Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 86
Capítulo 86:
“¡Respóndeme, Santiago!». Emilia ensanchó los ojos al ver que de entre las sombras salía nada menos que el mismísimo señor con expresión insatisfecha.
Santiago se volvió hacia su hermano con una media sonrisa y dio otro sorbo a su bebida.
«La encantadora Señorita Sanchez guardara el secreto de mi intento de huir de esta fiesta», respondió.
Osvaldo pasó la vista de uno a otro, todavía serio, haciendo que Emilia bajara la cabeza.
“Yo… volveré con mis padres. Con permiso”, murmuró ella.
«Yo la llevo», se ofreció el Don, por lo que Santiago enarcó las cejas.
«Vamos, Osvaldo. No hay necesidad de hablarle así a la pobre chica».
“Deberías volver a la fiesta. Es una de las mujeres de la mafia, y estar a solas con un hombre aquí no es apropiado. Si alguien más los ve, su reputación se manchará», afirmó Osvaldo entre dientes.
Santiago se limitó a levantar las manos. Si bien no se equivocaba, a él le resultaba curiosa la reacción de su hermano.
«Vamos, señorita», dijo, a lo que ella asintió con la cabeza, respirando hondo.
Desde lejos, Máximo notó a Emilia caminando con Osvaldo, como si la estuviera reprendiendo por alguna cosa, por lo que frunció el ceño.
¿Qué diablos tiene que ver él con ella?, se preguntó, viendo cómo el hombre la dejaba con la Familia Sánchez y, tras unas palabras, se marchaba.
«Cariño, ¿Emilia conoce a Osvaldo?», le preguntó a Carolina, que acababa de despedirse de un invitado.
Ella volteó a ver a Emilia y asintió.
“Sí, fue a su casa ese día, ¿Recuerdas?»
“Ah…, claro”, respondió Máximo, un tanto distraído.
«¿Por qué lo preguntas?», cuestionó ella, notando su reacción. «No estarás intentando emparejarlos, ¿Verdad?»
De pronto, Máximo le dirigió una rápida mirada a Carolina, quien se sorprendió un poco.
«No! ¡Nunca! Tranquila», le aseguró.
Carolina no hizo ningún comentario sobre su reacción ya que vio llegar a Marcelo Simones. Jade estaba junto a él con una expresión de infelicidad. Cuando levantó la cabeza y sus ojos se encontraron, ella esbozó una tímida sonrisa.
«¡Jade! Voy a hablar con ella». Carolina le sonrió; Máximo fue tras ella.
«Marcelo», saludó a este, mientras que Carolina se acercaba a la muchacha.
“Hola, Señor Simones. ¿Le importa si presento a Jade a unos amigos?». Carolina habló de forma inocente, y si bien Marcelo no pareció complacido, sonrió.
«Por supuesto que no. Por cierto, felicitaciones por el compromiso», respondió. Aunque Máximo sabía que el hombre no era sincero, se tragó las ganas de decirle algunas verdades y comenzó a conversar sobre negocios.
Los Simones fueron invitados únicamente porque Carolina quiso arriesgarse a que Jade acudiera con su marido. Pese a ser un desgraciado, nunca había llevado a otra mujer como acompañante.
Emilia vio que Carolina le hacía señas y la siguió después de obtener el permiso de sus padres que estuvieron de acuerdo ya que iba a hablar con la novia.
En cuanto entraron en la habitación que Carolina utilizaba para arreglarse, se volvió hacia Jade.
“Dios mío, ¿Estás bien? Pensé que te había tragado la tierra”.
Jade se mordió el labio inferior.
“No tengo tanta suerte», respondió y tragó lo que parecía ser algo en verdad amargo.
«¿Qué te hizo? ¿Sabe que nos ayudaste?», pregunto Carolina.
«Lo sospecha. Esta furioso porque cree que lo hice por Máximo, para protegerlo».
«Tu marido está loco y enfermo», afirmó Carolina. «Sé que no lo hiciste por Máximo».
«También lo hice por él, pero no por la razón que piensa Marcelo. Yo se lo debía, después de todo. Además, se portó bien conmigo y no podía fingir que no escuché el plan de esas víboras», explicó Jade.
«Perdona que lo diga de forma tan directa, pero… no estarás intentando quedar bien con el prometido de mi amiga para luego traicionarla, ¿Verdad?», cuestionó Emilia.
Carolina la miró mal, pero ella continuó.
“¿Qué? Debo preguntar. Si es así, le daré una buena paliza aquí mismo», Jade emitió una pequeña risa.
«No. No quiero a Máximo. Perdí mi oportunidad, y me alegro de que haya encontrado una buena persona. Se lo merece». Habló con sinceridad. «Solo intentaba aferrarme a un poco de luz en la oscuridad que es mi matrimonio; no era amor por él».
Carolina entendió lo que la muchacha quería explicar.
«Mira… sabes que puedes contar conmigo. ¿Te… te pegó?».
Jade afirmó con la cabeza.
«Utilizó una toalla húmeda para no dejar marcas, pero me dio una paliza tremenda», dijo levantando la mano, con uno de los dedos inmovilizado. «Me lo rompió como advertencia».
«¡Que hijo de p$ta!», exclamó Emilia, apretando los puños con rabia, había considerado hablar con su padre al respecto, aunque entonces recordó que él no ayudaría a alguien que no conociera.
Pensó en el hermano del señor, que parecía más amable.
