Capítulo 57:

“¿Por qué?”

Dijo tirándose hacia atrás para quedar sentado frente a ella.

“Yo solo quiero dormir contigo”

“Tú…”

“Nada, no seas mal pensada. Es solo dormir”

Y le dedicó su mejor sonrisa maliciosa.

“Si quisiera otra cosa te lo diría”

“¿Ah sí?”

“Claro. Te diría algo así como…”

Cruzó sus manos y tronó los dedos.

“Vic, estás especialmente bella y sensual. Me gustaría meterte en mi cama y hacerte el amor hasta que g!mieras de placer mientras dices mi nombre”

Victoria jadeó sin darse cuenta y él volvió a sonreír.

“Pero no, en lugar de eso te digo que quiero dormir contigo. ¿Entiendes la diferencia?”

“Sí”

Respondió con voz temblorosa.

“Entonces, ¿Puedo o no, dormir contigo?”

“Ok”

Dijo casi ahogadamente.

“Bien, hazme un lugar”.

Se metió en la cama.

Por un rato estuvo boca arriba y Victoria dándole la espalda.

Pero luego se volteó sobre un costado y la abrazó por detrás.

Pudo sentir como se estremecía en sus brazos.

Se acercó aún más y metió su nariz entre el cabello de la joven.

Esta vez ella tembló.

“Tranquila, no voy a hacerte nada. Sólo quiero sentirte contra mi”.

“Sabes qué me pone nerviosa el contacto con un hombre, ¿Verdad?”

“¡Claro que lo sé! Y por eso te agradezco que me dejes acercarme como lo haces. Pero también quiero que pierdas ese miedo. Para que algún día puedas entregarte a alguien en cuerpo y alma, disfrutando de tu sexualidad como mereces”.

Corrió el cabello que le cubría el cuello y se lo besó, con tal pasión que Victoria sintió punzar su pelvis.

“¡Franco, cielos!, estoy aterrada”

“Shhhh… calma y ahora duerme. Yo te cuidaré por siempre”.

El sol que se colaba por la ventana despertó a Franco, quien al abrir los ojos se encontró boca arriba en la cama con Victoria apoyada sobre su pecho desnudo.

El contacto directo con su piel y la noche pasada juntos, le provocaron una er$cción de tal magnitud que le resultó hasta dolorosamente placentera.

Aun así, se quedó largo rato inmóvil disfrutando del satisfactorio contacto con el cuerpo de Victoria.

La observó dormir sobre él y por el escote de su pijama pudo ver asomar uno de sus perfectos senos.

Suspiró.

Sabía que no era de caballeros mirar a una dama desnuda.

Por suerte él no era un caballero.

Así que disfrutó el espectáculo brindado.

No pudo evitarlo y acarició, con la punta de sus dedos, alrededor de su pezón deleitándole ver como se endurecía.

Sin despertarse, Victoria, g!mió.

Él se enderezó.

Estaba dispuesto a ir hasta lo último para hacerla suya esa mañana.

Pero cuando Victoria abrió los ojos y lo miró se sintió un sucio cobarde al pensar en aprovecharse de ella en esa circunstancia.

Así que le sonrió y se levantó.

Ella notó que uno de sus senos estaba expuesto y se ruborizó hasta arderle el rostro. Franco, que se encontraba sentado al borde de la cama de espaldas a ella, le dijo:

“Tu secreto está a salvo conmigo…”

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar