Una madre de alquiler
Capítulo 65

Capítulo 65:

Los chicos estaban muy inquietos y ellas los miraban como si no pasara nada.

“Disculpen, aquí está su pedido” interrumpió el camarero.

“Gracias” dijo Cindy.

“Llámenme si necesitan algo más”. Se fue y las chicas empezaron a comer.

“Creo que pedimos demasiado” comentó Amanda.

“En este estómago cabe todo. Son porciones pequeñas, amiga” respondió Cindy.

“¿Quieres?” Amanda le ofreció comida de su plato a Anthony, pero él se negó.

“Vamos, Amanda”.

“No voy a dejar esto, salió demasiado caro como para tirarlo a la basura”.

“Tienen que estar bromeando”. Ken se enojó.

“Solo estamos comiendo y disfrutando, si eso es demasiado para ti, no puedo hacer nada. ¿Acaso no podemos comer?” replica Cindy.

“¿Puedes dejar la ironía, Cindy?”

“Siéntense, por favor, ya me están haciendo enojar” responde ella.

Finalmente, se sentaron frente a ellas y comenzaron a observar el lugar y a clavarles la mirada a los hombres que les prestaban atención. Ellas estaban tranquilas hablando y comiendo. Por momentos sonaba alguna canción conocida y cantaban, alegres. Pero lo que para ellas era divertido, para los muchachos era una provocación. Ken, impaciente, llamó al mesero.

“La cuenta. Puede preparar esto para que se lo lleven” le dijo.

“Todavía no nos vamos” intervino Cindy.

“Se acabó la fiesta, perdí toda la paciencia que me quedaba” insistió él.

“¿Me llevo la comida o no?” Quiso saber el camarero.

“Puede llevarla. Aprovechen y paguen la cuenta” concluyó Cindy mientras juntaba sus cosas para irse, al igual que Amanda. Los chicos se miraron uno al otro. Luego de que Anthony pagara la cuenta y el mesero les diera el paquete, corrieron tras ellas tratando de seguirles el ritmo hasta que las alcanzaron”.

“¿Puedes esperar?” dijo Ken.

“Olvídalo” respondió Cindy.

Llegaron a la mesa donde estaban antes y ellas se fueron al agua. Ellos se sentaron, irritados, sin atreverse a decir nada. Un rato más tarde, las chicas regresaron y se sentaron en las tumbonas.

“¿Te gustaría vivir en un lugar así, Amanda?” preguntó Cindy.

“No, me encanta la playa, pero prefiero venir solo los fines de semana. Si no, me volvería loca”.

“Es cierto, solo sería ocio”.

“Chicas, ¿Quieren cerveza?” ofreció Lisa.

“Sí, ¿Tienes?”

“Los muchachos van a comprar”.

“Bueno” dijo Cindy.

Los chicos se fueron y solo quedaron las chicas y Ken y Anthony, que se levantaron, se acercaron y se sentaron con ellas en sus asientos.

“¿Ya pasó el enfado?” preguntó Anthony.

“No” respondió Amanda.

“Bueno, ya es hora de que se te pase”.

“No sabía que tú lo decidías”.

“Me alegra que ahora ya lo sepas”.

“Sal de aquí”.

“Estoy bromeando, tonta, perdóname”.

“No”.

“¿No me vas a perdonar?”

“No”.

“Entonces yo tampoco te perdono”.

“Yo no pedí disculpas, porque no hice nada malo”.

“Ah, ¿No, niñita? Bailar en bikini en un quiosco no es nada, ¿No?”

“No. Pero lucirse en bañador para atraer la atención de las chicas de la mesa de al lado sí es mucho”.

“¿Hice eso, amor?”

“Sí”.

“No, nunca les presté atención.

“Sal de aquí”.

“¡Ja, ja, ja! Te ves hermosa cuando tienes celos, ¿Sabías?”

“No estoy celosa”.

“Ah, ¿No? Entonces, si vuelvo a meterme al mar y ellas me miran, ¿No tendrás problema?”

“No te atrevas a irte de aquí, Anthony”.

“No me puedo negar. ¿Ves todo esto? Solo te pertenece a ti. No tengo ojos para ellas, solo me interesas tú”.

“Sigo enojada”.

“Ah, ¿Sí? ¿Vas a seguir enojada?”

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