Yo soy tuya y tú eres mío
Capítulo 825

Capítulo 825:

Sin embargo, si esto continuaba, Raegan sentía que no podría soportarlo por más tiempo y temía derrumbarse bajo la tensión.

Anhelando un final, Raegan ansiaba un desenlace, una señal que le proporcionara claridad, aunque eso significara dejarse llevar. Cualquier cosa bastaría para liberarla del enredo de sus emociones. De verdad, cualquier cosa bastaría…

Las lágrimas brotaron de sus ojos enrojecidos e hinchados mientras sonreía a pesar del dolor. «Mitchel, no te atreverías, ¿verdad?».

Sentía que estaba al borde de la victoria. Soltándole el brazo, adoptó un tono más ligero. «En ese caso, ¿podrías cogerme la mano sólo un momento?».

Ella suplicó: «Sólo un momento».

El contacto fugaz le daría fuerzas para perseverar.

Mitchel dudó brevemente y luego levantó la mano.

El corazón de Raegan dio un vuelco antes de que su mirada llena de lágrimas se encontrara con la suya, y la tendió sin vacilar. Era el momento que había estado esperando. Ansiaba compartir con él la noticia de que esperaban gemelos.

La gran palma de Mitchel parecía al alcance de la mano, como si Raegan pudiera agarrarla con sólo una fracción de milímetro.

La mano de Raegan temblaba, las lágrimas corrían por su rostro y la incapacitaban para hablar.

Al momento siguiente, la mano de él pasó por encima de la de ella, aterrizando en su lugar sobre su hombro, empujándola con fuerza contra la ventanilla del coche. La acción fue dura, carente de toda ternura. Se burló: «Señorita Foster, ¿se ha acabado la fantasía?».

Raegan se quedó mirando a Mitchel, aturdida.

Los profundos ojos de Mitchel eran fríos, y una mueca jugueteaba en sus labios. «¿Cuántas ridículas nociones albergas? Dímelas todas, ¿quieres?».

El atractivo rostro de Mitchel conservaba su encanto, pero ahora mostraba una frialdad glacial. Cuando la burla se disipó, sólo quedó una atmósfera pesada y opresiva.

El valor de Raegan, en el que lo había apostado todo, se desmoronó en un instante. Sintió que le arrancaban el corazón y lo dejaban congelarse en el viento cortante, causándole un dolor atroz. La desesperación la envolvió. Su brazo, que antes agarraba con fuerza, cedió débilmente contra la helada carrocería del coche.

Dentro y fuera, el frío era implacable.

Mitchel observó la palidez de sus labios y el cansancio grabado en su rostro, momentáneamente enmudecido. Le invadió un impulso fugaz de acercarse a ella, pero sus piernas permanecieron obstinadamente enraizadas, dejándole congelado en el sitio. En su percepción, parecía como si agujas afiladas le perforaran la cabeza con fuerza, causándole un dolor insoportable.

Finalmente, Mitchel dejó de intentar acercarse a ella, apretó los puños y habló en un tono escalofriante. «Parece que mi actuación fue tan impactante que la señorita Foster no puede olvidarla ni encontrar una sustituta».

Raegan murmuró débilmente: «Mitchel, ¿de verdad te produce alegría avergonzarme?».

Justo en ese momento, otro vehículo oscuro se detuvo detrás de ellos, llamando la atención de Mitchel. Se mofó: «¿Esto te parece vergonzoso?».

Entonces, curvó los dedos y los trazó a lo largo del elegante cuello de Raegan, deteniéndose brevemente en su clavícula, antes de rasgarlo bruscamente, destrozando el delicado jersey que se ceñía a la figura de Raegan.

Una oleada de aire frío envolvió a Raegan, que miró sorprendida a Mitchel, sintiéndose expuesta y asustada. Instintivamente, levantó la mano para proteger el cuello desgarrado, sólo para que él la agarrara.

La voz de Mitchel tenía un encanto tentador, pero estaba impregnada de veneno. «Recuerda, esto es una humillación».

Con eso, levantó la mano con indiferencia, enganchándola en el cómodo sujetador deportivo de Raegan, bromeando sarcásticamente: «Si deseas atraer a alguien, considera llevar algo más tentador, tal vez una falda corta como las que se ven en los clubes. Sin duda captaría mejor la atención».

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