Vendida como novia de un magnate -
Capítulo 69
Capítulo 69:
POV Sofía.
Nuestros días en Cancún transcurrieron entre la suave brisa del mar y el cálido abrazo del sol. Era un respiro que necesitábamos desesperadamente después de las turbulencias que habíamos vivido. Cada amanecer nos recordaba que estábamos dejando atrás un oscuro capítulo de nuestras vidas y abrazando un nuevo comienzo.
Y finalmente, luego de una semana completa y de las más preciosas que habíamos vivido, hicimos algunas maletas, que estaban en la sala cuando Gael entró.
“¿Listos?”, Lucia se levantó de inmediato, y me preguntó:
“Quiere que lo lleve”, negué varias veces. Estaba despertando un instinto en mí.
Estaba cansada de la espalda, de las horas de dar pecho, pero no quería que nadie cargara a lan. Y no sé si estaba loca o qué, pero sentí que necesitaba tenerlo todo el tiempo a la vista. Tal vez las cosas que habían pasado me hacían sentir insegura, pero también amaba su olor, y su tacto, era la cosa más maravillosa de todas.
“No… yo lo llevaré, no te preocupes”.
Lucia asintió con una sonrisa, y se adelantó llevando algunas cosas, mientras Gael se acercaba a mí. Nos espera un vuelo, una abuela muy ansiosa, y una vida totalmente nueva. Tomé el aire profundamente.
Dejar mis raíces se sentía como un dolor agudo y mientras nos subíamos al auto no pude evitar llenarme de nostalgia. La casa que habíamos alquilado en Cancún se alejaba en el espejo retrovisor, y tuve que cerrar los ojos para aspirar este aire, que estaba segura, no volvería a oler.
Nos sentamos en los asientos cómodos de un jet privado, y solo hasta este entonces supe que Cristian tenía unos asuntos que tratar antes de irse y nosotros nos adelantaríamos.
No había subido a un vuelo en mi vida, y después de darle pecho a lan, Lucia se ofreció a cargarlo, mientras mi tensión era notoria, hasta que la mano de Gael tomó la mía y la besó.
“Relájate… mira cómo todo se hace pequeño de pronto”.
Y mis ojos se fueron a la ventana. El pasado quedando atrás, entre las cenizas. Los recuerdos de lo ocurrido nunca desaparecerían por completo, pero encontraríamos la manera de convivir con ellos y convertirlos en una fortaleza que nos recordara lo fuertes que somos cuando estamos unidos.
En silencio, le dije adiós a todo el dolor y la oscuridad que representaban las personas que nos hicieron daño, y apreté la mano de Gael para sonreírle.
“Quiero seguir estudiando cuando nos instalemos”.
“¿Qué te parece ser mi asistente mientras te capacitas?”, Gael preguntó en tono seductor, pero negué.
“No quiero ser una asistente, quiero ser la maldita dueña”.
Sus carcajadas llenaron el espacio, y solté el aire.
“Ya eres la maldita dueña”.
“Haré la entrevista de tu asistente y pienso en una mujer muy atractiva de unos, sesenta años”. Gael tomó mi rostro y luego besó mi boca.
“Puedo tener miles, Sofí… pero no tendré ojos para otra mujer, ni en esta vida, ni en la otra”.
Fue algo extraño que comenzamos a hablar de todo.
Como si planeáramos algo que nunca tuvimos la oportunidad de hacer, y me sentí como una quinceañera enamorada y llena de sueños. El vuelo hacia E$tados Unidos transcurrió sin problemas, y finalmente aterrizamos en suelo estadounidense después de cuatro horas y media.
Nuestro destino fue Manhattan y nada más estuvimos en el aeropuerto, en la sala vip, nos esperaba la abuela. Fue imposible que mis ojos no se llenaran de lágrimas, y corrí a abrazarla con fuerza. Sollozamos por unos minutos, y luego ella me apartó para limpiarme las lágrimas con sus dedos.
