Enamorado de mi ex esposa
Capítulo 1252

Capítulo 1252:

La Anciana Señora Farrell dejó atrás sus preocupaciones alegremente.

“No hay necesidad de sentirse mal; es común cuando alguien tiene hambre. Basta ya de disculpas y comencemos a comer. Jared, sírvele a Amber”.

“De acuerdo”. Utilizó una cuchara y colocó un poco de comida en el plato de ella antes de hablar con gentileza: “Comamos”.

Amber tarareó en respuesta, luego asintió antes de tomar los cubiertos y empezar a almorzar. Jared, que también tenía hambre, se unió a ella.

Sentadas frente a ellos, las dos mujeres los observaban comer con una mirada que solo reflejaba afecto. Al mismo tiempo, aprovechaban la ocasión para servirles ellas mismas la comida e instarlos a comer más.

Por otra parte, Amber y Jared se mostraron desinteresados y reacios a rechazar su amable gesto; por tanto, comieron todo lo que las dos mujeres les sirvieron en el plato.

En un momento dado, a Amber se le cruzó un pensamiento de repente, entonces miró a la Anciana Señora Farrell y le preguntó: “Abuela, ¿No come?”

La anciana solo negó con la cabeza.

“Ya desayuné y todavía es temprano para almorzar, pero para ustedes no; esto está especialmente preparado para los dos. Estoy encantada de verlos comer”.

“No se preocupe, Señorita Reed. Usted debe haber pasado por alto el hecho de que la señora está siguiendo un horario estricto para sus comidas todos los días por el bien de su salud. La anciana señora no suele comer si no es a la hora determinada” añadió la Señora Murphy.

La joven asintió comprendiendo y renunció a la idea de sugerirle a la abuela que se uniera a ellos para almorzar; de lo contrario, su consideración acabaría perjudicándola.

Por lo tanto, dejó de preocuparse por los demás mientras disfrutaba del almuerzo con Jared. Tras la comida, los criados limpiaron la mesa de piedra; luego, Amber observó cómo la Señora Murphy recibía una bandeja de otro criado.

Había dos cuencos en ella; no podía ver su contenido desde su asiento, pero, por el vapor y el aroma, supuso que era sopa.

Amber tuvo la oportunidad de ver lo que había en los cuencos después de que la Señora Murphy colocara la bandeja sobre la mesa limpia; eran sopas nutritivas.

En uno de ellos vio un muslo, combinado con varias hierbas; en cuanto al otro, no pudo distinguir su contenido por su superficie oscura y la falta de ingredientes, además de suponer que se trataba de algún tipo de caldo de hierbas.

No obstante, el aroma le hacía pensar una respuesta diferente; por tanto, acertó que eran sopas para nutrir el cuerpo. Aun así, tenía un aroma extraño y no era agradable; por ello, Amber se preguntó cuáles serían los ingredientes.

Estos dos cuencos deben ser para la abuela y la Señora Murphy; al fin y al cabo, tienen que cuidar su salud a medida que envejecen. La joven no era la única que tenía ese pensamiento, ya que incluso Jared creía lo mismo. Nunca se le ocurrió que los dos cuencos de sopa nutritiva estaban hechos para él y Amber.

La idea de que el caldo era para ellos solo cruzó su mente cuando la Señora Murphy se los colocó delante. No habría ningún problema sí lo que preparó fuera para los dos; sin embargo, la diferencia entre ambos platos le preocupaba a Jared.

La porción de Amber era un caldo de pollo hecho con varios ingredientes; además, tenía un muslo para ella sola, que podía comer después de terminarlo. Mientras tanto, él solo tenía un cuenco de sopa y no podía ver nada más adentro.

Además, desprendía un aroma extraño y no podía evitar dudar de que eso fuera comestible, por lo que a Jared se le contorsionó el rostro ante la discriminación.

Mientras miraba sorprendida el cuenco que tenía delante, Amber tardó un rato en volver en sí antes de mirar a la Anciana Señora Farrell y la Señora Murphy en busca de una respuesta.

“¿Son para nosotros?”

Las mujeres asintieron y esbozaron una sonrisa amable.

“Así es, Señorita Reed. Estas sopas están hechas para usted y el Joven Maestro Jared” explicó.

Amber pudo sentir que se le crispó la comisura de los labios.

“¿De verdad? Gracias, abuela y Señora Murphy.

Pensé que eran para ustedes. Sin embargo, estamos saciados después de comer tanto”.

Estaba satisfecha y no tenía ganas de beberla; además, había un muslo también. Tras hacer caso omiso a las preocupaciones de la joven, la Anciana Señora Farrell añadió: “Está bien. Pueden tomárselo con calma. No se preocupen, no tienen que apresurarse”.

Amber hizo una mueca ante el gesto de la anciana.

“Abuela, ¿Podemos no beber esto?”

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