Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 29
Capítulo 29:
Victoria:
Gracias a que Franco estaba del otro lado de la mesa, apartó la vista de la pantalla de su móvil para mirarme y regalarme una hermosa sonrisa por demás llena de malicia.
“Mi amor, que bueno que pudiste descansar. ¿Te dormiste en seguida?”
Seguía con su sarcasmo.
“Por supuesto. Ni bien pegue la cabeza en la almohada me dormí, podría decirse que casi me desmaye”.
“Me alegro. ¿Te sientes bien?”
“Perfectamente, ¿Por qué lo preguntas?”
“Por la bufanda en tu cuello”.
“Solo tengo algo de frío y aproveché la sudadera que me prestaste”
De inmediato se puso de pie, me abrazó y puso sus labios sobre mi frente.
“¡Gracias a los cielos, no tienes fiebre!”
Le di un leve empujón y lo fulminé con la mirada.
“Ya te dije que estoy bien, ¿Podemos irnos ya a buscar mis cosas?”
“¡Claro que sí, mi vida!, ¿Pero no quieres desayunar primero?”
“Preferiría que no”
Y morando a la anciana pregunté.
“Si no te molesta, abuela…”
“¡Oh, mi cielo, claro que no! Siempre que vuelvan para la cena, a ver si logro que Luciano esté aquí”
Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla.
“Eso me encantaría, nos vemos en la noche”
Me tomé de la mano que me extendía Franco y salimos de la mansión rumbo a su coche.
Por unos minutos el silencio reinó en el interior del auto.
Yo respiraba con dificultad, ya no sabía que esperar de Franco, es que en realidad no lo conocía y tal vez la fantasía que me había hecho de él, nada tenía que ver con la realidad.
Abrí la ventanilla para ver si el fresco aire invernal me despejaba los pulmones.
De pronto me miró muy serio.
“¿Te sientes bien?”
Lo miré como si no supiera de que hablaba.
“Ya te dije que estoy bien, me falta un poco el aire. Solo eso”
“Yo creo que es algo más, pero tienes derecho a ser reservada, después de todo no somos ni siquiera amigos, solo somos socios”
“Exacto”
Respondí mirándolo directamente a los ojos.
Luego giré la cabeza y seguí mirando por la ventanilla.
Pero esas palabras: ‘no somos ni siquiera amigos, solo somos socios’ pegaron fuerte en mi cabeza y se clavaron como filosas dagas en mi corazón.
Yo no sabía que esperar de ésta relación con Franco, pero sentir tanta indiferencia de su parte en ese momento me entristeció al punto de nublar mis ojos.
Por suerte pude evitar que las lágrimas fluyeran al exterior, pero lloré por dentro.
Varias veces giró su rostro para mirarme, pero no volvió a dirigirme la palabra.
Al llegar a la casa casi no esperé a que frenara del todo para bajarme del coche, corriendo subí las escaleras y me encerré en el dormitorio.
Lloré por largo rato, pude escuchar sus pasos deteniéndose en la puerta, entré en el baño a darme una ducha.
Aunque en realidad estaba huyendo de él.
Perdí la noción del tiempo que estuve bajo la ducha.
Quería calmarme, pero no lo conseguía.
Al final cerré la llave y me envolví con la toalla.
Sufría espasmos respiratorios a culpa del llanto, eran inevitables.
Me sequé un poco con otra toalla el cabello y sin peinarme siquiera salí del baño.
Me paré frente al espejo y observé mi cuello marcado.
La puerta se abrió y por el reflejo puedo observar a Franco acercarse a mí, cuando estuvo parado a mi espalda puso sus manos en mi cuello y acarició con sus pulgares mi nuca, haciendo que mi cuerpo se estremeciera por completo.
Cerré mis ojos y suspiré ante su contacto.
Pasó su dedo índice por la marca en mi cuello, abrí mis ojos para observarlo a través de su reflejo.
Se acercó y apoyo sus labios sobre ella, temblé pensando que repetiría la acción de la mañana, pero para mi sorpresa la besó con suma ternura y delicadeza.
Levantó la vista y me miró por el espejo.
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