Capítulo 145:

Santiago exhaló una bocanada de aire entre dientes y apoyó su peso en los brazos, hundiendo las caderas en el colchón para indicar dónde quería que Jannochka lo besara.

Ella se inclinó, con los labios ligeramente abiertos, por lo que el muchacho contuvo la respiración, sin embargo, Jannochka se levantó y acercó el rostro al suyo.

“Quién sabe, a lo mejor si te portas bien, luego juego contigo“, dijo, guiñándole un ojo antes de salir de la habitación y cerrar la puerta tras de sí.

Santiago cayó de espaldas sobre la cama.

“Maldición… ¿Qué clase de mujer es esa?“. Se pasó la mano por encima del pantalón y, como era de esperar, pese a sentirse entumecido, tenía una erección. Recordó su trasero más pantaloncitos. “Aún voy a ponerte en cuatro, Janna“.

Santiago tomó su teléfono y envió un mensaje a Jade, el cual no respondió. Al final, se quedó dormido en la cama.

Unos golpes en la puerta lo despertaron sobresaltado, de modo que se sentó.

“Adelante“, contestó, y para su sorpresa, se trataba de Jannochka, quien llevaba lencería de color rojo.

Las diminutas bragas solo eran sostenidas por un tirante a cada lado de las caderas. El sujetador también tenía cintas que se entrecruzaban alrededor de los pezones, sin llegar a tocarlos. Los aretes en ellos brillaban debido a la iluminación del dormitorio. El cabello lo tenía suelto, cayéndole a un lado y con los mechones un poco desordenados. Los labios estaban pintados de rojo sangre.

En sus manos sostenía una bandeja con el almuerzo, que luego colocó sobre la mesita de noche.

“Janna…“.

“Vine a cuidar a mi esposito“, dijo ella subiéndose encima de él. Le pasó la mano por el pecho desnudo, la subió por el cabello y le dio un beso apasionado. Santiago le sujetó las nalgas, levantando las caderas y presionándola hacia abajo.

“¡Qué sexi!“. Le dio una palmada en el trasero. Una de sus manos la tocó entre las piernas y él se sorprendió de lo húmeda que se encontraba. “¿Quieres montar a tu marido? ¿Eh?“.

“Sí, pero primero…“. Ella se quitó de su regazo. Aunque Santiago comenzó a refunfuñar, sonrió cuando ella se arrodilló frente a él y le bajó los pantalones para dejar al descubierto su p$ne.

“Delicioso…. grueso… ¿Entrará en mi boca?“.

“Chúpamela bien, cariño“.

Jannochka se movió de arriba abajo, besando su longitud y abrió la boca, lista para recibirlo.

“¡Santiago!“. Se despertó bruscamente. Cuando abrió los ojos, se encontró con Jannochka, mirándolo con el ceño fruncido. Iba vestida de forma elegante, con una blusa negra de manga larga y pantalones del mismo color. Llevaba el cabello recogido en un moño suelto. Todo el apartamento tenía aire acondicionado.

“Yo no…“. Le resultaba increíble que interrumpiera su sueño erótico con ella. “¿Qué pasa?“, preguntó irritado.

“Es la hora de comer. Vine a preguntarte si vas a bajar o si quieres que lo suba aquí. No tendremos personal hasta el lunes“.

¡Qué desagradecido! Lo hubiera dejado con hambre, pensó la chica con enojo.

“Bajaré, solo… dame un poco de tiempo“, pidió. Ella le echó un vistazo a su pantalón, pero apartó la mirada enseguida. Sin entender, Santiago se inclinó un poco para verse, entonces, notó que tenía la parte íntima casi fuera, probablemente porque se había movido mientras dormía.

“Puedes mirar y tocar si quieres“.

Ella se limitó a apretar la mandíbula y salir de la habitación.

Debe estar más buena en la vida real… parece que sabe divertirse, pensó el chico.

Sonrió, recordando la expresión de su cara cuando iba a tomarlo en su boca.

Se levantó y bajó a desayunar. Jannochka tenía su tableta en el regazo, trabajando mientras comía.

Tomó el dispositivo y lo levantó por encima de su cabeza. Ella apretó los labios.

“No, señora; es inútil que me mires así. Ya me di cuenta de que eres adicta al trabajo, pero ahora no“. Sacudió la tableta. “No quiero que juegues con esto durante las comidas“.

Jannochka se cruzó de brazos y se reclinó en la silla.

“Está bien, papi“.

“Janna, Janna… sigues provocándome“.

Colocó la tableta en la encimera de la cocina.

“Luego no te quejes si te pongo sobre esta mesa y te devoro entera. Después de todo, es la hora de comer“.

“¿Y de verdad crees que voy a dejar que me hagas tuya?“. Se acarició el cuerpo, desde el hombro, pasando por los pechos hasta el abdomen y los muslos. “Santiago, necesitarás más que eso para meterte entre mis piernas“.

