Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 67
Capítulo 67:
El agachó la cabeza.
Pero al escuchar la respiración agitada de Victoria, la levantó y clavó sus ojos en los de ella, se acercó lentamente y le apoyó los labios sobre los suyos.
Pero solo los mantuvo así por unos segundos, mientras sentía como se ponía rígido el cuerpo de la joven.
Eso hizo que tuviera un momento de cordura entre tanta locura, y se separó con sumo cuidado.
“Lo siento, Victoria, soy un imbécil”
Dio unos pasos hacia atrás y la miró de arriba abajo.
“No me gusta verte tan tensa, nunca más provocaré ese estado en ti, te lo juro”
Y sin decir una palabra más se retiró de la habitación.
Victoria resbaló por la pared y cayó sentada.
Allí se abrazó de las rodillas y se lanzó a llorar desconsoladamente.
…
“Creí que te habías ido a la cama, Andrés”
Dijo él.
“Pues fíjate que se me antojó un té antes de dormir, ¿Quieres uno?”
“No, me tomaré un whisky”
“Como quieras”
Franco se sirvió la bebida y quedó con la mirada perdida.
Se sentó en el taburete frente a la isla de la cocina mientras Andrés preparaba su té.
Este lo miró un par de veces antes de romper el silencio.
“¿Qué es lo que estás haciendo, Franco?”
Franco levantó la mirada.
“¿A qué te refieres?”
“A Victoria”
“Sigo sin entenderte”
“Vamos, Franco, no sé qué hay entre ustedes, pero seguro no es amor”
Franco, pensó por unos instantes antes de responder.
“Eres mi amigo y no voy a mentirte, la conocí por casualidad, algún día te contaré era parte, y le propuse que se hiciera pasar por mi novia, todo fue para hacer que mi abuela dejara de molestarme, tratando de casarme con cuanta niña rica se le cruzaba. Pero va pasando el tiempo me voy acostumbrando a ella, he pensado en romper nuestro acuerdo varias veces, pero cuando la tengo enfrente no puedo hacerlo”
Bebió de un solo sorbo el líquido que tenía en su vaso.
“No sé qué me pasa con ella…”
…
La mañana había llegado y con ella el nuevo día.
Victoria abrió los ojos y miró al otro lado de la cama, estaba sin tocar, señal de que Franco no había estado allí.
Se desperezó y se sentó.
Al mirar hacia el sofá, lo vio allí.
Estaba durmiendo aún.
Había estado tan exhausta de llorar que al dormirse lo hizo de una manera tan profunda que no se percató cuando él había vuelto al dormitorio, y mucho menos acostarse en el sillón.
Él también se desperezó y lo primero que hizo fue mirar hacia la cama donde se encontró que ella estaba sentada mirándolo fijamente.
“Buenos días, chiquilla”
Dijo él.
“Buenos días, Franco”
Dijo ella.
Él se levantó y se sentó en la cama frente a ella.
“¿Estamos bien?”
Preguntó.
“Dímelo tú, que eres el que tienes esas actitudes que me asustan”
Dijo ella.
“No tengo idea de porqué lo hago, es algo que a veces no puedo evitarlo”
Dijo él.
“Pero me asustas”
Dijo ella.
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