Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 26
Capítulo 26:
Narrador:
Froté mi rostro con ambas manos para tratar de calmarme.
Cuando despertó, dijo:
“Franco, ¿Qué haces allí parado?”
¿Qué podía decirle?
¿La verdad?
‘Estoy a punto de mast$rbarme mientras te veo dormir’
No era una opción, así que hice lo mejor que sé hacer.
Mentir.
“No quería incomodarte, chiquilla, pero al irme me pareció que estabas algo triste y quise ver si necesitabas algo. Golpee y no me respondiste, como la puerta estaba abierta, entré. Y te despertaste”
Lo hice ver como que recién lo había hecho, cuando en realidad hacía largo rato que la observaba dormir.
“Veo que estás bien, así que me vuelvo a mi dormitorio”
“¿Podrías quedarte un rato conmigo?”
Me preguntó sentándose en la cama.
“¡Claro que sí!”
¿Cómo podría negarme a semejante petición?
Era lo que en realidad fui a buscar.
Sabía que no podía hacer lo que deseaba, pero no por el maldito contrato, sino porque le había dado mi palabra y ella no se merecía que no la honrara.
Me senté en la cama a su lado, ella se recostó a mi hombro, entonces la abracé.
Le froté la espalda y me empujó sobre la cama.
Se subió encima de mí y cuando iba a besarme.
“No es lo que quieres, Victoria”
Y la corrí, dejando que cayera en la cama.
“No es buena idea, chiquilla. Ya lo hemos hablado, no puedo tocarte, no me hagas esto, por favor”
Me puse de pie y la miré seriamente.
“Si no te pasa nada, voy a dormir, que descanses”
Sin decir más nada, ni esperar respuesta, me retiré a mi habitación.
Por primera vez en mi vida había primado el sentido común sobre el instinto se%ual.
¡Saben los cielos, cuanto la deseaba!
Pero, si es que algún día fuera mía, no sería así, a lo loco y sin pensar.
No quería eso para ella, no lo merecía.
Estaba confundida y asustada, no podía aprovecharme de eso.
Victoria:
Lo encontré sentado en la cama con la sudadera en la mano.
Me miró de lascivamente y de una manera intimidante.
Sentí mi cuerpo estremecer de pies a cabeza.
Una puntada placentera recorrió mi pelvis.
Ese hombre me enloquecía.
“¿Te vas?”
Se escapó de mis labios en un susurro, casi un suspiro.
Mi corazón se agitó al ver que se daba vuelta y volvía a mirarme de esa forma tan particular de hacerlo que tenía desnudándome con sus ojos.
Pensé que se me abalanzaría, arrancaría la toalla que me cubría y me poseería de forma salvaje y lujuriosa.
Pero contrariamente se fue sin responder siquiera.
Quedé perpleja.
Tomé la prenda que había dejado sobre la cama, la olí y la abracé, como tratando de hacérselo sentir a él.
Me la vestí y entré en la cama.
Luego de un largo rato de intentar y no poder conciliar el sueño, lo logré.
Cómo era de esperarse, soñé con él y en cómo me quitaba la toalla que llevaba puesta, para tirarme sobre la cama y hacerme suya sin pedir permiso.
Desperté sobre saltada, pero mi sorpresa fue grande cuando lo vi parado a los pies de la cama, recostado a la pared.
Me dijo que recién había entrado, pero yo sentía que hacía un rato que me observaba, no sé cómo, pero lo sabía.
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