Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1067
Capítulo 1067:
Por algún milagro, quizá por misericordia divina, un día Casey recuperó inesperadamente la vista. Optó por seguir fingiendo ser ciega, manteniendo a Davey al margen de su recobrada visión para evitar que se volviera demasiado cauto cerca de alguien que creía «ciego».
Finalmente, llegó su oportunidad.
Una noche, Davey volvió a casa con heridas inexplicables.
Aprovechando el momento, Casey drogó a Davey con somníferos y escapó, consiguiendo pedir ayuda a Landen.
Poco después, se enteró de que estaba embarazada de Davey. La noticia le causó un inmenso dolor, y luchó con la decisión de quedarse o no con el bebé.
Sin embargo, una noche, Casey soñó con sus difuntos padres, que le aseguraban que el niño estaba destinado a ser una nueva presencia en su vida.
Esta visión convenció a Casey de la inocencia del niño, y decidió quedarse con él.
Landen se ofreció a casarse con Casey, y presentaron públicamente al hijo adoptivo de Landen, Erick, como propio de Casey.
Durante todo este periodo, buscaron continuamente pruebas de que Davey había orquestado la muerte de los padres de Casey.
Sin embargo, Davey era meticuloso a la hora de borrar sus huellas, lo que dificultaba enormemente cualquier investigación sobre sus acciones pasadas.
Casey optó por anunciar abiertamente su matrimonio con Landen, dándose cuenta de que ocultarse no haría sino posponer el eventual enfrentamiento con Davey, que simplemente la secuestraría en silencio una vez más.
Ser la Sra. Foster otorgaba a Casey cierta seguridad, ya que ahora Davey tenía que considerar varios factores antes de hacer un movimiento contra ella.
Davey permaneció oculto unos años, durante los cuales Casey vivió el periodo más feliz de su vida con sus hijos, y Landen fue un padre excepcional.
Sin embargo, sin que ella lo supiera, Davey sólo estaba esperando su momento, ideando en secreto un plan perfecto para asegurarse de que Casey nunca volviera a ser encontrada.
Más tarde, la pesadilla volvió a empezar.
Casey resolvió poner fin de una vez por todas a aquella pesadilla interminable.
Cuando Davey oyó el arrebato de Casey, no se escandalizó. Siempre había sabido que Casey no había olvidado nada. «¡Casey, todo lo que he hecho, lo he hecho por amor a ti!», afirmó incluso ahora.
Casey respondió con tanto dolor como disgusto: «Davey, para ti sólo soy una posesión, algo que puedes mover a tu antojo».
«¡Qué tontería!» replicó Davey. «Estés donde estés, eres la señora de la casa, y eres mi mujer».
«¡Ya basta! Es repugnante!» Casey gritó de dolor. «¡Déjame salir del coche!»
Si no fuera por sus hijos, Casey habría acabado hace tiempo con la vida de aquel demonio y habría aceptado las consecuencias. Pero ahora no podía hacerlo.
Necesitaba estar allí para sus hijos, incluidos Raegan, Erick y el hijo con el que sólo había estado durante sus tres primeros meses.
El conductor, empapado en sudor, le instó: «Sr. Glyn, por favor, permítame abrir la puerta».
El conductor no entendía la situación. Aunque la puerta estuviera desbloqueada, Casey no podría escapar. ¿Por qué soportar semejante herida y sangrar tanto? ¿Era algún tipo de retorcido masoquismo?
La pérdida de sangre drenó el color del rostro habitualmente sereno de Davey, dejándolo fantasmagóricamente pálido. Hizo un gesto para que abrieran la puerta del coche.
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