Capítulo 12:

Franco:

Esta tarde, luego de mucho tiempo, sentí que podía ser yo, que podía dejar de lado el personaje seductor y seguro de sí mismo que todos esperan.

Con Victoria me sentí real.

Me di una larga ducha y me fui directo a la cama.

No pedí ningún té, pues mi malestar era solo una excusa para no soportar el circo de la cena, no quería volver a la realidad aún.

Recosté mi cabeza en la almohada y al cerrar mis ojos la imagen que se repetía era ella con solo una sudadera parada frente a mí.

Mi cuerpo reaccionaba de forma automática.

No quería que me pasara, pero me pasaba.

Tomé mi móvil y marqué su número, aprovechando que me lo había dado en la tarde.

Al oír su voz, todo mi ser se erizó, sentí como se me paraban los pelos de la nuca y un estremecimiento me corría por la espada.

“Hola…”

“Hola, Victoria”

“¿Franco?”

“Si, creí que tenías mi teléfono en la agenda”

“¿Y porque lo tendría?”

“Porque te mandé una tarjeta con la otra camarera del café”

“Cierto, pero como no pensaba llamare jamás, rompí en mil pedazos y la tiré”

“¡Uff!, me has roto el corazón junto con la tarjeta, chiquilla”

Solté una carcajada para que supiera que era una broma.

“Lo siento, de haberlo sabido…”

“¿Qué hubieras hecho?”

“La hubiera quemado y así te hubiera quemado el corazón “

Ambos reímos.

“Anda, mira tú por dónde. Me resultaste en una chica mala”

“Fíjate que no, soy muy tierna”

“De eso no me cabe la menor duda”

Ya empezaba nuevamente a ser el lascivo de siempre, así que corregí el rumbo.

“Pero te llamé para avisarte que mañana van a ir unos jardineros a limpiar la parte de los jardines que dan al fondo de la casa. Es que mi idea es empezar de afuera hacia adentro. Te aviso para que no te asustes, ellos no entrarán a la casa, solo a los jardines, de todas formas si necesitas algo, pide para hablar con Horacio que es el capataz, él ya sabe que tú vives allí”

“¿Ah, sí?”

“Sí, y para que te respeten le he dicho que eras mi novia”

Esperaba alguna reacción de ella, pero en lugar de eso hubo un incómodo silencio.

“Espero no te moleste, lo hice para que no te molesten por miedo a enfadarme”

“Si tú lo dices…”

Al fin rompía el silencio.

“Créeme, es lo mejor”

Traté de sonar convencido.

“Igual mañana no estaré en todo el día, pues Lucero me ha pedido que haga doble turno porque una chica enfermó, así que me iré muy temprano y llegaré muy tarde”.

“Bien, recuerda dejar cerrada con llave la puerta principal”

“Ahora siento que vivo en una casa de verdad”

Se rió.

“Siempre fue una casa de verdad, solo que te estaba esperando”

Suspiré.

“La has llenado de luz, eso es seguro”

“Perdona, pero es lo que pienso. Prometí portarme bien contigo y te juro que lo haré, pero hay cosas no dejaré de decir”

“Ok, supongo que tendré que acostumbrarme”

“Supongo que sí, ahora te dejo. Que descanses y tengas dulces sueños”

“Igual tú”

Adoré poder hablar con ella antes de dormir.

Por supuesto no le creí que hubiera roto mi tarjeta, aunque no haya querido llamarme. Esa noche dormí como hacía años que no lo hacía.

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