Capítulo 824:

Raegan se quedó de pie, estupefacta por su respuesta. Cuando sus emociones se calmaron, se dio cuenta de que su mirada hacia ella contenía una pizca de burla, como si fuera una lunática.

Sin embargo, no hizo ademán de resistirse cuando ella lo abrazó. Sus labios se torcieron con un rastro de desdén. «Hay un cierto encanto en la belleza iluminada por la Luz de las Lámparas. Si deseas oír algo, puedo complacerte».

Aunque Raegan intentó hablar, sintió que sus labios se cerraban herméticamente, dejándola sin voz.

La mirada de Mitchel a Raegan parecía sugerir que estaba trastornada. Habló despreocupadamente. «Mi madre aún se está recuperando de una enfermedad. Simplemente aparté a la niña sin pensarlo mucho. No esperaba un enredo emocional tan complicado por tu parte. Es una pena que no seas escritor».

La mirada de Mitchel se sintió como un cuchillo afilado, atravesando la conciencia de Raegan, dejándole las temblorosas yemas de los dedos agarrando con fuerza su camisa.

«Lo del abrazo es aún más absurdo. Sí abracé a alguien, pero cualquiera podía ver a quién abrazaba». La intensa y oscura mirada de Mitchel recorrió brevemente a Raegan y comentó con indiferencia: «No pareces estar bien. ¿Has pasado una noche inquieta, imaginando cosas?».

Aunque parecía un gesto de preocupación, en realidad era más bien una insinuación de que el estado mental de Raegan era inestable y podía estar experimentando alucinaciones.

Mitchel desenganchó con cuidado la mano de Raegan que le rodeaba la cintura, ejerciendo una presión que le causó incomodidad y dolor. Luego, dijo palabra por palabra, sus palabras humillantes, «Señorita Foster, las emociones pueden ser frescas y caducas. ¿Es realmente tan difícil terminar una relación respetuosamente sin causar angustia a los demás?»

La mano de Raegan palpitaba de dolor por haber sido apartada, y su mente era un torbellino de pensamientos contradictorios. Una parte de ella la instaba a resistir, empujándola a intentar ver las cosas desde la perspectiva de Mitchel. Tal vez lo que él estaba viviendo era aún más difícil e incomprensible que sus propias luchas.

Sin embargo, las dudas la roían, susurrándole que si su amor se había desvanecido, ella debía aceptarlo sin malinterpretarlo ni convertirse en una fuente de burlas o una carga para los demás.

Al final, Raegan resolvió armarse de valor una vez más, aferrándose a la esperanza como un ahogado que se agarra a una pajita solitaria. Se negaba a rendirse fácilmente.

Cuando Mitchel se disponía a entrar en el coche, Raegan le agarró del brazo y habló con determinación inquebrantable. «Mitchel, quiero que jures por los dioses que sientes cada palabra que me dices».

Un parpadeo de impaciencia cruzó los ojos de Mitchel, sugiriendo que su actitud le parecía inmadura.

Raegan reconocía su propia infantilidad, pero creía que era el camino más directo hacia la claridad. «Jura que de verdad ya no me amas. Si es una falsedad…».

Su mirada se encontró con el semblante frío e insensible de Mitchel, y pronunció cada palabra deliberadamente. «¡Entonces me pudriré en el infierno!»

La maldición tenía un filo cortante. Entendiendo profundamente a Mitchel, Raegan creía que esta táctica le obligaría a revelar sus verdaderas emociones.

Le sostuvo la mirada sin perder de vista ningún matiz o insinuación.

«Cuando me lo jures, no volveré a molestarte».

Mitchel apretó los labios con fuerza y se sumió en el silencio. A pesar de haberla herido con palabras momentos antes, ahora se veía incapaz de hablar.

Raegan percibió un atisbo de esperanza. Agarrándole el brazo con fuerza y manteniendo la mirada fija en su rostro, repitió: «¡Mitchel, júralo!».

Mitchel seguía sin responder, con una expresión inmutable y carente de emoción.

En contraste con su actitud tranquila, la insistencia de Raegan rayaba en la desesperación. Siguió agarrándolo del brazo, empujándolo sin descanso.

«¡Mitchel, júralo!»

No quería convertirse en la persona que obligaba a los demás.

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