Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1068
Capítulo 1068:
En cuanto el conductor abrió la puerta, Casey ajustó el tenedor afilado que había estado preparando y se lo clavó en el dorso de la mano a Davey.
En un instante, la sangre brotó al instante. Cogido por sorpresa, Davey gimió.
Casey empujó el tenedor a través de su mano hasta el asiento del coche, clavándolo firmemente. Había pasado mucho tiempo afilando aquel tenedor. Atravesó la mano de Davey, fijándola firmemente al asiento. Sacarlo sería un verdadero desafío.
Sintiendo la esperanza de reunirse con sus hijos y escapar de las garras de Davey, Casey sonrió. Por desgracia, era demasiado inexperta y desconocía por completo la indiferencia de la gente de Aurora.
Cuando el tenedor entró en contacto con el dorso de la mano de Davey, la sangre empezó a brotar al instante.
Sorprendido, Davey emitió un gruñido de dolor.
Casey le atravesó la mano con el tenedor, asegurándolo al asiento del coche. El tenedor había sido afilado cuidadosamente por ella durante días para garantizar una penetración completa, por lo que resultaba sumamente difícil extraerlo sin herramientas especializadas y causaba un dolor atroz cualquier intento de extracción.
Inmediatamente después, Casey levantó el codo y asestó un fuerte golpe en un punto de presión de la nuca de Davey.
Tras una oleada de intenso dolor, Davey perdió el conocimiento.
El conductor, visiblemente conmocionado y pálido, exclamó: «¡Sr. Glyn!».
Sin embargo, con Davey aún bajo el control de Casey, el conductor se abstuvo de hacer ningún movimiento.
Todos los movimientos de Casey estaban impulsados por un odio intenso, lo que demostraba su naturaleza despiadada. Incapaz de vencer directamente a aquel demonio y buscar venganza para sus padres, resolvió infligirle todo el sufrimiento físico posible.
Volviéndose hacia el conductor con voz fría, Casey dijo: «El tenedor está envenenado. Deprisa, consíguele ayuda».
En realidad, no había veneno. Casey no tenía acceso a tales sustancias. Este engaño sólo pretendía despistar al conductor y crear una ventana para su huida.
Tras pronunciar sus palabras, salió rápidamente del coche y corrió hacia un bullicioso restaurante lleno de gente.
Al observar la palidez de Davey, el conductor no pudo evitar reflexionar sobre la crueldad de Casey.
Incluso los individuos más inteligentes podían caer en la trampa cuando entraban en juego emociones como el amor, y Davey, a pesar de su agudo ingenio, no era inmune a ser sorprendido por alguien tan cercano.
Afortunadamente, Davey lo había visto venir y se había preparado para cualquier medida drástica que tomara Casey.
Sin embargo, el conductor se quedó perplejo al saber por qué, sabiéndolo, Davey permitió que los acontecimientos se desarrollaran sin intervenir.
El conductor pensó que probablemente los ricos tenían una mentalidad diferente, incapaz de comprender plenamente la perspectiva de Davey. Rápidamente cogió una jeringuilla preparada que contenía una potente sustancia y la inyectó en el brazo de Davey.
La medicación hizo efecto rápidamente. Las pestañas de Davey parpadearon, y luego sus ojos se abrieron gradualmente.
«Señor Glyn, ¿le acompaño al hospital?», preguntó el conductor. Dudó en tocar la mano de Davey, que seguía clavada en el asiento del coche.
Inesperadamente, Davey, inexpresivo, hizo un esfuerzo por quitarse el tenedor, pero éste permaneció firmemente clavado durante su intento inicial. Seguía brotando más sangre.
El conductor se estremeció, el espectáculo parecía agonizante incluso para presenciarlo.
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