Capítulo 47:

POV Sofía.

Él soltó mi brazo, y luego subí las escaleras para llegar a la habitación y cerrar la puerta.

Me dejé caer en la cama mientras las lágrimas me salieron, y pude darme cuenta de que nada de esto me estaba llenando como pensaba.

No quería una prisión para Don Rafael, yo quería algo peor para él… quería algo peor.

Las semanas siguientes, fueron tal y como Diego lo prometió, la persecución que estaban haciendo al padre de Gael, era muy evidente, y los siguientes titulares, dieron el título esperado.

Rafael Bailléres estaba siendo investigado, y se le había quitado el derecho al ser elegido para el senado en este año de votaciones.

Todos los días salía una columna sobre sus negocios fraudulentos, y cada vez investigaban más el caso de su nueva esposa.

Hoy estaba cumpliendo siete meses de embarazo, prácticamente, tres meses y medio sin Gael.

Estaba sentada ya vestida, cuando Diego me envió un mensaje de que iríamos juntos a ver el bebé, y aunque estaba emocionada, no dejaba de leer los informes del abogado, con el caso sobre la demanda anulada de divorcio que presentó Camila y en cómo el juez había dado el enunciado de que el patrimonio de Gael, pasaba a sus manos.

A pesar de que estaba dando pasos agigantados, me sentía muy vacía, y aunque la abuela estaba en constante comunicación conmigo, ya nada era lo mismo.

No sé por qué, pero estaba en un punto de que muchas cosas me daban igual, menos estaba venganza que carcomía mi vida.

Después de la consulta, tomé la foto del eco de mi bebé y limpié una de mis lágrimas.

Se veía como un muñequito, y cuando levanto fi cabeza, era el rostro de Diego delante de mí.

“Sofí… tengo una sorpresa para ti”.

Él ordenó a su conductor una dirección, y mi corazón comenzó a latir muy rápido.

“¿De qué se trata?”.

“Es sorpresa”.

“¿Rafael estará preso? ¿Camila devolverá todo y volverá a su coma?”.

Me reí irónicamente, mientras el rostro de Diego se puso serio.

“Lo siento… tengo sentimientos encontrados hoy”.

“Te entiendo perfecto. pero no pienses mucho, hoy trata de vivir un poco Sofía. no puedes desesperarte cada mañana pensando en cuál será el plan”.

“Por favor, hazlo por tu hijo por ti y por mí”.

Apreté mi boca, y luego pasé un trago duro.

Me recosté en el asiento, y luego noté como nos estábamos deteniendo en un restaurante en una zona elegante.

El restaurante estaba solo.

Había unos arreglos de flores, y todo el personal salió con nuestra llegada.

“¿De qué se trata?”.

“¿Te gusta?”.

Caminamos hacia una mesa grande que tenía muchos platos en la mesa, con cortes de quesos, fruta, y muchos pasabocas.

“Es todo… se ve delicioso”.

Ambos sonreímos y Diego me ayudó a sentarme en la mesa.

Pero inmediatamente tomó mis manos.

“Sofí… sé que estoy corriendo cuando debiera caminar, pero no hay nada por lo que esté viviendo ahora, si no eres tú”.

Parpadeé muchas veces, y luego lo vi sacar algo de su chaqueta.

Él no se detuvo, no dudó, ni tambaleó, a lo que vi ese anillo gigante, con un diamante en medio, incluso se me cortó la respiración.

Un anillo de compromiso.

No tenemos que decidir cuándo, pero es un paso a formalizar lo nuestro un compromiso Sofí, y te juro lo juro que te haré la mujer más feliz de este mundo

Todo me golpeó en ese momento, había una mezcla muy grande dentro de mí, pero lo que más resaltaba, era la culpa, una muy pesada, incluso asfixiante, mientras toda mi conciencia me señalaba, me recriminaba todo el tiempo que, de nuevo, no tenía salida.

Estaba tratando de mantener la calma, y aunque no entendía ¿Cómo? Sí… la mujer que estaba frente al espejo era yo. Estaba vestida de blanco, y mi barriga se veía más grande.

“Eres muy hermosa. pronto serás la Señora Slim”.

Me giré, pero el rostro de la mujer no era conocido, ella solo arreglaba mi vestido mientras estaba en la misma habitación de la casa de Diego, donde me había quedado en estos últimos meses. Mi rostro se veía pálido, algo ojeroso a pesar del maquillaje, y de pronto negué.

¿Por qué había aceptado casarme tan rápido?

Miré mi mano para ver ese anillo en mi dedo que brillaba más que toda la habitación, y luego sentí las patadas de mi bebé. No hubo tiempo para tener un pensamiento cuando la misma mujer me tomó del brazo y me dijo.

“Ya es hora”.

No sé por qué me apoyé en ella para caminar, bajé las escaleras con cuidado y luego me esperaba un enorme festejo en el amplio jardín. La gente se levantó de sus puestos y aplaudió con fuerza, pero enseguida, noté como Diego al final del jardín me esperaba con un rostro serio.

Me detuve de inmediato. Los pétalos de rosas caían, y el sonido de la música era incluso extraño. Y aunque giré en todas las direcciones para ver un rostro conocido, ninguna persona que estaba allí, era cercana a mí.

“Vamos Sofía… camina”, en ese momento la misma mujer apretó mi brazo, como si estuviera apresurando el momento.

Bajé la mirada a su agarre fuerte, y luego sentí las patadas de mi bebé con mayor fuerza.

“Creo… creo que no me siento bien”.

“Tienes que sentirte bien, ¿De acuerdo? Diego no quiere errores”.

La miré directamente frunciendo el ceño, y quité mi brazo para no sostenerme de ella. No caminé con gracia, lo hice apresuradamente, mientras los rostros delante de mí, me miraban con extrañeza. Y para cuando llegué donde Diego, sentí otra puntada fuerte en mi v!entre.

“Diego”, él tomó mi rostro y besó mis mejillas, y sin prestarle atención a mi queja, se giró hacia un cura que estaba frente a nosotros.

“¿Comenzamos la ceremonia?”. Diego asintió y tuve que tomar su brazo.

“Comencemos”.

“Escucha… no me siento bien. me duele el v!entre… y no es normal… son… como puntadas… la barriga se pone”, hice un gesto cuando un dolor mayor volvió como un golpe seco y duro

“Sofía… por favor aguanta”.

“¿Qué?”, no podía creerlo, pero es como si nadie notara mi inconformidad, el cura delante de nosotros comenzó la ceremonia mientras las gotas de sudor, caían por mi frente y mi espalda.

Sentí una punzada detrás de otra, y supe que no podría soportarlo más

“No puedo… me duele”, me di la vuelta, y Diego tomó mi brazo.

“Adelántese a donde nos declara marido y mujer”.

Miré a la cura horrorizada y luego a él, que tenía un semblante alarmante.

“¿Qué haces? ¿Qué es esto? Debo ir al hospital… ¡Es mi bebé…! Creo que algo está mal”.

Pero cuando escuché al cura seguir, supe que esto debía ser una pesadilla.

Sentí que mis piernas se mojaban, mientras mi cuerpo titiló, y aunque quise caminar para salir de aquí, la mano de Diego alrededor de mi brazo, ya tenía entumecida mi piel, e incluso me retraía.

“¡Diego…! ¡Por favor… mi bebé…!”, sollocé con fuerza, y luego escuché.

“Los declaro marido y mujer… puede besar a la novia”.

Mis ojos se abrieron, mis labios temblaron y negué hacia el sacerdote.

“Usted ni siquiera me preguntó si quería esto”.

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