Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 732
Capítulo 732:
Katie tenía el pelo revuelto y el rostro marcado por una profunda angustia y fatiga. «Luciana. comenzó, con la voz quebrada al intentar despertar la simpatía de Luciana con un término cariñoso».
Sin que Katie lo supiera, Luciana sintió una oleada de furia ante su táctica.
«¡Déjate de tonterías!» le espetó Luciana con dureza. «¡Escúpelo si tienes algo que decir!».
«Luciana… No puedes hacerme esto…». Katie persistió, sus lágrimas fluían sin control a pesar de la furia de Luciana. «Estoy embarazada de Mitchel».
Con un rápido movimiento, Luciana abofeteó bruscamente a Katie. «¿De quién te crees que eres? ¿Crees que no lo sé?».
La bofetada hizo que Katie se estremeciera de dolor. Miró fijamente a Luciana, con los ojos ardiendo de un odio tan feroz que deseó poder aniquilarla.
El supervisor intervino. «¡Basta! ¿Quieres continuar esta reunión o no?».
Katie, conteniendo su ira, asintió de mala gana.
«Ésta es tu primera advertencia», declaró el supervisor.
Todavía furiosa, pero sintiéndose impotente, Katie reanudó su súplica desesperada: «Luciana, tienes que creerme. Esa mujer es la que te está engañando. Su hijo es ilegítimo, no el mío. El niño que llevo es definitivamente de Mitchel…».
«¿De verdad crees que sigo siendo la mujer ingenua que una vez fui, Katie?».
replicó Luciana.
«Luciana, ¿qué estás insinuando…?» preguntó Katie, fingiendo confusión.
Tal vez no lo sepas, pero Abel aún tiene parientes vivos. He conseguido su muestra biológica».
Las manos de Katie temblaban bajo la mesa, pero se esforzó por mantener la compostura. «Luciana, seguramente, estás bromeando. Aunque la hayas encontrado, eso no tiene nada que ver conmigo».
Se acarició suavemente el vientre y añadió: «Este niño no es suyo».
Katie creía que negándose a una prueba de paternidad, Luciana no tendría ninguna influencia sobre ella.
Luciana esbozó una leve sonrisa. «¿La muestra que dejaste en el hospital privado de la familia Glyn? La he conseguido y la están analizando. Con la tecnología moderna, tendremos resultados precisos en 24 horas».
«¡Katie, escucha!» La voz de Luciana estaba cargada de dolor. «¡Me encargaré de que respondas por tu imprudencia!».
Con esas últimas palabras, Luciana salió rápida y decididamente.
Ahora sola y temblando de miedo, Katie estaba aturdida ya que este enfrentamiento era precisamente lo que más temía.
Una vez que Luciana se hubo ido, Katie se puso de pie, con las piernas a punto de ceder bajo sus pies.
«¡Cuidado!» El supervisor se apresuró a sujetarla.
Temblorosa, Katie regresó a su celda, donde el sueño la eludía y daba vueltas en la cama inquieta.
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