Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1553
Capítulo 1553:
Enseguida, el personal de ginecología recibió las instrucciones de Elías y se apresuraron a realizarle el procedimiento in vitro a Yésica. Amber esperó los resultados afuera y solo se marchó después de que el ginecólogo le informó que la implantación del embrión fue exitosa.
Esa misma noche, enviaron a Yésica a la residencia aislada. Se quedaría allí y cuidaría al feto los próximos nueve meses. Solo podía dejar la hacienda después de diera luz al bebé.
Yésica recobró la consciencia poco después de que la llevaron a la residencia. No obstante, siguió haciendo un alboroto en cuanto se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido. Amber solo fue a visitarla cuando tuvo tiempo.
Como tenía bastante que hacer, incluso seguir las órdenes de Elías de descansar, fue mucho más tarde a hacerle una breve visita. En el instante que Yésica fijó la mirada en Amber, el odio se reflejó en su rostro.
“¡Ahora entiendo! ¡Fuiste tú! Tú les ordenaste a esas dos personas que me secuestraran en la entrada de la prisión, ¿No?”, gritó mientras señalaba a Amber con brusquedad.
Amber se limitó a arquear una ceja y respondió con indiferencia: “Si, fui yo”.
“¡¿Qué quieres de mí?!”.
Yésica luchó contra las ataduras.
Por desgracia, tenía las extremidades atadas con fuerza a la cama, así que solo pudo retorcerse de la furia. A pesar de que siseaba y repartía insultos, en realidad, esa era una máscara para ocultar el miedo que sentía ante la situación.
‘Amber me secuestró en este lugar e incluso me ató. No me digan que tiene la intención de pedirle a alguien que me viole para luego tomar una foto y amenazarme con ella en el futuro. A fin de cuentas, eso es lo que en general hacen en televisión’.
En cuanto pensó en ello, Yésica tembló violentamente y su rostro reflejaba miedo.
Amber estaba de pie junto a la cama y sonrió con suficiencia cuando vio el estado lamentable en el que se encontraba la mujer.
“Esa mirada que tienes es mucho más placentera para mis ojos. Siempre fuiste bastante arrogante en el pasado y parecía que no le tenías miedo a nada. Así que no sabes lo encantada que estoy de ver lo asustada que estás ahora. Pero no te preocupes; no te haré nada. Solo quiero que seas obediente y te quedes aquí durante nueve meses y des a luz al bebé”.
Yésica estaba perpleja ante esa situación, ya que era diferente a lo que había especulado.
“¿Bebé? ¿Qué bebé?”.
Amber no pronunció ni una palabra y solo le miró el vientre sonriendo sin alegría.
Yésica hizo su mayor esfuerzo para seguir la mirada de Amber, la cual se posó sin querer sobre su vientre. Un miedo abismal surgió en su interior y palideció al instante.
Miró a Amber con incredulidad y le preguntó: “¿Qué intentas hacer? ¿Me hiciste algo inapropiado?”.
La otra mujer se limitó a poner los ojos en blanco al escuchar los alaridos penetrantes.
“¿Por qué lo crees?”.
“¡No intentes negarlo! ¿Cómo podría estar embarazada si no fuera por ti?”.
Yésica enloqueció y exclamó horrorizada: “¡Amber!”.
En verdad tenía miedo de lo que estaba a punto de ocurrirle. Jamás debió haber regresado; Amber era una lunática capaz de lo que fuera para alcanzar sus objetivos.
Pensó en el destino al que podría enfrentarse y comenzó a sollozar de manera incontrolable. Amber apartó la mirada disgustada cuando vio los mocos y las lágrimas de su hermanastra mezclados en una masa repugnante. No había forma de que pudiera soportar esa escena; era una monstruosidad.
“Bueno, a diferencia de tu seguridad, no hice eso que tú crees”, comentó con desdén tras fruncir los labios.
