Una madre de alquiler -
Capítulo 83
Capítulo 83:
“¿Te gusta?” preguntó él.
“Sí” dijo con la voz entrecortada.
“¿Qué pasa?”
“Nada”. Volteó hacia el lado opuesto.
Él entendió de inmediato y la abrazó por detrás, por lo que ella se estremeció y respiró hondo. Empezó a darse cuenta de la emoción que le causaba el roce de su cuerpo con el de Anthony, lo que la confundió todavía más porque así se había sentido mirando la escena. Sin embargo, la sensación era más intensa con el toque de su novio. Cuando terminó la película al cabo de unos minutos, ella seguía de espaldas, así que Anthony aprovechó para levantarle la blusa y besarla desde abajo hacia arriba. La chica se estremeció al instante y se le aceleró el corazón. Él continuó dándole besos mientras le apretaba el muslo con una mano y le sujetaba el cabello con la otra, hasta que le rozó la nuca con los labios y le besó el cuello. Ella no pudo evitar temblar y giró hacia él, mirándolo a los ojos muy emocionada.
“Sé lo que pasa. Haré que te alivies” dijo Anthony.
“¿Cómo?” preguntó ella con timidez”.
“¿Confías en mí?”
“Sí”.
“Bueno, cierra los ojos y enfócate en lo que sientes. Si no te gusta o no quieres que siga, solo dilo y me detendré de inmediato.
“Está bien” respondió casi sin aliento.
Tras recostarla en la cama, Anthony se colocó encima de ella y la besó en los labios lentamente. De a poco, se fue intensificando a tal punto que comenzaron a mover las caderas con el mismo ritmo. Amanda dejó escapar un suspiro de placer y una sonrisa cuando él empezó a besarle el cuello, por lo que le acarició el pelo con las manos y luego las dejó caer. Él se detuvo para clavarle la mirada y levantarle la blusa, pero ella no lo detuvo a pesar de la vergüenza que sentía. Al quitarle la prenda, la chica enseguida se cubrió con los brazos.
“No te avergüences. Eres hermosa”. Él le sonrió mientras le apartaba los brazos.
“¿Qué vas a hacer?” preguntó, nerviosa.
“No vamos a hacer nada si eso es lo que te preocupa. Quiero que sientas otras formas de placer. Sé que estás excitada, así que te ayudaré a relajarte”.
“¿No vamos a hacer nada?”
“No” aseguró él.
“Yo quiero. Estoy lista”.
“No, amor. Estás excitada y por eso quieres” explicó su novio. “No hagamos esto ahora, quiero que sea en otro momento”.
“Pero…”
“Shh, te gustará. Cierra los ojos. Ella le hizo caso y esperó a que la tocara. Anthony la miró y respiró hondo. Le besó el vientre y comenzó a subir, dejando una estela de besos sobre su cuerpo hasta que llegó a sus senos. La chica estaba jadeando de la emoción y seguía con los ojos cerrados. Se estremeció otra vez cuando un dedo empezó a acariciarle el pezón en sentido circular y luego sintió la punta de una lengua contra el otro, seguida de una boca. En ese momento, un recuerdo le apareció en la mente y se puso tensa por un instante, pero intentó dejarlo de lado. Él se detuvo al instante y le preguntó, alarmado”: ¿Qué pasó? Amanda, ¿Te lastimé?”
“Perdón. Lo siento”. Estaba avergonzada”.
“Está bien, cálmate. No pasa nada, ¿Sí?”
“No pude evitarlo, perdón”.
“Está bien. Imaginé que iba a suceder algo así, no pasa nada. Detengámonos aquí, ¿De acuerdo?”
“No, intentémoslo de nuevo”.
“Amor, no quiero que te sientas mal. Mejor no insistamos. Lo intentaremos otro día”.
“No, por favor. Necesito hacer estas cosas. Necesito liberarme de esto y ser una mujer normal que pueda sentir las caricias de su novio sin problemas. Lo necesito”. Sonaba desesperada y decidida.
“Bueno” accedió él. “Cierra los ojos y, cuando tengas un mal presentimiento, mírame para que veas quién soy”.
“Está bien”.
Con ternura, la besó en los labios antes de descender entre besos hasta sus pechos. Amanda le acariciaba el cabello y le daba un pequeño tirón cuando él mordisqueaba su piel con delicadeza. De pronto, sintió la lengua de Anthony alrededor de uno de sus pezones y la hizo temblar a tal extremo que dejó escapar un gem!do. Abrió los ojos con ganas de ver el rostro de su amado, para confirmar que de verdad era él quien la estaba haciendo sentir así. Luego, volvió a cerrarlos cuando el joven bajó a su vientre, sin dejar de besarla, hasta llegar a su ombligo.
“¿Puedo?” preguntó él con voz ronca.
“Sí” suspiró ella.
Su novio le quitó los pantalones cortos junto con la ropa interior, por lo que ella enseguida cerró las piernas, muerta de vergüenza. Él la miró, contemplando su cuerpo esbelto, y le dio un beso tierno en las rodillas, que estaban juntas.
“Linda” murmuró.
Volvió a besarla en el ombligo y bajó a su cadera para probar la piel suave con la lengua. Ella no paraba de jadear ante sus atenciones y, apretando los párpados, respiró profundo antes de abrir las piernas despacio. El joven empezó a besar la parte interna de sus muslos, lo que la hizo temblar tanto que tuvo que sostenerle las piernas con un ligero apretón de la mano.
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