Capítulo 50:

Narrador:

Cuando escucho que Rebeca se fue, su corazón se paralizó.

Estaba otra vez sola en la habitación con él.

De pronto Franco ingresó en el baño

“¿No vas a salir a comer?”

“Sí, claro, es que…”

Él acarició su rostro con dulzura.

Victoria cerró sus ojos.

“Te debo causar miedo, perdona”

Le tomó las manos y se las besó.

“No quiero que me tengas miedo, pero a veces no puedo evitar tener esos arranques, eres una criatura bellísima y muy sensual…”

“Sensual… ¿Yo?”

Preguntó con asombro.

“Si, tú”

Se acercó aún más y beso el cuello de Victoria.

Justo encima de la marca que él mismo le había dejado.

Ella se quejó, pero Franco no le provocó dolor alguno.

“Haces eso, y luego me pides que mantenga la cordura, Franco vas a volverme loca”

Él sonrió.

La tomó por la cintura y la llevó a la mesa que Rebeca había servido.

“Ven, come algo que hace muchas horas que no lo haces”

“La verdad tengo hambre”

Acotó mientras se sentaba.

“Y esto se ve súper delicioso”

“Me alegro, ahora comételo todo”

Por unos minutos estuvieron en silencio.

Victoria no comía, devoraba.

Más allá que tenía hambre, nunca había comido tan sabroso y tanta cantidad desde que estaba en la mansión.

Franco la observaba y no dejaba de sonreír.

Cuando Victoria termino de comer, él se dirigió al sillón.

“Acércate, tenemos que hablar”

Esas palabras estrujaron el estómago de Victoria.

“Tranquila no me mires así, no voy a hacerte nada, siéntate aquí conmigo”

“¿No?”

Preguntó un poco decepcionada.

“Iba hablarte de nuestro siguiente paso, pero creo que voy a cambiar de tema”

“Sí, ¿Y de que hablaremos?”

“Directamente de nosotros”

“No, no quiero hablar de eso, ahora”

Franco quedó desconcertado con la respuesta.

“Mejor, sí, hablemos de nuestro siguiente paso”

Él se acercó a ella hasta el punto pegar su cuerpo al suyo.

Las respiraciones se hacían entrecortadas, Victoria entre abrió sus labios y se pasó la lengua.

“¿Recuerdas lo que te dije de pasarte la lengua por los labios?”

“Por supuesto que sí”

Y repitió el gesto.

“Prometí no tocarte, pero no me provoques”

“Pero yo no prometí nada…”

Se subió encima de él.

Quedando así, de frente, sentada en sus piernas

“Tú solo no me toques”

Comenzó a besarle el cuello.

Luego, le abrió la camisa y pasó sus labios por el pecho de Franco, le desabrochó el cinturón, él soltó un quejido de placer.

Casi no podían respirar, ella seguía besando el pecho del joven, hasta que llegó a su ombligo, entonces él la detuvo.

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