Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1070
Capítulo 1070:
«¡Casey, he venido a llevarte a casa!» Cada paso que Davey daba dejaba un rastro de gotas de sangre constante por el restaurante.
La tez de Casey perdió el color al instante, consumida por el miedo. Se agarró al brazo del dueño, presa del pánico, suplicando: «Ésa es la persona que me secuestró. Por favor, ¡no dejes que me lleve!».
La conducta hasta entonces amable de la dueña cambió bruscamente al sacudirse a Casey. Murmuró en un dialecto desconocido que Casey no podía comprender.
A pesar de no entender el dialecto, Casey intuyó que la dueña le estaba transmitiendo su falta de voluntad para ayudarla.
Claramente asustada, la propietaria arrebató rápidamente el teléfono de la mano de Casey y se refugió detrás del mostrador.
Sin otra opción, Casey pidió ayuda a los comensales. Rodeada por más de treinta personas en el restaurante, se negaba a creer que ni una sola se levantaría en defensa de la justicia.
En un idioma extranjero, Casey gritó: «¡Ayudadme! ¡Ayudadme! Este hombre es peligroso. Intenta capturarme…».
Al ver a Davey, los ojos de los clientes sólo revelaban miedo mientras mantenían la cabeza gacha, concentrados en sus comidas, sin interesarse por la conmoción.
Casey estaba totalmente desconcertada por el desarrollo de los acontecimientos. Se agarró al brazo de un desconocido y habló en voz baja para asegurarse de que Davey no la oyera. «Por favor, informa a la familia Clifford de que soy Casey…».
El hombre tembló como si se encontrara con una plaga, apartando rápidamente a Casey.
Casey seguía ignorando ingenuamente la cruel realidad de Aurora. Se encontraba en el barrio de clase baja de Aurora, donde el porte de Davey y el broche de diamantes que llevaba en el pecho indicaban inequívocamente su condición de noble.
Además, la matrícula negra de su coche, símbolo de arrogancia, era un privilegio exclusivo de los oficiales militares.
militares. ¡Cómo podían estos ciudadanos de clase baja atreverse a entrometerse en los asuntos de la nobleza más influyente de Aurora!
¡Casey estaba desesperado! En el restaurante, más de treinta personas observaban fríamente el desarrollo de la escena.
Llegó a la conclusión de que ya no podía depender de los demás, confiando únicamente en sus propias fuerzas. Agarrando una silla cercana, la arrojó rápidamente contra Davey e intentó pasar a toda velocidad por delante de él mientras éste esquivaba los muebles voladores.
Inesperadamente, cuando pasó rozándole, Davey esquivó rápidamente la silla y la agarró del pelo, ¡tirando con fuerza!
«¡Ah!» La cabeza de Casey chocó bruscamente con la esquina de la mesa, y la sangre empezó a manar sin freno.
Agachado, Davey le tocó suavemente la sangre de la frente con sus dedos alargados, y luego, extrañamente, procedió a lamerse los dedos manchados de sangre.
«Casey, tu constante decepción me pesa mucho». murmuró Davey con suavidad y dulzura.
Al presenciar sus acciones, Casey tembló incontrolablemente. De repente, bajó la cabeza. «¡Uf, uf, uf!». No pudo reprimir las ganas de vomitar.
Al no haber consumido nada esta mañana, lo único que podía expulsar era ácido estomacal.
Sin embargo, su estómago se revolvía como si estuviera envuelto en llamas. Davey y la apática multitud agravaron su desesperación y su asco.
Davey no pronunció más palabras, la levantó sin esfuerzo por la nuca como si fuera una pequeña gallina, y se la llevó.
A pesar de la sangre que le manchaba la cara, Casey se aferró desesperadamente a la pata de una mesa, resistiéndose ferozmente a sus intentos de arrastrarla.
Davey, agotada su paciencia, agarró una de sus piernas y la sacó a la fuerza de cabeza.
Las manos de Casey se arrastraron por el suelo, marcando un camino carmesí tras ellas. Estaba decidida a no dejarse capturar de nuevo. Comprendió que volver esta vez significaría una ausencia permanente del calor de los rayos del sol.
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