Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 671
Capítulo 671:
«¿De qué estás hablando?» Alexis frunció el ceño.
«La carta que decías que estaba escrita a mano por mi abuelo».
La expresión de Alexis cambió y, con una oleada de ira, disparó: «La letra de Kyler es conocida por todos. No me culpes a mí».
«Tanto si te lo endilgo como si no, tú sabes la verdad, ¿no?».
La voz de Mitchel goteaba sarcasmo. «Sólo te estoy dando la oportunidad de confesar».
«Ve y verifícalo, entonces. Sólo esperas que tu padre muera, ¿verdad?». Alexis frunció el ceño.
Alexis no podía soportarlo más. Que Mitchel le tendiera una trampa ya era bastante humillante, y el hecho de que no hubiera estallado era una muestra de su autocontrol. Sabía que aún necesitaba apoyar a Henley y no podía arriesgarse a arruinar la reputación de éste. Ahora se enfrentaba a una confrontación tan audaz.
Henley intervino: «Mitchel, nuestro padre acaba de cometer algunos errores. ¿No puedes darle un respiro y no pelearte con él por todo? Sé que no te caigo bien, pero he trabajado duro para conseguir lo que he logrado, y todo ha sido por el bien de la empresa. ¿No debería ser el bienestar de la empresa nuestra principal preocupación?».
En apariencia, Henley intentaba aliviar la tensión entre Mitchel y Alexis, pero en realidad estaba insinuando que Mitchel estaba siendo mezquino y resentido.
Mitchel los miró con expresión fría. Estaba claro que estaban dispuestos a luchar hasta el final. Ordenó: «Traed a Beuford, por favor».
Ante la mención de Beuford, el rostro de Alexis se puso blanco.
Un anciano caballero de distinguida melena canosa, ataviado con una prenda de seda cian oscura, hizo su entrada con la ayuda de Matteo.
La mirada de Alexis se agudizó al reconocer al hombre. Era, en efecto, Beuford, el mayordomo personal de Kyler, una figura de lealtad inquebrantable que se había retirado a supervisar la tumba de Kyler en el Monte Moriah tras el fallecimiento de este.
Alexis casi había olvidado a Beuford, medio convencida de que éste había fallecido debido a los años que habían pasado.
Sin embargo, allí estaba Beuford, muy vivo.
«¡Bastardo desagradecido! ¿Por qué has apartado a Beuford de sus obligaciones, perturbando su tranquilidad?». La acusación de Alexis contra Mitchel dejaba entrever un ligero temblor en su voz, tal vez inconsciente de la emoción que transmitía.
Beuford había sido una presencia formidable en la casa de los Dixon, alguien que nunca había doblado la rodilla ante la autoridad de Alexis.
Antes de que Mitchel pudiera intervenir, Beuford tomó la palabra, con la voz cargada del peso de los años pero decidida. «Señor Alexis Dixon, esta visita ha sido por voluntad propia, no a instancias del señor Mitchel Dixon».
El malestar en el rostro de Alexis era palpable mientras lograba esbozar una sonrisa forzada. «¿Y cuál es la causa de su presencia aquí, Beuford?».
«Vine al enterarme de sus recientes gestiones dentro del Grupo Dixon, lo que me trajo a la memoria el último encargo que me encomendó el señor Kyler Dixon», declaró Beuford, su voz ganando volumen mientras se mesaba la barba.
«Me advirtió: ‘A Alexis le falta estabilidad. En mi ausencia, debes dirigirlo en mi nombre. ‘»
La autoridad con la que hablaba Beuford reflejaba la del propio Kyler, testimonio de los años pasados bajo la influencia del patriarca.
Alexis, tratando de disimular su creciente ira, desvió la mirada hacia abajo. Le atormentaba la idea de que, incluso más allá de la tumba, el dominio de Kyler ensombrecía cada uno de sus pasos.
Al ser testigo de cómo Alexis luchaba con su confusión interior, Mitchel aprovechó el momento. «Papá, ¿por qué no compartes con Beuford la carta que decías que estaba escrita a mano por mi abuelo?».
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