Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 17
Capítulo 17:
En ese momento, Carolina sintió la tensión en el cuerpo de Máximo sin siquiera tocarlo. El otro hombre, Domenico, parecía no darse cuenta o no importarle.
«Ella es mi mujer, Domenico».
«¿Esposa?», al escuchar eso, el hombre hizo una mueca de sorpresa y miró las piernas de Carolina, las cuales estaban ligeramente expuestas debido a que el vestido estaba un poco levantado. Ella, por otro lado, no se había dado cuenta.
«¡Felicidades! Ella es perfecta. ¿Tienes el molde de ella?», bromeó Domenico.
«Solo existe ella, y es mía. Ahora, discúlpame, señor alcalde. Me tengo que ir. Tengo asuntos que atender en mi finca», el tono de Máximo era amenazante, casi como un gruñido.
“¡Ah, qué pena! ¡De verdad me encantaría tener una hermosa esposa como la suya! Pero, obviamente, no lo atrasaré más. Por cierto, ¿Cómo se llama, cariño?».
Con eso, Máximo espetó:
“¡Tenga un buen día!»
Tras ello, aceleró el auto y el otro hombre se quedó allí, mirando cómo se alejaba el vehículo.
«La bella y la bestia… ¡No puede ser, ella es demasiado hermosa para él!».
Mientras tanto, dentro del auto, los nudillos de Máximo estaban más que blancos.
«Cálmate…”.
“¿Calmarme?», gritó él. «Tienes prohibido salir sin mí, ¿Entendido?», Al escucharlo, Carolina lo miró incrédula.
«¿Qué acabas de decir?», replicó ella. Entonces, él lo repitió y ella respondió: «¡Tienes que estar bromeando! ¿Me vas a tener prisionera ahora?».
«No, no es lo que quiero…”
“¡No me importa! ¡No voy a estar presa en una cárcel porque no tienes control sobre tus celos!».
“¿Celos? ¿Y quién dijo que tengo celos por ti?».
“¿No estás celoso por mí?», preguntó la chica, tomando aire.
¡Claro que no! ¡Simplemente no quiero que tengan otro motivo para burlarse de mí! ¡Además de lucir como un monstruo, también sería cornudo!».
«¡Me estás ofendiendo! ¡Yo nunca te sería infiel, aunque seas un imbécil!”.
De inmediato, el hombre frenó el auto.
«¿Qué dijiste?».
Carolina estaba agradecida de tener el cinturón de seguridad correctamente abrochado, porque de lo contrario, se habría lastimado. Sin embargo, le dolía el pecho, así que se giró hacia él con enojo.
“¡Imbécil! ¡Dije que eres un imbécil! Eres grosero y estúpido conmigo, ¡Yo no hice nada para merecer ese trato! Si no querías casarte, entonces, ¿Por qué lo hiciste? ¡Además, decir que voy a hacer que te llamen cornudo es decir que te voy a traicionar!».
Mientras hablaba, Carolina estaba al borde del llanto. La finca no estaba lejos, y ya que tenía una muleta, no veía razón para quedarse allí, por lo tanto, se desabrochó el cinturón de seguridad, abrió la puerta y se bajó.
“¡Carolina!», dijo Máximo al tiempo que se bajaba también.
¡Idiota, imbécil!, maldijo ella en su interior. Luego, cuando el joven se acercó a ella y puso su mano en su cintura, Carolina le dio una palmada en la mano.
«¡Mantente alejado de mí!», pronunció ella con voz ahogada y labios temblorosos.
«Lo siento mucho, no quise decir que me traicionarías, sino que por el acercamiento de imbéciles como Domenico, hablarían de mí», tras ello, el hombre la abrazó. Sin embargo, la mujer trató de soltarse, pero como no podía apoyarse en uno de sus pies, era imposible sostenerse a sí misma.
«Carolina, ese hombre apesta y lo conozco desde hace años. Sé que te desea».
«¡Pero yo no lo deseo!», gritó ella en el pecho de su esposo. «¿Acaso eso no cuenta?».
Al escucharla, el joven le acarició el pelo y respiró profundo.
“Sí, cuenta. Por supuesto que eso cuenta», pronunció él, luego tomó su rostro entre sus manos y agregó: «Pero, ¿No es bastante obvio que soy muy inseguro? La verdad es que nosotros no nos casamos por amor y yo soy horrible; sin embargo, tú eres perfecta, hermosa».
Nosotros no nos casamos por amor…, repitió Carolina en su mente. Lo cierto era que ella no podía sentir que esas palabras fueran lo suficientemente buenas como para describir su matrimonio.
