Capítulo 826:

Su implacable humillación persistía, cada frase golpeaba a Raegan como una bofetada. Ella se apretó el cuello desgarrado, las lágrimas le corrían por la cara mientras exclamaba: «¡Qué tonterías estás diciendo!».

Mitchel la agarró con fuerza de la barbilla, su mirada helada mientras la miraba fijamente a los ojos. «Me has estado persiguiendo porque quieres que me acueste contigo, ¿verdad?».

Un dolor punzante sacudió la barbilla de Raegan, haciendo que cerrara la mano en un puño.

Al momento siguiente, Mitchel se inclinó hacia ella, con su aliento helado, como si estuviera a punto de besarla.

Los pensamientos de Raegan se disolvieron en la confusión, dejándola incapaz de responder. La conjetura que había mantenido durante tanto tiempo se desvaneció por completo, causándole un profundo impacto.

Cuando los fríos labios de Mitchel se acercaron, antes de que Raegan pudiera responder, su boca pasó rozando y entró en contacto con su oreja.

«Para ser sincero, he intimado contigo innumerables veces». Se rió entre dientes, su voz rozando los tímpanos de Raegan. «Sinceramente, estoy completamente cansado de ello».

Tras pronunciar esas palabras, Mitchel soltó rápidamente a Raegan, como si desechara basura, incluso dio un paso atrás como si le repugnara.

Privada de apoyo, Raegan se deslizó por la carrocería del coche, casi cayendo al suelo. Por un golpe de suerte, se agarró a la manilla de la puerta, estabilizando su postura.

A pesar de estar a punto de tropezar, Mitchel mantuvo la compostura. «Mis disculpas, no puedo comprometer mis estándares para satisfacer sus deseos, sin embargo…» Hizo una pausa, una mueca se dibujó en su rostro. «Si realmente lo deseas, puedo sugerirte hombres conocidos por su resistencia y diversas habilidades…».

Raegan no pudo soportarlo más y descargó una sonora bofetada en la cara de Mitchel.

El silencio llenó el aire como un pesado sudario.

El semblante de Mitchel se ensombreció como si hubiera llegado el fin del mundo.

Una pizca de sangre manchó sus labios y la miró con una sonrisa despectiva. «Nunca imaginé que alguien como tú careciera de todo sentido de la vergüenza».

Aquello era un insulto a su carácter. La expresión de Raegan cambió una vez más, y levantó la mano para abofetearle de nuevo, sólo para que el brazo extendido de Mitchel la agarrara con firmeza.

«Como mínimo, una vez fuimos marido y mujer. Consideremos esa bofetada como un gesto de despedida entre extraños. No te lo echaré en cara. Sin embargo…» Mitchel apretó con más fuerza, aplastándole la mano, y lanzó una severa advertencia: «Si quieres evitar el fracaso de tu estudio en Ardlens, te sugiero que te abstengas de altercados físicos en el futuro».

Mitchel apartó insensiblemente la mano de Raegan.

Raegan se apoyó en la puerta del coche para evitar una caída. Consternación, cautela e intimidación… Éstas eran las únicas impresiones que se llevaba de esta noche, recuerdos grabados permanentemente en su mente.

La respiración de Raegan pasó de rápida a lenta, y luego casi se detuvo.

El aire nocturno se sentía fresco, bajo la desolada luz de la luna.

Sus gélidas lágrimas persistían, con el corazón entumecido. Fijó la mirada en Mitchel, que estaba frente a ella, y sus labios pálidos formaron una sonrisa forzada mientras concedía suavemente: «Mitchel, lo has conseguido».

En sólo dos semanas, Mitchel había agotado su reserva de coraje. Sus creencias, antes firmes, ahora la traicionaban cruelmente. Qué tonta había sido, haciéndose la payasa durante las últimas dos semanas.

Mitchel observó la conducta sin vida de Raegan, con la garganta apretada, incapaz de hablar. Parecía tan frágil que pronunciar otra palabra parecía a punto de destrozarla.

«Mitchel…» La tierna voz de Raegan llegó hasta Mitchel, como si aún estuvieran profundamente enamorados.

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