Capítulo 48:

Narrador:

La mujer sonrió complacida.

Ella había visto prácticamente nacer a Franco y a Luciano.

Hace muchos años que servía en Casa de los Angelis.

Había sufrido las tragedias y las alegrías de esta familia.

A ella le regocijaba ver a Franco feliz, al menos era lo que Franco quería aparentar.

En otro lugar…

“¿Cómo estás querida, amiga?”

“Muy bien, Juliana, ¿Y tú?”

“Todo bien por aquí, que gusto que me llamaras y te hayas hecho un tiempo para venir a charlar”.

“Es que tengo muchas cosas que contarte”.

“Estoy deseosa de oírlas, pasemos a la sala que haré traer el té”

Las ancianas eran viejas amigas, sus familias siempre fueron muy cercanas.

Juliana era la abuela de Carla, la eterna pretendiente de Franco, pero a él nunca le interesó en demasiado.

“Tengo malas noticias para Carlita, Franco tiene novia y está muy enamorado”.

“¡No me digas!”

“Sí, tan es así que nunca lo había visto tan feliz, le ha vuelto la luz, estaba tan amargado todos estos años, pero desde que esta chica entró en su vida, a ha cambiado, se le ve muy bien”.

“¡Ah, pobre Carlita!, va a sufrir al enterarse, ella siempre tuvo la ilusión de casarse con él”

“Bueno, pero no va a poder ser, el encontró a ésta chica, y ya estamos planificando el compromiso,

pues están reciclando la casa que era de los padres de Franco, para vivir allí luego de la boda. Y lo están haciendo juntos, así que es serio por demás”.

Carla, que estaba escuchando la conversación de las ancianas corrió a llamar por teléfono a Franco.

Franco iba subiendo las escaleras hacia el dormitorio de Victoria cuando le sonó el móvil, se detuvo a medio camino para atender la llamada.

“Carla, ¿Qué tal?”

“Franco, dime que no es verdad”

Supuso que su abuela ya la había puesto al día.

De todos modos prefirió hacerse el desentendido.

“¿De qué estás hablando, Carla?”

“De que tienes novia y vas a casarte”

Suspiró y se lo hizo sentir.

“Supongo que ese suspiro me da la razón”

“Pues fíjate que sí, tengo novia y estamos viendo de casarnos”

“Franco, ¿Cuándo ibas a decirmelo?”

“No sabía que te lo tenía que comunicar”

“Tú y yo tenemos…”

La interrumpió.

“No, Carla, tú y yo no tenemos nada, solo nos acostamos de vez en cuando, pero aparte de eso, nada, por ende no tengo que darte cuenta de mi vida personal”.

“Eres un desgraciado y te vas a arrepentir”

“No me amenaces… Carla, Carla…”

Pero ella ya había cortado la comunicación.

Bueno la maquinaria ya estaba rodando.

La idea era que todo el mundo se enterara de la relación con Victoria, para lograr un poco de paz en su vida.

Aunque sabía que Carla era rencorosa y podía llegar a ser muy molesta.

Franco se rascó la nuca y continúo su ascenso hacia el dormitorio de la joven. Llegó a la puerta, relajó el rostro y entró.

La encontró sentada en la cama, esperándolo.

“¿Puedo ya bañarme, Seños Angelis?”

Él sonrió.

“Claro que sí, chiquilla, ¿Puedes levantarte?”

“Si, puedo, ya me siento casi bien”

“Ok, te espero aquí, pero no pases el cerrojo a la puerta”

“De acuerdo”

Victoria entró en el baño y se quitó lentamente la ropa.

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