“¿En serio?“. Se sentó a la mesa y sonrió. “¿Y si quiero que me des ese besito que quedó pendiente? Entonces, puedes estar entre mis piernas. Lo permitiré, soy fácil“.

“Debo declinar tu oferta“. Ella sonrió desafiándolo. “Tengo propuestas interesantes para entretenerme“.

Santiago dejó de sonreír de inmediato.

“¿Quién es el hijo de p$ta que te ofreció divertirte?“.

“Tu hermano“, respondió ella con neutralidad, antes de darle un sorbo a su jugo, dejando a Santiago con la boca abierta y pálido.

“¿De qué… de qué maldición hablas? ¿Van a tener se%o? ¿Perdiste la…?“.

“¡¿Estás loco?! ¡Hablé de diversión, no de se%o!“. Puso cara de asco. “Me ofreció la oportunidad de obtener información del italiano al que descubrió merodeando por tu cargamento“.

“¡Bueno, explícalo mejor la próxima vez !Yo…“. Se puso la mano en el pecho. “¡Ya te dije que eres mala!“.

Ella se levantó para buscarle jugo.

“En primer lugar, no me acuesto con hombres comprometidos, Santiago. No me refiero solo a casados o los que están saliendo con alguien; si está interesado en otra mujer, también lo borro de la lista“.

Ella lo miró a los ojos mientras hablaba, colocando el vaso de jugo frente a él. Santiago sabía que se refería a Jade. Tragó con dificultad y permaneció en silencio, con la vista fija en el plato, luego arrugó la frente.

“Ah… ¿Qué es eso?“, preguntó, señalando la comida.

“Golubsty y yo también hicimos medovik de postre. Lo siento, aún no sé cocinar tus platos“.

Miró los rollitos.

“¿Esto es repollo?“, continuó, a lo que ella asintió.

“No había mucho en la nevera. Si lo prefieres, puedo hacer una sopa picante. Sé que aquí no hay Solyanka, pero…“.

“Comeré esto, está bien“. Lo probó y se la quedó viendo, sorprendido. “¡Está buenísimo! ¿Está relleno de carne y arroz?“.

“Sí. Como había repollo aquí, pensé que era porque lo comías. No te quise despertar solo para preguntarte eso; parecías cansado“. Ella siguió alimentándose, por lo que él sonrió un poco.

No es tan bruja después de todo, pensó. Y sabe cocinar, lo que es estupendo, porque a mí no me sale mal.

“¿Te gusta cocinar?“, le preguntó.

“Lo odio“, respondió ella sin rodeos.

“¿Entonces por qué no pediste algo a domicilio?“.

“Porque no estoy muy familiarizada con las comidas o restaurantes de aquí. Tenía miedo de equivocarme y estropear la comida. Realmente odio cuando pasa eso“.

Durante el postre, Santiago se enamoró del plato dulce. Una fina masa rellena de lo que parecía miel, crema de vainilla, leche condensada y una salsa de frutos secos por encima.

“Oye, con esto te puedes casar“, bromeó; ella le dirigió una sonrisa forzada.

“Gracias. Cuando encuentre un pretendiente, le diré que pasé la prueba de cocina de Santiago Herrera“.

Si bien no le gustó su respuesta, no iba a arruinar el ambiente iniciando una discusión.

“Estás muy arreglada, ¿Vas a salir?“.

“Sí. Ya te dije que voy a obtener información. De un italiano“. Ella se levantó, tomó su

Plato y los condujo hacia el fregadero para lavarlos. “¿Quieres acompañarme?“.

“Esperas que te siga como un perrito, ¿No?“.

Pasó junto a Santiago y le revolvió el cabello.

“Solo si ladras. Entonces, además de una galleta, te compraré una correa“.

Santiago la acompañó, curioso por ver cómo lograba sacar información sobre el hombre. A pesar de haber oído que ella era aterradora, no lo creyó hasta que la vio en acción.

“Necesito limpiarme“, habló la chica como si nada. Santiago se volvió hacia Osvaldo.

“¡Ella… ella despellejó al tipo como una cebolla!“, declaró incrédulo.

Osvaldo, quien tenía una expresión tensa, se limitó a asentir con la cabeza y las manos en los bolsillos.

“Consiguió la información, que es lo más importante. Además, no tardó tanto“.

“Se divertía con ello“, continuó Santiago, “Realmente lo disfrutaba“.

En lugar de sentirse asustado, este se excitó. Sin duda, se trataba de

De una mujer excepcional. Él mismo no era ningún ángel a la hora de sonsacar información, no obstante, hasta ese día, nunca conoció a una mujer que se le pareciera y con la que pudiera hablar de cosas más allá de los negocios de la mafia.

“¿Nos vamos a casa?“, preguntó ella, acercándose a los dos hombres. Santiago asintió con la cabeza antes de seguirla.

Parece un cachorrito…, pensó Osvaldo, con una sonrisa.

Mientras subían al auto, el teléfono de Santiago sonó al recibir un mensaje de Jade.

Lo abrió de inmediato y la sonrisa se le borró.

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