Capítulo 11:

Victoria:

Sin darme cuenta esbocé una sonrisa de satisfacción cuando Franco levantó la vista y me miró desde allí abajo.

Salí corriendo y llegué en un segundo a su lado.

“Estaba mirando la ventana, justamente la del dormitorio que ocupas, y creo que me gustaría que tuviera una gran terraza con columnas que llegaran hasta donde estamos”.

“Sería bellísimo”

“¿Verdad que sí?”

Me miró con la mirada de un niño ilusionado la noche de Navidad.

Tomó mi mano y la puso en su brazo, así caminamos por todo el exterior, yo no lo había recorrido por miedo a que alguien me viera, pero ahora colgada de su brazo disfrutaba de la belleza de los jardines y me embobecía con los planes que él tenía para ellos.

De vez en cuando preguntaba mi opinión, y la escuchaba atentamente, como si realmente le importara lo que tenía para aportar.

El día pasó sin darnos cuenta.

“Ya debo marcharme, se me hizo más tarde de lo esperado”

Se acercó a mí y besó mi frente.

“Me ha encantado compartir este día contigo, realmente disfruté de tu compañía”

“A mí también me ha gustado”

Sonrió maliciosamente.

“Bueno, sobre todo poder recorrer los jardines sin temor a ir presa”

Reí nerviosa.

Solo sonrió, subió a su coche y se marchó sin más.

Franco:

¡No puedo creerlo!

Hace días estoy tratando en verla, hasta fui a pintar la estúpida ONG para ver si estaba allí y nada.

Ya ofuscado por todo voy a relajarme a la casa del pueblo y me la encuentro allí viviendo.

Verla parada en la cocina solo con una sudadera puesta y su cabello revuelto, fue lo máximo.

Mi cuerpo reaccionó por completo.

Espero no haya notado que se me abultaba la entrepierna.

Hubiera sido muy humillante.

Esa chica despierta en mi los más bajos instintos y los más dulces al mismo tiempo.

Quisiera arrancarle la ropa y poseerla a lo salvaje, pero también protegerla, cuidarla y mimarla.

Me gustó pasear con ella por los jardines y planificar un futuro.

Pero ya es hora de volver a la realidad.

Así que entré en el gran comedor de casa, allí estaba mi abuela con toda su omnipotencia y mi hermano con toda su indiferencia.

Como siempre la mesa puesta como si fuéramos un millón de personas.

Había días que me sentía asqueado con esta situación, hoy era uno de ellos.

Luego de estar todo el día con una criatura tan espontánea e inocente como Victoria, encontrarme con la patética escena familiar, me revolvía el estómago.

Me acerqué a mi abuela y le di un beso en la mejilla

“Espero me disculpes, pero no me siento del todo bien hoy, prefiero irme a dormir sin cenar”.

“Mi cielo, ¿Quieres que llame al doctor?”

“No abuela, le pediré a Renata que me suba un té de manzanilla, seguro eso me ayuda”

“Que descanses entonces”

Luciano, mi hermano, nunca apartó la vista de su móvil, simplemente me ignoró.

Nunca nos hemos llevado bien, siempre fue un rebelde, pero en el peor de los sentidos.

Su vida ha sido un derroche en general, nunca midió la consecuencia de sus actos.

Cuando nuestros padres murieron prometí cuidarlo, pero me la he hecho muy difícil.

Y lo último; las dr%gas.

Se había metido en ese horripilante mundo de las adicciones sin fin.

Lo rescaté infinidad de veces, pero siempre recae.

Este será mi último intento, por eso lo llevo a rastras al grupo de apoyo, así como al psicólogo, pero luego de esto quedará a su suerte.

Ya es un hombre, debe empezar a comportarse como tal.

Lo que siempre me molestó es, que como lo dan por caso perdido, todas las exigencias son para mí.

Tampoco es que me queje de mi vida, es más me gusta y mucho, pero a la hora de dar el ejemplo, siempre debo ser yo el correcto, el modelo a seguir.

Tanta carga pesa y pesa mucho.

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