Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 128
Capítulo 128:
El día de salir del hospital finalmente había llegado, y Emilia no podría estar más feliz.
Osvaldo se estuvo mostrando más cariñoso Que nunca, atento, e insistía en demostrarle Cuánto la amaba. A veces, incluso se sentía un poco asfixiada.
“Todavía no puedes cargar mucho peso. Tus dedos…“, pronunció Osvaldo, y contuvo la respiración. Cada vez que recordaba que sus dedos, todos ellos, se habían roto, quería romperse cada uno de los suyos. Pero si lo hiciera, ¿Cómo podría cuidar de ella?
“Es tan solo una cuchara. Además, si no hago ningún movimiento…”insistió ella, pero su esposo negó con la cabeza.
“Todos los movimientos los harás en fisioterapia. Hasta que el médico no diga que estás al cien por cien, ni siquiera lo pienses“.
“A los niños les va a parecer todo esto muy extraño“, dijo ella, y se mordió la mejilla
Interior de la boca, hábito que adquirió durante su tortura.
Ante eso, Osvaldo le puso la mano en la cara y la besó.
“Nunca me voy a perdonar por esto“, pronunció él, con una expresión de tristeza.
“Estoy bien ahora, tú me salvaste“.
“¡Si yo no hubiera hecho lo que hice, ni siquiera te habrían capturado en primer lugar! Entonces, no hubiese tenido que salvarte”, reflexionó el hombre, haciendo una mueca de disgusto, y agregó: “Hablas como si yo hice algo grande, cuando en realidad fui un inútil hasta en eso. ¡Llegué demasiado tarde y mira todo lo que te hicieron!“.
Emilia sabía muy bien que no tenía sentido continuar con esa discusión hasta que estuviera completamente recuperada. Mientras Osvaldo viera las vendas en todo su cuerpo, siempre mantendría esa expresión de disgusto consigo mismo.
“¿Osvaldo?“, dijo la chica, y él levantó la mirada hacia ella, “Te amo. Y tú me salvaste de mi vida. En realidad, no estoy hablando tan solo del evento que me dejó en el hospital. A pesar de todas las cosas malas, solo he sido feliz, de verdad, y más yo, contigo“.
Ante esas palabras, los labios de Osvaldo comenzaron a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas. Entonces, abrazó a Emilia con cuidado, aunque quería apretarla y besarla como Un loco.
“Hubo un momento en que pensé que era feliz, pero la verdad era que simplemente me había conformado. Y pude haber disfrutado más de la felicidad que tú me disté, de no haber sido tan terco y testarudo“, declaró el hombre, con la mirada fija en su esposa y tomando su rostro entre sus manos, mirando profundamente sus ojos verdes.
“Tú trajiste una luz a mi vida que ni siquiera sabía que existía. Cuando estamos acostumbrados a la oscuridad, cualquier atisbo de luz nos parece suficiente, hasta el día en que nos empapamos de luz“.
Tras ello, besó los labios de Emilia con cuidado, pero con más amor que nunca.
“Te prometo, Emilia, que vas a ser muy feliz. Mis hijos y tú lo son absolutamente todo para mí, mi razón de vivir“.
De repente, la puerta de la casa se abrió y entraron los niños. Era posible escuchar la voz de Bia en ese momento.
“Espero que mami se recupere muy pronto“, dijo ella, entre lágrimas.
“Ella lo va a estar, Bia. Mamá es fuerte“, indicó Tonny. En muy raras oportunidades él se refería a Emilia como su madre, así que cuando la mujer escuchó eso, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Entonces, los pequeños pasaron por la habitación y Bia vio por el rabillo del ojo que había gente allí Ella se veía mucho mejor y sus ojitos brillaban. Al instante, Bia dejó caer su mochila al piso y salió corriendo.
“¡Mami!“, exclamó, quien por poco se abalanza sobre la chica, pero Osvaldo no se lo permitió, tomando a la niña en sus brazos, “¡No, papi! ¡Quiero abrazar a mami!“.
“Mamá todavía no puede sostenerte, ¿De acuerdo? Ella se está recuperando“, explicó el hombre.
Al segundo siguiente, Bia hizo un puchero y miró a Emilia.
