Capítulo 43:

Narrador:

Quería enojarse con Franco pero le era imposible.

El solo contacto con su cuerpo hacía que se entregara.

Sentir el cuerpo de ella pegado al de él le llenaba de placer.

Le besó la cabeza.

Luego de pasar por recepción, caminaron abrazados hasta el coche.

“Gracias por todo, Franco”

Dijo ella.

“Nada que agradéceme, chiquilla hermosa, un placer. Solo me preocupas un poco, me gustaría que pidiéramos una segunda opinión”.

“Ahora puedo pagarme un seguro médico, así que me parece bien”

“Nada de pagarte, mientras estén conmigo yo cubriré todos tus gastos, por eso te di una extensión de mi tarjeta de crédito. El otro dinero es para ayudarte cuando todo termine”

‘Todo termine’, retumbó dentro de su cabeza.

“¿Cuándo todo termine?”

“Si, Victoria, en algún momento tendremos que ponerle fin a la farsa…”

Franco pudo notar la ansiedad que eso le producía a Victoria.

“Pero falta mucho para eso, es mejor ni pensarlo”

Victoria suspiró

“Pues creo que tendrá que terminar más rápido que pronto, o tu abuela nos hará casar…”

Ambos rieron, pero en el fondo sabían que había mucha razón en esas palabras.

“Ahora debes preocuparte por tu salud. Mi abuela será un poco pesada en eso, así que tendrás que aguatarla un poco”

Comentó él.

“Será magnífico tener alguien que se ocupe por mi saludo por primera vez en mi vida”

Franco frunció el ceño al mirarla.

“¡Perdón!, he sido yo quien se ha preocupado primero por ella”

Victoria le sonrió y apoyo su mano sobre la que él tenía en la palanca de velocidades y la apretó un poco.

“Tú siempre eres el primero y siempre lo serás”

Se llevó la mano a la boca y la besó

“Tal declaración puede generar confusión”

“Ninguna confusión, tú eres el primer hombre al que le intereso en realidad, al que me le acerco, al que le tengo confianza, con el que converso sin tapujos y, aunque por un contrato, eres mi primer novio”

Él no pudo evitar besar de una forma un poco más se%ual la punta de los dedos de la joven, a la que escuchó g%mir.

Entonces le bajó la mano de Victoria he hizo que la apoyara en su pierna a la altura del muslo.

Ella la dejó allí y, cerrando los ojos, se recostó al asiento.

El viaje fue placentero.

Franco hizo hasta lo imposible por no tener ningún sobresalto.

Al llegar a la mansión, como era de esperar, su abuela la estaba esperando.

“Cariño, nos preocupaste a todos, ¿Cómo te encuentras?”

“Abuela, muchas gracias, estoy mejor, algo cansada pero mejor”

“Bueno, tesoro, sube a tu habitación a descansar, si necesitas algo avisas”.

La joven asintió con la cabeza y, con la ayuda de Franco, subió a su habitación.

Una vez en ella, se sentó en la cama.

Estaba tan cansada.

“¿Te ayudo a desvestirte?”

Lo preguntó de una manera inocente por demás, a Victoria la conmovió.

“No quiero molestarte”

Dijo ella.

“De ninguna manera, chiquilla, te ayudo”

Respondió con una sonrisa.

La sensación que sintió Victoria al ser desvestida por Franco fue mucho más intensa que la que tuvo cuando la vistió.

Cada botón de la blusa que desabrochaba, su corazón se agitaba.

Cuando la deslizó por sus hombros, g!mió.

Franco lo notó, pero prefirió ignorarlo.

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