Capítulo 13:

Victoria:

¿Por qué me llamó?

Que escusa más tonta la de los jardineros, es su casa, no tenía que justificarse.

Además ya me había dicho que empezaría con las obras.

Y yo debo empezar a buscar donde irme, pues pronto estarán dentro de la casa y yo seré un estorbo.

¿Su novia?

Realmente les dijo que era su novia,

Pero… ¿Quién le creería?

Un hombre con esa clase de novio con una chica como yo…

¡Que estupidez!

Pero que hombre tan dulce cuando quiere, pareciera tener doble personalidad, me gusta.

Mis experiencias se%uales son muy limitadas, experimenté con un par de chicos, pero cuando mi padrastro empezó a acosarme, tuve miedo de intimidar con alguien.

Así que hace ya un buen tiempo que no pienso en ello, pero Franco ha reavivado esa llama en mi interior.

Me he soñado besándolo e incluso haciendo el amor con él, eso ha hecho que mi cuerpo reaccione de maneras insospechadas.

Pero no es un hombre para mí.

O mejor dicho, no soy una mujer para él.

Con esos pensamientos me fui a dormir.

La noche fue una tortura, no dejaba de revivir una y otra vez el día que pasamos juntos, los planes de la casa, claro con matices fantasiosos, como que me sentaba en la mesada de la cocina, y el frio de la piedra en mis nalgas hacía que mi cuerpo se erizara, pero el calor de su boca en mi cuello y luego en mis senos, aliviaban el frío sentido.

Luego bajaba hasta mi pelvis y con su lengua hacía que g!miera de placer, para luego p$netrarme de una manera salvaje y feroz.

Haciendo que gritara ante un placentero dolor.

Mientras jalaba de mi cabello para romper mi boca con sus dientes.

De más está decir que mi sueño por demás húmedo causo que me tocara pensando en él.

Al llegar al clímax creí morir, estaba empapada y agitada.

Sentí vergüenza, nunca me había pasado.

Rápidamente me levanté y me di una larga ducha.

Cuando me calmé, me vestí y me fui al trabajo.

Me esperaba una jornada por demás larga e intensa.

Al poco rato de llegar, cayó el primer cliente, era Franco, no sé porque no me sorprendía.

Mi cara ardió al recordar la noche y sobre todo la mañana, cuando me toqué pensando en él.

Me hice aire con las manos, tratando de bajar la temperatura.

“Franco, ¡Que sorpresa!”

“Victoria, buenos días “

Me dio un beso en la mejilla y ardí nuevamente.

“No tenía ganas de estar en casa y decidí venir a desayunar aquí, antes de ir a trabajar”

“Me parece muy bien, ¿Qué desea el señor?”

“A ti”

Sonrió maliciosamente y otra vez ardí.

“Calma, era una broma. Con un café negro y un par de medialunas me conformo, por ahora”

Otra vez esa sonrisa que me hacía odiarlo y adorarlo al mismo tiempo.

“Ya te traigo”

Muerta de calor y vergüenza me fui corriendo a la cocina para pedirle a Juan el encargo.

Aproveché la demora para lavarme el rostro con agua fría.

Volví con su café.

“Aquí tienes, ¿Quieres algo más?”

Me miró sonriente.

“No vayas a decir que a mí porque gritaré”

“De acuerdo, pero ya lo sabes”

Tomó la taza y bebió un sorbo.

Lo dejé en la mesa y me fui a atender a otros clientes, pero sin perderlo de vista.

Cada tanto me miraba y sonreía.

Cuando finalizó le llevé la cuenta.

“Aquí tiene la cuenta”

“Bien, gracias”

Pasó su tarjeta por el pos y pagó, cuando fui a tomar el plato para levantarlo, me tomó de la muñeca.

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