Una madre de alquiler -
Capítulo 140
Capítulo 140:
Cindy tenía que irse a trabajar, así que Amanda juntó fuerzas y decidió regresar a la casa. Al mediodía, llamó un taxi y fue a la escuela de Lucy. Anthony estaba ahí, esperando a su hija, y se cruzaron. Él quiso acercarse, pero ella se volteó para demostrarle que no quería hablar con él, así que se detuvo de inmediato. Cuando la niña salió y vio a su madre, fue corriendo a abrazarla.
“¡Mamá!”
“Hola, mi princesa, ¿Cómo estuvo tu día?”
“Aprendimos letras hoy”.
“Qué bueno, luego me enseñas”.
“¿Irás a casa conmigo?”
“Claro, ¿Vamos?”
Amanda subió al coche de Anthony con la niña. Viajó en silencio con el corazón hecho pedazos, pero sabía que no podía decir nada enfrente de Lucy. Le costaba mucho contenerse y no colapsar ahí mismo. Respiró hondo y trató de disimular su enojo.
Cuando llegaron, ella bajó del coche sin esperar a que él abriera la puerta. Su hija la siguió y entraron juntas. En cuanto Sabrina la vio llegar, caminó hacia ella, aliviada.
“Querida, que gusto verte”.
“Yo también me alegro de verla”.
“Qué bueno que todo haya salido bien”.
Evidentemente aún no estaba al tanto de la situación, pues la estaba mirando con alegría, pero la expresión de Amanda la confundió, ya que era fría, distante y sin brillo. Todavía no lo sabía porque Anthony y Geoffrey habían ido directo a la empresa cuando salieron de la casa de Cindy, así que la señora creyó que todo se había solucionado, pero pronto comprendió.
“Sabe que le tengo un cariño enorme y eso nunca cambiará, sin importar lo que pase. Siempre será mi madre, amiga y compañera. Pero le pido que, de ahora en más, me trate como a una criada, porque eso es lo que seré en esta casa, como debió haber sido siempre. Haré mi trabajo, que es cuidar a Lucy, y, si me necesita, puede contar conmigo. Ahora iré a bañarla para que almuerce después, permiso”.
Amanda se retiró, Sabrina se llevó la mano a la boca sin poder creer lo que acababa de escuchar. Miró a Anthony, que estaba desolado. El mundo se había caído a pedazos para toda la familia. La señora comenzó a sollozar y su hijo fue a abrazarla.
“¿Cómo pudo haber pasado esto? ¿Dónde está la chica dulce y alegre que conocí?”
“Ojalá pudiera decirte que es todo mentira”.
“Hijo mío, pensé que se habían arreglado”.
“Ya no me quiere. Está muy segura, solo regresó por Lucy y dijo que la boda está cancelada”.
“Cielos”.
“No puedo obligarla a que se case conmigo, cometí un error y estoy pagando las consecuencias”.
“Tienes que hacer algo, tienes que hablar con ella y explicarle”.
“Ya lo sabe todo. Papá habló con ella y se lo contó, pero no sirvió. Nada justifica lo que hice”.
“No pueden romper el compromiso. Entiendo que esté tomando una decisión impulsiva, pero ustedes se aman y no se merecen terminar así”.
“Ya se acabó, lo mejor es aceptarlo y no seguir sufriendo”.
“¿No vas a hacer nada? ¿Vas a dejar que la mujer que dices que amas se vaya de tu vida de esta manera?”
“¡¿No te das cuenta de que a mí también me duele?! ¡No puedo cambiar lo que pasó y ella no quiere hablar conmigo! ¡¿Pretendes que la encierre y la obligue a escucharme y perdonarme?! ¡No lo hará!”
Gritó con furia.
Estaba desesperado y comenzó a llorar. Luego dio un portazo y se fue de la casa, mientras Sabrina se quedó paralizada. Más tarde, Amanda bajó con la niña y fueron a sentarse a la mesa junto con la señora, pero Sabrina no podía probar un solo bocado. Solo podía mirar a la chica con mucha tristeza y notó la marca púrpura que se traslucía por debajo de la blusa. La chica hablaba con Lucy y sonreía, pero la señora se daba cuenta de que era una expresión falsa y forzada. Solo quería ser dulce por la niña.
Cuando terminaron de comer, Amanda se disculpó y fue a la sala con Lucy, en donde jugaron juntas. Luego, la llevó a dormir y, al salir de la habitación, le pidió a Esther que llevara sus pertenencias, que estaban en la habitación de Anthony, a su antiguo cuarto.
Mientras cambiaban las cosas de lugar, la joven se fue a sentar al jardín con la mirada perdida, y Sabrina fue a sentarse a su lado.
“Este lugar es muy hermoso” le dijo.
“Sí que lo es”.
“¿Quieres hablar?”
“No veo la necesidad. Iré a ver si Lucy sigue durmiendo”.
“No, Amanda, por favor, no me trates como a una extraña. Sé que estás sufriendo, pero no me alejes de ti, déjame ser tu amiga y escúchame. No quiero hacerte daño”.
“No puedo” dijo llorando.
“Querida, ven aquí”.
Sabrina le dio su hombro para que la chica se apoyara y la abrazó con cariño. Amanda había tratado de contener las lágrimas, pero, en cuanto habló, se había quebrado. El llanto aliviaba un poco el dolor y la angustia que sentía en el pecho. La señora se conmovió, pero trató de ser fuerte para contenerla.
“Sé que es muy difícil para ti, eres una persona impulsiva, pero no permitas que tu enfado y desilusión acaben con el amor que se tienen”.
“¿Qué amor? Solo yo lo amaba. No puedo creer lo que ocurrió, siento como si todo hubiera sido parte de un sueño del que acabo de despertar para volver a la realidad”.
“Anthony no es una mala persona. Realmente lo siente. No dudes de su amor”.
“Ya no sé qué pensar, solo quiero estar en paz y cuidar a Lucy”.
“Piénsalo, Amanda, no hay nada que lo justifique, pero ni siquiera le diste la oportunidad de hablar, escúchalo”.
“¿Cree que existe una razón válida para hacer esto?” Señaló su brazo.
“Usted vio todo lo que sucedió. ¿Quién me asegura que no volverá a ocurrir? Jamás había pasado por una situación así y nunca me imaginé verlo tan violento, menos conmigo. Sentí miedo de su hijo, Sabrina. ¿Se imagina lo que significa para mí sentir todo esto después de vivir tantos momentos hermosos con él?”
“Lo sé, lo que hizo es imperdonable. Tienes razón al estar decepcionada, pero lo único que te pido es que lo escuches y hables con él. Ya sea que terminen o se reconcilien, deben hablarlo. Iban a comenzar una vida juntos y no pueden terminar así”.
“Está bien, lo haré”.
Sabrina la miró con mucha tristeza y la abrazó. Amanda fue a la habitación de Lucy y vio que seguía durmiendo, así que bajó a la sala y se encontró con Anthony, que estaba entrando a la casa en ese instante.
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