Capítulo 180:

«Estoy bien». Michael tosió torpemente. «¿Lista?”

Aunque Clara no le creía, lo siguió fuera del despacho. Se dio cuenta de que algunas personas los veían con curiosidad, sin embargo, Michael mantuvo el semblante serio y dirigió una mirada directa a cualquiera que se atreviera a preguntar en silencio.

El automóvil de Michael los esperaba. El conductor, muy caballeroso, abrió la puerta para Clara, quien hizo una leve reverencia antes de entrar, con una sonrisa. Michael dejó sus cosas en el asiento trasero.

«¿Quieres ir a comer algo? Supongo que ya te perdiste la cena en casa”, sugirió el chico.

«Vamos, Michael”, respondió Clara, con una sonrisa aún mayor.

Amaba pasar tiempo con él, aunque últimamente no hablaban con frecuencia. Después de aquel incidente en la playa, no podía superar lo alterada que se sentía por su proximidad.

No puedo… en teoría, estoy comprometida con su hermano. ¡Qué rabia! Si me hubiera sentido así antes….

No obstante, suspiró y continuó reflexionando. De todos modos, habría aceptado el compromiso porque Clara Castillo no renunciaba a sus objetivos profesionales por ningún enamoramiento.

Era joven y debía tomar las riendas de su vida de forma independiente. Le aterraba que la vieran solo como una cara bonita, aunque inútil. ¡Ella no era ninguna inútil, ni incapaz, y tampoco débil o dependiente!

“Ahora es mi turno de preguntar: ¿Estás bien?

Pareces…”. Michael habló, luego sonrió. «¿Tienes hambre, Clara?».

“Puede ser, Michael. Tengo mucha hambre. Quiero comer”.

“Yo también me muero de hambre», respondió él, sin apartar la mirada. De nuevo, los carnosos labios rosados de Clara se apoderaron de su visión.

Hermosos. Creo que deben de ser suaves y dulces…

Michael sacudió la cabeza. Imaginó que Tonny ya debía de haber besado a Clara, por lo que apretó los labios, irritado.

«Considero que tenemos que comer algo, y pronto”.

Se dirigieron a un restaurante, donde Clara pidió nachos, tacos, burritos y tortillas. Michael enarcó una ceja.

«¿Qué pasa?», preguntó cuando se sentaron a esperar la comida.

«Tienes mucha hambre. No sé cómo no engordas”.

«Ejercicio», explicó ella, sonriendo y guiñándole un ojo. Él le devolvió la sonrisa, aunque cambió de expresión al instante. «¿Por qué tienes esa cara?.

Michael supuso que Tonny era el motivo por el que Clara se ejercitaba.

«Por nada. Solo… el trabajo”, respondió. Siempre utilizaba esa excusa con ella, sabiendo que Clara no le pediría detalles sobre la mafia.

“Bueno… pareces tan serio». Le tocó la comisura de los labios. Me gusta cuando sonríes-.

Michael tomó las manos de Clara y se las bajó.

“Si alguien nos ve, quedaremos mal”, dijo cuando Clara frunció el ceño.

“¡Ay, Michael! Cualquiera que nos conozca sabe que somos amigos!, exclamó ella, molesta.

Maldición.

«Seremos cuñados. No podemos ser así de cercanos, no al menos en público”.

A Clara no le gustaban los chismes, sin embargo, la reputación de Michael era tal que cualquiera que lo conociera podría pensar que estaba teniendo una relación inapropiada con la prometida de su hermano. Eso les daría aún más motivos para causar problemas. Siempre había algún buitre al acecho.

«¡Qué estupidez! De acuerdo, no quiero meterte en problemas», pronunció Clara con amargura. Poco después llegó la comida. Ella no dijo nada más y se limitó a comer.

Después de terminar, se dirigieron de nuevo al auto, con Clara de mal humor. Michael suspiró. Pese a que debía mantener las manos alejadas de aquella mujer, era una tentación en extremo dolorosa.

En lugar de dirigirse a su casa, Michael tomó una ruta diferente, cosa que a Clara le pareció inusual.

«¿Adónde vamos?, pregunto.

«Torre Latinoamericana”, respondió el.

“Pero…..”

«Clara, cariño, solo ven conmigo”.

«De acuerdo. Hay que ser genial. Nunca he estado allí».

«¿En serio? Ah, claro, no vivías aquí. Me gusta ir allí por la noche. Es muy bonito”.

«¿No va a estar lleno de gente?.

«Es lunes. No habrá tanta gente. No es temporada turística”.

Llegaron a la torre y subieron a la planta cuarenta y cuatro, donde se encontraba el mirador.

«¡Qué maravilla!”, exclamó Clara, acercándose a la reja. Michael se colocó justo detrás de ella, tentado de abrazarla por detrás. «¡Es precioso!.

No tan bonito como tú, por muy cursi que suene.

Se rio de sí mismo.

«Lo es. Y me parece un honor haberte traído aquí”.

«¡Tú fuiste quien me animó a tocar el piano, a pintar, me enseñó la Nutella! Aquella playa a la que fuimos… también fue mi primera vez». Sonrió, volviéndose completamente hacia Michael. «Tantas primeras veces contigo. ¿En qué más serás el primero?».

Clara habló sin mala intención, pero Michael casi se atragantó ante sus palabras.

Si supieras en qué más quiero ser el primero; pero…

Aunque Tonny había dicho que no tomaría la v!rginidad de Clara hasta la noche de bodas, Michael no pudo evitar sentirse tanto triste como enfadado.

Quería que fuera suya. ¿Por qué negarlo? Michael deseaba intensamente a Clara.

«Espero ser el primero en muchas cosas más, Clara”.

Se acercó a ella, y le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. «En todo lo que más importa”.

El mundo pareció detenerse ahí, sin que ninguno de los dos se diera cuenta de que estaban en un lugar público. Como atraído por un imán, el chico se acercó aún más.

«Michael…», susurró Clara, mientras se inclinaba a su altura. A pesar de ser unos meses más joven que ella, Michael era mucho más alto.

«¡Hola a los dos! Discúlpenos». Aparecieron dos chicas, sonrientes: “¿Podrían tomarnos una foto?”

Michael retrocedió inmediatamente, avergonzado.

Clara sonrió con torpeza y asintió. Los dos tenían los rostros enrojecidos.

«Por supuesto, no hay problema”, respondió Clara, y tomó unas cuantas fotos para las chicas, que no tardaron en despedirse, así como en marcharse.

«Creo que deberíamos irnos. Se hace tarde”, dijo Michael, mirando a cualquier parte menos a Clara.

Ella asintió, por lo que ambos descendieron. Una vez dentro del automóvil, Michael se volvió hacia la chica y hablaron al mismo tiempo.

«Perdona…”, dijo él.

«Supongo que…”, empezó Clara.

«Por favor, permíteme ser poco caballeroso y hablar primero. Lamento haberme acercado tanto.

No debí hacerlo. Te respeto, y fue… lo siento, Clara.

De verdad”.

No dijo que no quería, sino que no podía.

«¿Michael?». Clara llamó. Cuando levantó la vista, notó que se encontraba demasiado cerca de él.

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