarse al saltar de un edificio. ¿Acaso esos actos no se consideran malvados?”.
Ante el interrogatorio de Amber, Julia separó los labios, pero no dijo nada.
No obstante, la joven no la dejó ir tan fácilmente, sino que se acercó a ella paso a paso y la interrogó: “Su hija adoptiva, en cambio, se hizo pasar por mí de forma deliberada, me hizo sufrir seis años de humillaciones y luego amenazó varias veces con matarme. Me consideraría afortunada de sobrevivir después de todo eso o habría muerto hace mucho tiempo. Señora García, por favor, respóndame. ¿Ustedes no fueron crueles conmigo y con mi familia?”.
“Yo… Yo…”.
Julia palideció mientras tartamudeaba y no podía formar una frase coherente.
En realidad, ella no era alguien que no tuviera moral; de hecho, la tenía. Era muy consciente de que, en comparación, los García habían cometido un grave error, puesto que fue su familia la que ofendió a los Reyes desde el primer momento.
Sabía lo despiadados que eran su esposo y su hija adoptiva. Sin embargo, ella era una miembro de los García, por lo que a pesar de saber que su esposo y su hija estaban equivocados, ella solo podía estar a su lado.
Ya que se enfrentaba al interrogatorio de Amber, no se atrevía a defender a su familia.
Además, se sentía avergonzada. Se conmocionó cuando comprendió lo que le decía y se sorprendió porque se sentía culpable ante la muchacha que tenía delante. Julia pensó que había enloquecido.
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