Capítulo 96:

“Fuiste muy gráfico, mejor que un mapa”

Ella besó la mejilla de Franco.

“Pues, no se diga más, nos vemos allí”

Él la abrazó con fuerza.

“Gracias, Vic, por todo”

Se dio media vuelta y se retiró.

Victoria se tiró sobre la cama.

Dejó escapar un largo y sonoro suspiro.

Pero poco le duró.

Pues Rebeca la trajo a la realidad.

Recogieron las cosas de Victoria y el chofer las llevó al salón.

Allí la esperaba la estilista.

Se sentó en la silla para ser peinada y maquillada.

Luego se metió en el vestido que se había comprado siguiendo las indicaciones de Franco, algo que le gustara y la hiciera feliz.

Era un vestido verde esmeralda de hombros descubiertos.

Entallado hasta la cintura con un importante escote, de un lago casi hasta los pies y un tajo que llagaba un poco por debajo de la cadera dejaba ver su perfecta pierna vestida de una media negra terminada en zapatos de taco aguja muy altos.

Todo coronado por un lazo ancho al estilo faja de color negro.

La estilista le había recogido el cabello hacia un costado.

Pero dejando algunos mechones finamente rizados.

Cuando estuvo lista Franco fue por ella.

De pronto todas abandonaron la habitación dejando a Victoria sola.

Franco la observó maravillado desde el umbral de la puerta, dejó escapar un largo suspiro.

Ella lo miraba con sus manos juntas al frente a la altura de la pelvis.

Él se fue acercando lentamente sin despegar la mirada de los ojos de Victoria.

Ella se estremecía y cada paso que lo acercaba retumbaba en su corazón.

Cuando estuvieron frente a frente sus miradas se conectaron, los ojos de Victorias temblaban.

Franco estiró sus manos y ella las tomó.

“¡Cielos, Victoria!, estás bellísima, me has dejado sin aliento, siento que mi corazón se me saldrá del pecho”.

“¿Te gusta, entonces?”

“¿Qué si me gustas?, ¡Estás loca!, no puedes ser más perfecta. Y ese color te queda soñado”

“Es que cuando lo vi, dije ‘ese es el color para mi Franco’”

El no pudo evitarlo y la abrazó con fuerza.

Y apoyando sus labios en el cuello de Victoria le dijo muy bajito.

“Te quiero, Vic”

“¿Qué dijiste?”

Franco no supo si no lo había escuchado o quería que se lo repitiera.

Pero no lo hizo.

Solo le sonrió.

“Vamos, toma mi brazo, nos esperan”

“Bien, vamos”

Tomados del brazo salieron de la habitación, atravesaron un largo pasillo y llegaron al gran salón donde los cientos de invitados esperaban a la pareja.

Al entrar todos se pusieron de pie y los aplaudieron.

Victoria sintió que se le aflojaban las piernas y se aferró del brazo de Franco.

“Tranquila, chiquilla mía, yo te sostengo”

Ella le sonrió, estaba radiante.

“Lo sé, lo sé”

Cuando estuvieron en el centro del salón le alcanzaron un micrófono a Franco.

“Buenas noches a todos, Victoria y yo les agradecemos que hayas venido a acompañamos en este momento tan importante para nosotros. Hace un tiempo conocí a esta mujer y creí que era especial”

Y mirándola directamente a los ojos continuó.

“Hoy veo que es increíble, tan increíble que se me ha metido no solo en lo profundo de mi corazón, sino debajo de la piel y me enamoré como jamás lo hice. Así que decidí no dejarla ir y pedirle que fuera mi esposa”

Victoria dejó caer una lágrima.

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