Vendida como novia de un magnate -
Capítulo 71
Capítulo 71:
POV Sofía.
“Él sería demasiado ciego si no hubiese visto que eres la más hermosa de todas, y una chica maravillosa”.
Mis ojos se nublaron cuando a Lucia se le bajaron las lágrimas, y dejando la mano de Cristian, vino a darme un abrazo fuerte.
“Nunca voy a dejarte, eres como mi familia”, la despegué de mi lado, y la tomé de las mejillas.
“No, tú eres nuestra familia, eres la tía Luci de lan, como mi hermana… solo… solo que nos has ayudado de más”.
Lucia sollozó y tuve que abrazarla mirando cómo Gael le palmeaba el hombro a su hermano, así que lo señale.
“Más te vale cuidarla mucho, porque te mataré si no lo haces”.
“Y yo apoyo eso”, respondió Gael apretando más su hombro mientras Cristian sonrió.
Los planes de la boda fueron veloces, los siguientes meses pasaron muy rápidos, y por supuesto que estuve con Luci en todas las preparaciones de la boda.
Desde la elección del vestido de novia hasta los arreglos florales, cada detalle fue cuidadosamente seleccionado. La emoción se respiraba en el ambiente y todos estábamos ansiosos por presenciar ese gran día.
“No te había visto tan dedicada”, Gael me abrazó por detrás, un día antes de la boda.
“Me encantan las bodas”.
“Recuerdo que tuvimos una, pero no elegiste mucho”.
“Me giré hacia él”.
“No importa eso ya, lo importante es lo que somos ahora”.
“Pero podemos renovar votos”. Me reí un poco.
“¿Siempre quieres complacer y llenar todo?”.
“Todo”, Gael me besó en la boca.
“No hay mayor satisfacción para un hombre, llenar a su mujer, sin dejar vacíos, quiero que siempre estés satisfecha en todos los ámbitos y que no haya una fibra de ti que esté incompleta o insatisfecha”.
Todo se removió en el instante, y mi risa, solo se volvió sensual cuando la invasión de su boca me hizo estallar. Tenía cinco meses de embarazo, pero eso no era impedimento para él. Incluso en este embarazo, me había apegado tanto a él, como si fuese una garrapata.
Aunque estaba realmente ansiosa esperando a nuestra chica que se llamaría Isabella.
Al siguiente día, finalmente, llegó la boda tan esperada.
El sol brillaba intensamente en el cielo, como si quisiera ser testigo de aquel hermoso momento. La ceremonia se llevó a cabo en un jardín, rodeados de familiares y amigos cercanos. El escenario lucía espectacular, lleno de flores y luces que iluminaban cada rincón.
Me coloqué en el altar junto a Gael, mientras vimos como a lan lo preparaban con los anillos. Solo rogaba que pudiera mantenerlos a salvo, y ahora mismo le hacía señas de que caminara lento.
“Estoy bien mamá”, su pulgar se levantó, haciendo reír a todos, pero el almohadón se cayó y sentí que la vida se me iba.
“Tranquila… yo tengo los anillos” Gael me sonrió cuando tomé un suspiro.
La música comenzó a sonar y todos los ojos se dirigieron hacia la entrada, donde apareció Lucia, radiante como un ángel. No había palabras para describir lo hermosa que lucía en su vestido blanco, su sonrisa iluminaba todo a su alrededor.
Ella se veía realmente feliz, las lágrimas no tardaron en brotar de mis ojos al verla caminar lentamente hacia el amor de su vida. Cristian, la esperaba emocionado en el altar hecho de flores.
La ceremonia fue emotiva y llena de significado, cada palabra del oficiante resonaba en nuestros corazones y en el de los novios, quienes no dejaban de intercambiar miradas llenas de complicidad, El momento más esperado finalmente llegó, cuando el oficiante declaró a Lucia y Cristian como marido y mujer.
Los aplausos y vítores resonaron en el lugar, mientras los novios se fundieron en un apasionado beso y lan gritó a su tío que dejara a Lucia en paz.
“Oye”, Cristian lo alzó.
“Ya no puedes soñar, ella es mi esposa”.
lan se puso de brazos cruzados refunfuñando, y Lucia lo abrazó diciéndole que él era su favorito.
La celebración continuó en un elegante salón, donde todos disfrutamos de una deliciosa cena y fuimos testigos de los emotivos discursos. No faltaron los bailes, las risas y la alegría desbordante. Era evidente que Lucia y Cristian eran el complemento perfecto, el uno para el otro, y todos lo sabíamos.
La noche fue pasando entre abrazos, felicitaciones y buenos deseos para los recién casados. Me sentía tan feliz de formar parte de ese día especial, de ver a Lucia tan radiante y emocionada. Y antes de que ella se fuera, me apresuré a detenerla, Tomé sus manos y la miré.
“Mi casa siempre estará abierta para ti, mi corazón es incondicional contigo, aquí tienes una familia que debes visitar”, ella frunció su boca.
“Gracias, Sofí… realmente estoy tan agradecida contigo”.
Negué.
“Yo estoy agradecida contigo y aunque lo diga, no lo sabes, Luci… has sido, fuiste y seguirás siendo una persona muy importante para mí”.
Sus brazos me rodearon y cerré los ojos sabiendo que después de cinco largos años, no la vería por un tiempo, en que estuviera en su luna de miel y además, de que ya no viviera conmigo.
Me iba a hacer mucha falta, pero estaba entendiendo que, de esto, se trataba la vida.
Lucia y Cristian se despidieron de todos con una sonrisa en el rostro y el brillo del amor en sus ojos.
Estaban listos para iniciar esta nueva etapa de sus vidas juntos, mientras me limpié las lágrimas sin poder sentir desde ya el vacío.
Mientras la observaba en su auto decorado, pensé en todo lo que habíamos vivido juntas y en cómo habíamos crecido como familia.
Lucia siempre había sido y siempre sería una parte fundamental de nuestras vidas, y para mí era como aquella hermana, que la sangre no pudo vincularme.
Caminé hacia Gael, quien miraba a los novios con una expresión de orgullo y alegría en su rostro. Lo abracé y en silencio vimos cómo lan estaba en un mueble con la boca abierta.
“No aguantó el trote”.
“Estará devastado cuando se despierte y no vea a su persona favorita”.
Gael asintió.
“Tendremos que buscar una nueva nana, para cuando llegue Isabella, el caos de la maternidad”.
Mis ojos se pusieron rayados y él titubeó.
No lo podía creer.
“Quise decir, nuestra bella experiencia, nos agotará”.
“Estoy de acuerdo contigo, pero será difícil encontrar una así”.
“Ya encontraremos una… no te preocupes”.
Gael fue hasta lan y lo alzó, dio la orden al chofer de regresar a nuestra casa.
Cuando estuvimos esta noche, todos en nuestra cama.
Limpié una lágrima de mi ojo de nuevo.
Noté que Gael se había quedado dormido, y acaricié el cabello de mi chico.
Estaba feliz.
El olor de ambos en mi habitación me hizo sentir sensible, pero sobre todo dichosa, tal vez mis hormonas me estaban descontrolando, pero sentí la necesidad de arrodillarme frente a la cama, y decir:
“Gracias”.
Mientras que mis mejillas se mojaban, porque, aunque no dije mucho en ese momento, sabía que lo estaba diciendo todo.
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