“Estás tan bonita… la maternidad te queda”, sonreí.
“Y tú estás igual de bella”, ella besó mi sonrisa y luego se apartó, mientras Gael caminaba hacia nosotras con lan en sus brazos.
La abuela puso la mano en su boca y negó.
“No puedo creerlo”, ella alzó al pequeño lan, pero podía ver su boca vibrar ante la incredulidad. Abrazó a mi chico cerrando los ojos y le puso la mano en su cabecita.
“Eres lo más bello de mi vida ahora”, tomé a lan cuando Helena se quedó mirando a Gael, y acortando la distancia, ambos se abrazaron, en medio de la alegría, y el corazón que se le estaba volviendo a construir a ella porque tenía a su nieto de vuelta.
“Es increíble, Gael… yo”.
“Tranquila abuela… estoy aquí”.
Ambos tuvieron su momento, y después de ellos, Gael tomó su rostro y le dio un beso en la frente.
“Gracias… gracias por estar con Sofía, por vivir y pasar por todo esto… gracias”.
La abuela aún no salía de su aturdimiento, y sin más, Gael ordenó a que trajeron autos para nosotros. Cuando salimos al estacionamiento del aeropuerto, me di cuenta de que todo era distinto, el aire mucho más frío, y todo me decía que México ya estaba lejos de mí.
Nos fuimos en un auto diferente al de Lucia y la abuela, y cuando llegamos a la casa que apenas estaba viendo, me emocioné.
“Es hermosa”.
“Es tuya”, Gael me aseguró besando el dorso de mi mano.
“Gracias por ser tan especial”.
“No tiene muchas cosas, compramos lo básico, tú la decorarás a tu antojo”.
Mi ceño se frunció.
“¿Y la abuela no vivirá con nosotros?”.
Él negó en silencio.
“Dijo que nos dará nuestro espacio”.
“Pero”.
“Ella sabe que lo necesitamos, no quiere decir que nos alejemos… podrá venir o podemos ir a donde vive, también es un buen lugar”.
“¿Ella tomó esta decisión?”, Gael asintió.
“Si”.
Entendí su punto, y me bajé del auto cuando por fin se estacionaron. Vi a Lucia y a la abuela bajarse también, y ambas se disputaron por quién cargaría a lan, mientras Gael y daba la mano para mostrarme la casa.
“Bienvenida a nuestro nuevo hogar, mi amor”.
Todo era perfecto, iluminado y espacioso y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Era un lugar desconocido, pero también era un lienzo en blanco que estaba esperando a ser llenado con nuestros recuerdos y nuestras risas.
Me emocionaba la idea de poder decorar cada rincón a mi gusto y convertirlo en un hogar acogedor para nuestra familia. Les pedimos a la abuela y a Lucia que nos esperaran y subimos a la segunda planta, donde Gael me condujo a la habitación principal. Era fabulosa.
Me giré hacia Gael y lo abracé con fuerza.
“Gracias por traernos aquí, Gael. Este lugar es perfecto para nosotros”, le dije con voz temblorosa.
“Todo lo que hemos pasado nos ha traído hasta este momento, y estoy eternamente agradecida”. Gael sonrió y acarició mi rostro suavemente.
“No hay nada que agradecer, mi amor. Estoy aquí para protegerte y amarte siempre… ahora dime una cosa”.
“¿Te gusta mucho lan?”. Y mi ceño se frunció.
“¿Qué quieres decir?”.
“Quiero decir, es una casa amplia… y creo que me encantan los niños”.
Solté la risa, que se amortiguó en su boca después de que él comenzó a besarme con pasión, pesé a que la abuela estaba abajo.
“Quiero una gran familia Sofí… la quiero”.
“Pensé que no te agradaban mucho los niños”, lo miré fijamente y él negó.
“Con la persona indicada, no hay algo que no quieras”.
Y eso fue suficiente para saber que yo también anhelaba sus mismos sueños.
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