Después de hablar un poco más, volvieron a la celebración. A Jade ya la esperaba su marido cerca de las escaleras. El la miró con los ojos entrecerrados, no obstante, al percatarse de las presencias de Carolina y Emilia, se relaj6, aunque no por ello dejó de hacerle una pequeña advertencia.
«Será mejor que no causes problemas».
«No voy a causar ningún problema».
“¿Te hiciste amiga de la futura Señora Castillo?», preguntó en tono burlón, tomando una copa de champaña que pasaba.
«Si, no veo razón para no hacerlo. Es una persona decente y formará parte de las familias con influencias», respondió Jade.
Marcelo sonrió un poco mirando hacia su mujer. Si bien se trataba de un hombre atractivo, ella pensó que era una lástima que no valiera el suelo que pisaba.
«Pórtate bien, ¿quieres? No me gusta castigarte, Jade», dijo acariciándole la mejilla. «Prefiero complacerte».
Ella sonrió, aunque por dentro sintió asco. Después de la primera paliza, empezó a repugnarle que la tocara. Al menos no era un vi%lador.
Santiago, quien se encontraba observándolos de cerca, escuchó parte de su conversación y entrecerró los ojos.
Una mujer hermosa como ella con un imbécil como ese.., pensó.
Apuesto a que puedo darle más placer que él.
«Ni se te ocurra». La voz de Osvaldo se escuchó detrás de él, por lo que Santiago se agarró el pecho.
“¡Que carajo! ¿Eres un fantasma para que estes apareciendo detrás de mí? Me gustan algunas cosas, pero no con mi hermano».
Osvaldo negó.
«Ahórrame los detalles de tu vida se%ual, Santiago. Pero te diré esto». Ladeó la cabeza en dirección a Jade. «Mantente alejado de ella. Te pedí que vigilaras si había agresiones, no que intentaras tenerla».
“Hey”.
«¡No te hagas el tonto! Puede que lleve años lejos de ti, aunque eso no significa que no te conozca. Eres un mujeriego, pero debes aprender a poner límites. Tiene negocios con nosotros y no quiero problemas», sentenció Osvaldo.
«Pero ella es bastante sexi, apuesto a que ese imbécil…»
«¡Basta!», interrumpió Osvaldo apretando los dientes. «Ya lo dije, y no fue una plática de hermano, sino una orden de tu señor”.
Santiago asintió con la cabeza, chasqueando la lengua.
«Sí, señor».
Carolina se sentía cansada y ansiosa de que la fiesta terminara pronto.
«Los echare», dijo Máximo. «Quiero intimidad con mi prometida».
«¡No puedes echar a la gente, así como así!», protesto ella.
«¡Claro que puedo! Pondré música mala y serviré aperitivos desagradables».
Carolina se echó a reír.
Máximo se alejó y cuando vio a Osvaldo, decidió hablar con él, «¡Hola!»
El hombre se volvió hacia él y levantó la mano. “Me voy pronto».
“Menos mal», dijo Máximo, ante lo cual Osvaldo enarcó una ceja. «No es nada personal, es que quiero estar con mi mujer».
«Ah, entiendo», respondió a punto de darse la vuelta para marcharse; sin embargo, Máximo lo detuvo.
«Osvaldo, ¿Cuál es tu relación con Emilia?».
«Asuntos de la mafia».
«Parecías muy cercano a ella. ¿Estuvieron discutiendo antes?».
“No, solo hablábamos».
«Perdona, es que no entiendo mucho de mafia, pero… ¿Puedes mandarla así?
Parecías un padre enfadado».
«¿Padre? No soy mucho mayor que ella».
«Unos diez años más o menos».
“Casi doce», dijo Osvaldo, por lo que Máximo lo miró con interés. «Creo que me casaré con ella, ¿De acuerdo? Mi prometida no puede vagar por ahí».
Máximo se quedó sin habla.
«¿Casarte? ¿De qué hablas, hombre?».
«Como dije, asuntos de la mafia. Ahora, disfruta del fin de la fiesta. Debo irme.
Felicidades de nuevo, Máximo. Tengo que arreglar unas cosas», explicó Osvaldo, dándole una palmada en la espalda.
«Despídeme de Carolina. Hablaré con ella después».
Una vez que todos se hubieron marchado, Máximo y Carolina fueron por fin al apartamento donde vivirían. Cuando la niñera puso a Bernardo en la cuna, él ya dormía profundamente.
«En verdad quiero ayudar a Emilia, mi amor”, comentó Carolina, recordándole a Máximo su conversación anterior con Osvaldo.
«Bueno…, ¿Necesita nuestra ayuda?».
«¡Su matrimonio arreglado!», exclamó la muchacha. «Estaba tan nerviosa en la fiesta. Pero… ¿Adivina qué? En la fiesta, conoció a un chico agradable».
«¿Osvaldo?».
«¿Que? «¡No, tonto! ;Recuerdas que ella ya lo conocía?» Carolina sacudió la cabeza mientras sonreía. «¿Adivina quién? ¡Santiago!».
Emilia le contó que había hablado con él y que le pareci6 agradable.
No era mucho, sin embargo, Carolina sabia que estaban cerca en edad y Santiago era una buena persona. Tal vez el muchacho fuera la solución a los problemas de Emilia con el matrimonio arreglado.
Máximo no lograba deshacerse de la sensación de que esto era una señal de problemas.
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