Una madre de alquiler -
Capítulo 82
Capítulo 82:
Una vez que terminaron de almorzar, se quedaron un rato en la sala hasta que Anthony volvió a la empresa. Lucy estaba recostada en el regazo de Amanda, mirando caricaturas.
“Cariño, ¿Nos damos una ducha?”
“No” dijo la niña haciendo puchero.
“Ven a darte una ducha con mamá y luego nos acostamos a ver la televisión, ¿Te parece?”
“Me duele”. Señaló su rodilla raspada.
“Ya pasará, no te preocupes. Sanará pronto”.
“Bueno”.
La joven subió con ella al dormitorio y la dejó sobre la cama, entretanto, preparaba las cosas. Tras colocarle una venda en la rodilla, fueron al baño a ducharse. Sin embargo, la niña se mojó la herida sin querer y comenzó a llorar por el ardor. Amanda la consoló, salieron del agua y se vistieron. Después de curarle el raspón con un poco de ungüento, se acostaron a ver los dibujos animados.
“Mamá, me duele” se quejó Lucy.
“Ya pasará, hija. Ahora te duele porque mamá le puso medicina, pero se curará pronto”.
“¿Papá no viene?”
“Papá se fue a trabajar, pero llegará enseguida. Trata de dormir un poco” le dijo con un abrazo.
Poco a poco, Lucy fue cerrando los ojos mientras su mamá le acariciaba el cabello y, al cabo de un rato, se quedó dormida. Amanda, por su parte, también trató de descansar.
Anthony se pasó la tarde ocupándose de algunos asuntos en la empresa y regresó a casa al final del día. Al llegar, notó que había mucho silencio y que ni su hija ni su novia fueron a recibirlo como siempre, así que se dirigió a la cocina, pero ellas no estaban allí. Subió a la habitación de él y tampoco las vio, después fue al cuarto de Amanda, pero estaba vacío. Cuando estaba empezando a preocuparse, entró al dormitorio de la niña y se encontró con la escena más hermosa: las dos estaban durmiendo abrazadas. Con una sonrisa, fue a su cuarto para darse una ducha y luego siguió trabajando en su oficina. Contestó varios correos y leyó algunos contratos hasta que anocheció y, cansado de trabajar, fue a la habitación de Lucy para despertar a Amanda.
“Amor”. La sacudió con delicadeza.
“Mmm… hola” susurró ella.
“Despierta. Estás toda torcida”.
“¿Se despertó?”
“No, sigue durmiendo”.
“Llegaste temprano”.
“Amor, ya es de noche”.
“¿Qué? ¿Por qué no me despertaste?” Abrió los ojos como platos”.
“Preferí dejarte dormir” explicó él. Ella se levantó, cubrió a la pequeña con una manta, y se dirigieron a la sala. “¿Pudiste descansar?”
“Sí”.
“¿Dejó de dolerle la rodilla?”
“No. Volvió a llorar cuando se duchó porque el agua caliente hizo que le ardiera la herida”.
“Pobrecita”.
“Sí. Preguntó por ti antes de quedarse dormida, así que ve a verla cuando despierte”.
“De acuerdo”. Se sentaron en el sofá, y Anthony aprovechó para acercarse a ella. Te extrañé”.
“Yo también”.
“¿Hoy vendrás a dormir a mi cuarto?”
“¿Otra vez?”
“Sí. Todos los días”. Él sonrió.
“¿No te parece que estás exagerando un poco?”
“No. Estamos viviendo juntos, así que no tiene nada de malo que también durmamos en la misma cama”.
“Pensaré en tu argumento”.
“¿Pensar? ¿Qué tal si te llevo conmigo y ya?”
“Eso no vale” dijo ella entre risas.
“¿Entonces no está garantizado que dormirás conmigo?”
“No”. Soltó una carcajada.
“Tonta” sonrió él. Vamos al cuarto, amor”.
“¿Por qué? Aquí estamos bien”.
“Dale, vamos. Será más cómodo”.
“¿Por qué?” rio ella.
“No hay manera de que podamos acostarnos aquí”.
“Está bien”.
Una vez en el dormitorio de Anthony, se acostaron en la cama y Amanda encendió la televisión. Mientras buscaba algo bueno para ver, apareció el nombre de una película en la lista de canales y decidió ponerla. Después de un rato, empezó una escena picante. Su novio siguió mirando sin inmutarse, pero ella estaba tan avergonzada que se enrojeció. Parecía que no terminaba nunca: la pareja era intensa, tenía una química potente, y él hacía cosas con ella que dejaban a Amanda confundida, curiosa y agitada. Las expresiones de la mujer en pantalla le hicieron preguntarse cómo sería experimentar esas sensaciones en carne propia. En medio de su estupor, Anthony la miró y ella le echó un vistazo de reojo; estaba toda roja.
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