Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 8
Capítulo 8:
Una vez en la cama tomó la tarjeta que le había dado Lucero.
De Angelis Cía. S.A.
Dr. Franco De Angelis Presidente Móvil 598 099 633 4273
Olió la tarjeta.
Tenía su perfume.
Su adorable perfume.
Se la llevó al pecho y la recordó a él.
Era un hombre hermoso, casi un dios griego.
Pero muy presumido.
¿Qué se había pensado?
¡Qué atrevimiento!
Tocar su pierna e insinuar que podía comprarla de la forma en que lo hizo.
Era muy altanero y se creía que podía llevarse a todo el mundo por delante.
…
Al día siguiente había quedado de ir por la ONG a darle una mano a Pablo con la pintura del salón, pero tuvo miedo de encontrarse con él.
“Hola, Victoria, buenos días”
“Hola, Pablo, espero que no te enojes conmigo, pero no me siento bien y no podré ir hoy a ayudarte”.
“¡Uh, que pena que te sientas mal!, no te preocupes, uno de los chicos y su hermano se ofrecieron a ayudarme. ¿Recuerdas al que trajeron a rastras?”
“Lo recuerdo perfectamente”
Dijo ella.
“Bueno, ellos. Así que tu tranquila y mejórate pronto, si necesitas cualquier cosa me llamas”
Dijo él.
“Gracias, Pablo, y me alegro que tengas ayuda”
Dijo ella.
No podía creerlo, estaba en lo cierto.
Había ido a la ONG a ver si la encontraba.
Se sentía satisfecha de haberlo evitado.
Era muy atractivo y le hacía tener sueños húmedos, pero era muy irritante.
Por los siguientes días había logrado escabullirse evitando encontrarse con él.
Se había hecho un cliente habitual del café, pero ella estaba segura que no era por la buena mercadería sino para poder hablar con ella.
Y ella no se lo pondría nada fácil.
Los días fueron pasando y Franco había dejado de ir al local.
Eso era señal de su rendición.
Era el día libre de Victoria, por lo que había aprovechado para dormir un rato más.
El sol entraba por la ventana, era un día por demás hermoso.
Se puso en pie y, luego de higienizarse.
Después se dirigió a la cocina para prepararse el desayuno.
Cuando bajó las escaleras y entró, quedó paralizada.
Su corazón se escapaba del pecho.
“¿Qué demonios haces aquí, Franco?”
Franco la miró y no daba crédito a lo que veía.
En el umbral de la puerta de la cocina, se encontraba Victoria, vestida solo por una sudadera que apenas le cubría las nalgas, descalza y su rubio cabello despeinado.
Era hermosa, le quitó el aliento.
“¿Yo?, tú, ¿Qué haces aquí?”
“Vivo aquí”
“¿Qué vives aquí?, ¿En mi casa?”
“¿Cómo que tú casa?”
“Si, la propiedad me pertenece, hace mucho que no vengo, la tengo descuida”.
“Joder, Franco, yo no sabía, necesitaba un lugar para quedarme y estaba vacía. Juro que no he robado nada, y te pagaré un alquiler por los días que estuve, ahora junto mis cosas y me voy…”
Hablaba a toda prisa y casi sin respirar.
Giró y dio un paso fuera de la cocina, Franco corrió hacia ella y la detuvo por un brazo.
“Espera, no te estoy echando”
Le sonrió con amabilidad.
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