Una mamá psicóloga
Capítulo 13

Capítulo 13:

POV Jeremías

Miro a la mujer dudar antes de garabatear su firma sobre la línea indicada al final de este contrato matrimonial que no solo me hizo cambiar, sino leer en voz alta solo para ella.

¿Cree que soy un maldito secretario?

Si no fuera porque mis hijos realmente parecen tener alguna posibilidad de mejorar al estar cerca de esta loca mujer definitivamente no estaría aguantando todas sus tonterías.

Miro la línea escrita a mano donde afirma que le pagaré quinientos dólares por cada vez que la toque directa o indirectamente y supongo que solo quiere sacarme dinero, pero está muy equivocada.

No la tocaré jamás, ni siquiera con una caña de pescar que mida tres metros.

Cielos ni siquiera sé qué hombre en su sano juicio querría algún vínculo con esta definitivamente volátil e insoportable persona.

“Te mudarás mañana”, digo acomodándome en la silla.

“Te daré la cita para tus nuevas prácticas pasado mañana y sobre tu padre…”, rebusco entre mis cajones.

“Tiene el mejor tratamiento desde hace dos días, está en una habitación privada en la sala vip del hospital y como asumo que querrás pasar tiempo con él trabajarás en el mismo hospital para que puedas chequearlo”.

Quiero hacer esto porque a pesar de que esta mujer es un poco demasiado irritante comprendo lo que es querer estar cerca de tu familia en momentos difíciles así que le permitiré ver a su padre siempre que quiera.

“Supongo que debería decir gracias”

Puedo ver el disgusto en su rostro.

“Pero como literalmente estás comprándome no voy a hacerlo”

“Si eso quieres pensar estoy bien con ello”, comento guardando el contrato que acabamos de firma.

“¿Quieres algún dato especial o tienes algún hábito insano del que debería tener conciencia?”

“No”.

“¿Tienes alguna relación o amante?”

“¡No!”, responde una vez más cruzada de brazos.

Asiento antes de hacerle la última de mis preguntas.

“¿Te molesta que quiera mantener esta relación en secreto?”

“No…”

Achico mis ojos cuando me doy cuenta de que está contestando de esa forma para molestarme a propósito.

Hago mis manos un puño sobre la mesa antes de hablar una última vez.

“¿Piensa ser así de…?”

Busco las palabras correctas, pero no las encuentro.

Así que solo digo algo más.

“¿No sabe decir otra cosa que no?”

“Si”, ella sonríe.

“Pero prefiero mantenerlo simple desde ahora”, ella se pone en pie.

“Le daría la mano, pero eso le costará quinientos dólares y a diferencia de usted el dinero no me parece indispensable, así que tenga una linda tarde”.

“No he terminado de hablar”.

Gruño deteniéndola en la puerta.

Ella me mira por encima de su hombro para luego salir de mi oficina con calma.

“Yo lo hice así que me marcho, le recuerdo que acaba de comprar mi tiempo por los próximos meses”.

“¿Piensa decir eso cada vez que hablemos de algo?”

“¿Qué ha comprado mi tiempo?”

“Sí, voy a recordárselo siempre que lo necesite, tenga buena tarde, Señor Mark”.

La puerta de mi oficina es azotada con fuerza,

Me quedo en el despacho intentando controlar mis ganas de hacer mil pedazos, ese papel que ella acaba de firmar, pero solo me contengo al pensar en que estoy haciendo esto por mis hijos.

Salgo de mi oficina unos veinte minutos después.

Pido al ama de llaves preparar la habitación junto a la de los niños.

“¡Papá!”

Mi hijo corre escaleras abajo cuando me ve despedir al ama de llaves.

“¿Dónde está mamá?”

“Mamá vendrá mañana”

Cargo a mi hijo en brazos.

“Debe mudar sus cosas aquí, así que hoy pasará la noche en su casa”.

“¿Puedo dormir contigo?”, cuestiona el niño haciéndome sonreír.

“Quiero ver una peli de dibujos en la televisión de tu cuarto”.

“Bien, puedes hacerlo, pero solo site portas viene el resto de la tarde”

“¡Lo haré!”, dice mirándome a los ojos.

“Ayudaré a Elinna para que prepare la habitación de mamá”.

“Estupendo cariño”, lo dejo sobre el suelo.

“¿Pero qué tal si traes a tu hermana para que puedan merendar alguna cosa?”

Mi hijo asiente, corre una vez más fuera de la cocina y mientras va por su hermana bebo una lata de cerveza e intento ser positivo con toda esta situación.

Esa mujer dormirá aquí, vivirá aquí, pero no tengo por qué toparme con ella todo el tiempo, puedo evitar su loca presencia si así lo decido.

“¡Hola!”, dice la mujer que sostiene una caja frente a su cuerpo, mis hijos, que ni siquiera me dejaron dormir la noche de ayer, corren hacia el nuevo miembro de nuestra familia, e intento ser lo más agradable posible.

“Hola, ¿Tuviste buena noche?”

“No, pase la noche empacando”.

“Bien, esta es Elinna”

Señalo al ama de llaves.

“Te ayudará a instalarte, pregúntale a Lucas o a ella sobre las reglas de la casa”.

“¿Te vas?”, comenta mirándome.

“Pensé que estarías aquí hasta que yo…”

Camino hacia ella y me inclino sobre su hombro para hablar en un tono que solo podamos escuchar ella y yo.

“Compre tu tiempo, pero no pienso gastar el mío contigo”, sonrío.

“Ten un lindo día, esposa…”

“Espero que no caigas accidentalmente por el hueco del elevador”, ella murmura con una sonrisa.

“Cariño…”

“No voy a darte el placer de ser mi viuda, puedes estar tranquila”.

“Qué decepción”

Ella deja de sonreír para mirar a mis hijos.

“¿Niños me enseñan mi habitación?”

“¡Sí mamá!”, responde Lucas emocionada mientras Lucia sonríe como hace años no lo hace y solo me aferro a esas reacciones de mis niños para soportar que viviré indefinidamente con esta mujer.

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