Capítulo 38:

Victoria:

“En realidad de todo, Franco, me sucede de todo”

“¡No me asustes!”

“Tú me dijiste que tenías que hablar luego de la cena, entonces aquí estoy”

Me senté al borde de su cama, de frente a él, noté que se ponía inquieto.

Por primera vez lo veía nervioso con mi presencia.

Frotó su nuca.

Pude ver que estaba lastimado.

De inmediato recordé mis dedos sucios de sangre, me los miré y me horroricé.

“¡Cielos, Franco, te hice daño!”

“¿De qué hablas, Victoria?”

Me acerqué a él y puse mi mano en su nuca.

Pude sentir como se estremecía.

Entrecerró sus ojos y me dijo:

“¡Ah, te refieres a esto!, descuida, chiquilla, no es nada. Solo estabas nerviosa”

“¿No es nada?, Franco, estás sangrando, deja que te cure”

Me levanté y fui al baño a ver si en el botiquín tenía, aunque fuera, alcohol.

Tomé una toalla de mano, la botella y volví junto a él a la cama.

“Date la vuelta, deja que te desinfecte la herida”

Apoyé la toalla mojada en el alcohol sobre la herida y se quejó.

La limpié lo mejor que pude.

Pasé mis dedos por el lóbulo de su oreja.

Sentí como se estremecía y dejaba escapar un suspiro que casí fue un g$mido.

Mi piel se erizó por completo y mi corazón volvió a agitarse.

Me acerqué a su cuello y se lo besé, encorvó su hombro por del espasmo que le causé.

Pero se quedó en la misma posición, parecía esperar algo más de mí.

Así que se lo di.

Volví a besarle el cuello.

Pero esta vez le hice sentir como le pasaba la lengua.

Creo que fue mucho para él, pues se dio vuelta de forma brusca y me tomó de la muñeca.

Pensé que me iba a salir con el que ‘es peligroso, no juegues conmigo…’

Pero en lugar de eso, me miró de una forma que me intimidó.

Hizo una mueca con sus labios.

Me estremecí por completo y pasé mi lengua por los labios.

Ahora su mueca se transformó en una sonrisa malvada.

“Voy a confesarte algo…”

“¡Eh!”

Me descoló por completo.

“Cada vez que pasas la lengua por tus labios, y lo haces muy a menudo, me provoca besarte”

Sentí el corazón saltar.

“Pues…”

Pensé lo que iba a decir.

No quería estropearlo.

Pero era mi oportunidad de quitarme el miedo de estar con un hombre así que actué de forma libre.

“Cada vez que me paso la lengua por los labios imagino que siento el sabor que dejaste en ellos”

“¡No puedes decirme eso!”

Suspiró cerrando sus ojos.

“Creí que no íbamos a mentirnos…”

No terminé mi frase porque me calló con un dedo sobre mis labios.

“No es bueno, Victoria, esto no puede pasar. Nosotros estamos jugando y lo estamos creyendo, eso es peligroso. No debemos hacerlo. En realidad, no estamos juntos ni lo estaremos. No hay un futuro juntos, no hay un final feliz de cuento de hadas”

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Quería llorar a gritos.

Estaba destrozada.

Me sentía muy humillada.

A pesar de mirarme de la forma que me miraba, acababa de rechazarme.

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