Él estaba diciendo que fue sin amor, pero la verdad era que ella no era indiferente a Máximo. De hecho, ella sabía que se estaba enamorando de él y por tal razón, le dolía mucho más si el hombre la trataba mal.
Ella no lo sabía, pero Máximo sintió un nudo en la garganta al pronunciar esas palabras, puesto que Él también sentía algo por ella. No obstante, no quería dejarse llevar por ese sentimiento, dado que ya había sido rechazado por alguien a quien amaba.
¡Pero ella está contigo aun después de que tuviste el accidente! ¡Ella te quiere así, quemado, monstruoso!, pensó el joven.
Con eso en mente, él acercó su rostro al de ella, con calma.
«No quiero que me trates de esa manera», dijo Carolina en voz baja.
«No lo haré. Lo siento mucho», respondió él, acariciándole los labios con el pulgar para luego cerrar la distancia entre ellos. En esa oportunidad, el beso no fue apasionado, lleno de fuego, sino tranquilo. Cada movimiento de sus lenguas era una suave caricia, no solo una batalla de placer.“
Una vez que terminaron, ella se quejó con un puchero.
«No puedo dejar el auto aquí, ¿No es así?», dijo él y sonrió. Al escuchar eso, ella apretó los labios, pero se rio.
«No, no puedes hacer eso».
Tras ello, la llevó de regreso al auto y pronto estuvieron de nuevo en la finca.
Allí, se ducharon juntos. Carolina tenía los ojos vendados, pero podía tocarlo, como siempre, y luego hicieron el amor en la cama. La chica lo llamó de esa manera porque él fue muy cariñoso, y no solo rudo, como si quisiera devorarla. La mujer sintió, esa vez, como si él quisiera unirse a ella.
Máximo no cerró del todo la ventana del dormitorio, dado que quería mirar la cara de Carolina.
Cuando terminaron, ella se quedó entre sus brazos.
«¿Máximo?».
«Sé que esto es algo muy difícil para ti, pero… la verdad es que no me importan tus quemaduras. Ni un poco», declaró ella.
“Nunca las has visto y no las verás tampoco», indicó él, intentando levantarse de la cama, pero ella no se lo permitió. Lo bueno de que él todavía tuviera puesta su camisa era que ella podía sostenerlo allí.
“Máximo, por favor. No te estoy pidiendo que me las muestres. Tan solo quiero que, si sucede de nuevo algo similar a lo que pasó en el auto, trates de recordar que no debes entrar en pánico. Yo no te voy a rechazar».
Ella lo estaba mirando fijamente y le habló con sinceridad. Entonces, el hombre tomó su mano y se recostó, atrayéndola hacia él.
“Realmente espero que eso no vuelva a pasar, pero… en caso suceda, trataré de recordarlo».
“Y también debes considerar que, teóricamente, vamos a vivir juntos por muchos años más. No piensas esconderte de mí para siempre, ¿O sí?».
“Claro que puedo hacerlo», dijo él y llevó una mano a su pecho, tirando levemente del pezón y viendo a Carolina aspirar el aire, con el deseo en los ojos.
«Cerraré la ventana, quiero poder besarte bien», agregó él.
Los siguientes días fueron tranquilos, Carolina fue al médico y este le dijo que no habría necesidad de operarse, sino mucho descanso y que tomara la medicina adecuadamente. Tendrían que realizar otros pasos en caso de que no funcionara de esa manera.
En dos semanas, ya ella estaba caminando mucho mejor y sin muletas.
«Así vas a poder montarme mejor», comentó Máximo y recibió una palmada en el brazo.
«¡Pero es verdad!», exclamó él.
«¡Tú eres muy ridículo!», lo reprendió ella, pero se estaba riendo.
Su relación en ese punto era buena, casi excelente.
Prácticamente no había peleas y, a pesar de no tener ningún voto de amor, actuaban como si fueran una pareja enamorada. De hecho, todos los trabajadores de la finca podían notarlo.
Esa mañana, Máximo iba a inspeccionar el campo y los animales, aunque Carolina le pidió que no fuera.
«¿Y por qué no lo haría? En fin, me tengo que ir”.
«Pero… tengo un mal presentimiento, Máximo».
«¡Por favor, no seas tonta, Carolina! Estamos en la finca, así que es un lugar seguro».
Después de hablar, el hombre la besó y se fue.
…
Durante toda la mañana, la chica estuvo inquieta y, cerca de la hora del almuerzo, se confirmaron sus peores temores, “¡Señora, le dispararon al jefe!»
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