Justo como era de esperar, Yésica hizo una pausa a medio llanto y un destello de esperanza surgió en su interior cuando escuchó la explicación de Amber.
No obstante, después de haber experimentado una montaña rusa de emociones en tan poco tiempo, no podía creer lo que había escuchado y quiso asegurarse.
“¿A qué te refieres? ¿No me hiciste…?”.
“No puedo hacer algo tan despiadado”.
Amber puso los ojos en blanco ante la mirada patética de su hermanastra.
“Te detesto y no tiene sentido ocultar que te odio con todo mi ser. Pero como mujer, jamás haré algo que hiera a otra mujer. A fin de cuentas, no soy como tú. Sin duda, aprovecharías la oportunidad para hacer algo así, ¿No tengo razón, mi querida hermana?”.
Miró fijo a la mujer y resopló con desdén.
Yésica parpadeó perpleja y, al final, inclinó la cabeza hacia un costado con culpa para evitar la mirada penetrante de Amber.
No podía negar lo que había dicho porque en verdad era esa clase de persona que haría lo que fuera para alcanzar sus objetivos, a pesar de que fuera ilegal; de hecho, nunca había sido una buena persona.
No podía importarle menos si la otra persona era hombre o mujer; ella emplearía el método más doloroso para vengarse si la ofendían.
Entonces, siempre y cuando el fin justificara los medios, no dudaría en contratar a alguien para que violara a otra persona.
“¡Ja! En verdad eres la peor clase de ser humano”.
Amber miró a su hermanastra, sabía que había acertado y resopló con desdén.
“A pesar de que no te asesinare, eres ingenua al creer que solo puedes concebir un bebé después de acostarte con un hombre. ¿No has escuchado sobre los bebés probeta?”.
La expresión de Yésica cambió drásticamente.
“¿Probeta?”.
Sin embargo, Amber solo la miró con desdén y Yésica, al final, se dio cuenta a qué se refería. Se le aceleró el corazón y tenía la espalda empapada de sudor frio.
“¿Intentas hacer que me quede embarazada a través de fertilización in vitro?”.
A Amber le encantaba lo que veía y lo expresó mientras le esbozaba una sonrisa tan dulce que ni siquiera ocultaba la intención malvada detrás de ella.
“Así es, mi tonta hermana. Ya completamos el proceso y el embrión está implantado en tu útero”.
“¡¿Qué?!”.
Yésica en verdad se volvió loca cuando escuchó lo que dijo Amber.
Abrió la boca para insultarla mientras su mente estaba en blanco. Era tan evidente que estaba asustada que no podía aceptar la realidad tal como era.
Tiempo después, recobró la compostura y fulminó a Amber con la mirada. Se veía como si quisiera despedazarla y comérsela viva.
Temblaba de manera violenta y se percibía un odio inconfundible en su voz cuando rugió: “¡Amber! ¿Cómo te atreves a tratarme como si fuera ganado? ¡¿Cómo te atreves?! ¡Te asesinaré! ¡Déjame ir, maldita! ¡Te mataré! ¿Cómo te atreves a hacerme concebir el bastardo de otro hombre? ¡Te asesinaré, maldita!”.
Amber se apresuró a dar un paso atrás y tomó distancia de Yésica mientras que esta intentaba abalanzarse sobre ella en un arrebato de locura. Ella no quería acercarse demasiado a Yésica, a pesar de que sabía que esta no podía liberarse de la cuerda que la ataba a la cama.
Timoteo miro a Yésica con disgusto y le preguntó a Amber: “¿La sedamos?”.
“No”.
Negó con la cabeza y descartó su sugerencia.
“Ya tiene al bebé, así que no es bueno para el embrión que tome medicamentos. De todos modos, está atada a la cama, así que no me preocupa en lo más mínimo que pueda autolesionarse y lastimar al feto en el proceso”.
“¡Aaah!”, gritó Yésica al escuchar su conversación.
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