Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 7
Capítulo 7:
Casi ninguno había levantado la vista para mirarla, solo se dignaban a estirar la mano y coger la carta que les ofrecía.
Pero a la hora de tomarles el pedido, la cosa cambió.
Cada uno de ellos la miraba mientras le encargaba lo que quería.
Al acercarse al último, su corazón se detuvo, pues el caballero allí sentado levantó la vista y clavó sus azules ojos en los de ella.
Su respiración se agitó.
Era Franco.
El mismísimo señor perfecto.
El sacudió su cabeza, incrédulo de lo que veía.
A ella le tembló la mano.
Observó que todos sus acompañantes estaban absortos en sus conversaciones sin prestarle ninguna atención. Y casi en un susurro le dijo:
“¿Cómo dijiste que te llamabas?”
No iba a dejar pasar la oportunidad de saber, al menos, su nombre.
“Victoria, señor”
La voz se entrecortada.
“Puedes llamarme Franco”
“Como guste, seño…Franco”
Le sonrió con una mueca.
“¿Que desea?”
“A ti”
Rozó con su mano la pierna de Victoria, cosa que la incomodó.
“Pues no soy parte del menú”
Dijo dando un paso hacia atrás.
“Tendrías que serlo, eres una criatura exquisita”
Ella se sonrojó
“Me está incomodando”
“Disculpa, no es mi intención”
Le regaló una sonrisa.
“Tráeme un café negro, sin azúcar”
“De comer, ¿Va a querer algo?”
“Tráeme lo que quieras”
Se dio vuelta y se incorporó a la conversación que estaban teniendo sus colegas.
Victoria se retiró algo ofuscada.
¿Qué había sido ese derroche de testosterona?
¿Quién se creía que era para tratarla o así, como si pudiera comprarla?
Mientras en la cocina preparaban los pedidos, ella fue al baño a lavarse el rostro y tratar de bajar su molestia.
Fue llevando de a poco los pedidos a la mesa y al llegar al de Franco, habló con Lucero
“¿Podrías llevar por mí, el último pedido?, es que me siento mal y necesito ir al baño”
Lucero accedió
“¿Dónde está Victoria?”
“No se sentía bien, por eso lo atiendo yo, disculpe la molestia”
“Espero que no sea nada malo”
Metió su mano en el bolsillo y sacó una tarjeta.
“¿Me harías el favor de darle esta tarjeta y pedirle que me llame? Es que va a un grupo con mi hermano y necesito preguntarle algo”
“¡Sí, por supuesto, se la daré!”
Ella se mantuvo en el baño hasta que abandonaron la cafetería.
“¿Estás mejor, Victoria?”
“Si gracias, ya estoy bien”
“Me alegro, el hombre guapo de la punta me dejó una tarjeta para que lo llames, me dijo que conocías a su hermano de un grupo o algo así, y quería hacerte una pregunta”
“Gracias, Lucero”
Victoria tomó la tarjeta y la guardó muy bien, pero sin mirarla.
Ayudó a los chicos con la limpieza del local y se marchó a ‘su casa’.
Repitió el ritual de encender la chimenea y llevarse algo de comer a la cama, pero esta vez era algo llevado de la cafetería.
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