Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 9
Capítulo 9:
“¿Por qué no tomamos un café y me cuentas porque estás aquí?”
Ella asintió con la cabeza.
Franco tomó su mano y entrelazando los dedos la condujo de nuevo a la cocina.
El contacto con su piel le produjo un electrizante efecto.
Ella se sentó en uno de los taburetes.
“Muero de vergüenza…”
Dijo agachando su cabeza.
“No, cariño, no te avergüences”
Respondió mientras servía otra taza de café.
“Deja que sea yo quien te sirva hoy”
Le ofreció la taza.
“Toma, te vendrá bien”
Victoria tomó la taza con ambas manos y bebió un largo sorbo mientras se miraban con Franco fijamente.
La tenía descolocada con su amable tono de voz, no se parecía en nada al hombre que llevo a su hermano a prepo a una reunión de adictos anónimos y mucho menos al que trató de propasarse con ella en el café,
“¿Por qué eres amable conmigo?, estoy ocupando tu casa sin permiso”
Él rio.
“Anda, tranquila. Creo que en nuestros encuentros anteriores te di una impresión equivocada. En realidad no soy tan arrogante como me viste. Solo que justo me agarraste en dos días pésimos para mí”.
Hizo una pausa.
“Bueno, en realidad últimamente mis días son un desastre, por eso vine, pues planear la remodelación de la casa me relaja”.
“Ok…”
Respondió de manera cortante.
“¿Por qué no me cuentas tu historia?”
“No hay mucho que contar”
“Yo creo que sí. No sé qué te pasó, pero eres una joven hermosa”
Se sonrojó.
“No te sonrojes, lo eres y mucho. Pero no es lo único, tienes cierta educación y eres muy prolija. Algo grave debe haberte pasado para que terminaras aquí de intrusa”
La amabilidad de su tono de voz, su sonrisa afable y su cálida mirada habían hecho que la joven se relajara.
“Mi madre es una maldita alcohólica y se casó con un hombre despreciable, por años ha tratado de someterme, sin éxito. Hasta que tomé valor y me escapé hace unas semanas, con lo puesto y sin un centavo”.
Se acercó a ella y acarició rostro.
“Pobrecilla, debe haber sido muy duro para ti”
Ella quitó su rostro.
“Ni tanto, me enseñó a defenderme de cierta clase de hombres”
“¿No creerás que soy de esa clase?”
La miró con tristeza.
“No te conozco, no sabría decirte”
“Pues entonces conóceme y verás”
Le sonrió.
“¿Qué te parece?”
“Creo que es lo menos que puedo hacer luego de meterme en tu casa sin invitación, te lo debo”
“No me debes nada, puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. Y usar a placer las instalaciones. Y si quieres irte, también eres libre de hacerlo. Pero me gustaría que te quedaras”.
Esa faceta de Franco le encantaba.
“Me gusta esta casa, así que creo que me quedaré”
“¡Qué bueno!, pero de vez en cuando me tendrás por aquí, pues tengo la intención de comenzar con el reciclaje”
“Es tu casa, siéntete libre de entrar y salir cuanto quieras. ¿Te doy una llave?”
Rieron a carcajadas.
“¿En qué habitación estás durmiendo?”
“En la de la chimenea”
“No eres tonta para elegir, esa es mi habitación, o lo será cuando termine de remodelar la casa y me mude”
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