“Si te quedas muy tranquila en mi regazo…“, pronunció la mujer, y miró a Osvaldo. Ante eso, él entrecerró los ojos hacia ella, pero sonrió.
“¡Yo te lo prometo!“.
Mientras Bia se colocaba en el regazo de Emilia y la abrazaba, con la cabeza apoyada sobre su pecho, Tonny se fue acercando poco a poco.
“Mamá… Ya no te vas a ir más, ¿Verdad?“, preguntó él, y Bia levantó la cabeza de inmediato. Entonces, la mujer miró a los ojos de esos dos niños, llenos de expectativas.
“No, mi vida, nunca me iré de nuevo“.
En ese instante, el niño corrió hacia ella, pero al ver cómo su padre impedía que Bia saltara sobre la joven, acortó la distancia entre la pelirroja con pasos más lentos y apoyó la cabeza En su hombro.
“Te amo, mamá“.
Una vez más, Osvaldo se encontró llorando en menos de treinta minutos. Él amaba profundamente a cada una de esas personas que tenían en frente, así que su corazón latía con fuerza
“Papa, no llores“, pronunció Bia y le tendió los brazos. “Mamá, abraza a papá también“.
Al día siguiente, Osvaldo se levantó temprano y fue a hacer ejercicio, posteriormente se ducho y su esposa seguía durmiendo. Entonces, la besó en la frente y ella se despertó de inmediato.
“Hmmm… Buenos días. Ni siquiera escuché el agua…“, dijo Emilia, frotándose los ojos ligeramente.
“De todos modos me duché en el gimnasio, para no molestarte“, después de decir eso, el hombre besó el cuello de la mujer.
“Amor… en serio espero que te mejores pronto“, dijo él mordiendo su cuello, así que ella g!mió más fuerte.
“¡Qué haces!“. De inmediato, el hombre apretó su pecho.
“Ahora están más grandes“, comentó la chica.
“¿Me vas a dejar ch$par estas delicias, verdad?“, mientras hablaba, el hombre apretó el p$zón de Emilia y ella dejó escapar un pequeño grito, asintiendo. “Pero tendré que esperar. Ahora tengo que ir a buscar tu sorpresa“.
En ese momento, la mujer hizo un puchero.
“¿Qué? ¡No!“.
“Prefiero esperar a que estés perfectamente bien, cariño. Y después de eso, prepárate, porque no dejaré ninguna parte de tu cuerpo sin atención, ni un centímetro“.
Tras ello, le guiñó un ojo, depositó un beso en los labios de su esposa y se marchó. Emilia, por otro lado, g!mió.
La enfermera que había contratado Osvaldo la ayudó a bañarse y a arreglarse. Posteriormente, la chica bajó al primer piso y entró en la sala de estar.
“¿Necesita algo más, Señora Herrera?“, preguntó la empleada.
“Hm… ¡No, estoy bien, muchas gracias!“.
La joven ni siquiera tuvo tiempo de encender la televisión, pues, la puerta de la casa se abrió y escuchó la voz de su esposo, además de una que no había escuchado en un largo tiempo.
“¡Mamá!“, la chica quería levantarse e ir con Emilia, pero, la mujer negó con la cabeza.
“¡Mi amor! Yo…“, en seguida, Emilia abrazó a su hija y Osvaldo las miró sonriendo.
“¡Amor, muchas gracias!“.
“Te dije que ella estaba bien“, dijo él. “Bueno, tengo cosas que hacer, Discúlpenme“.
Segundos más tarde, el hombre salió de la habitación para darles más privacidad a las dos y salió de nuevo de la casa, pero en esa ocasión, iba a solucionar el problema de la falsa enfermera. La mujer había estado encerrada todo ese tiempo, recibiendo castigos diarios. A decir verdad, él no la perdonaría por ser mujer, de ninguna manera.
¡Esa maldita p$rra intentó asesinar a mi esposa. ¡Ahora sabrá lo que es sufrir!, pensó el Hombre.
La realidad era que Osvaldo tenía la esperanza de que Emilia mejoraría y, ya que su madre estaba con ella, podía irse tranquilo y estar más tiempo alejado.
Cuando finalmente llegó al galpón, la falsa enfermera ya estaba en el centro, colgada en el aire con cadenas. Sin duda alguna, su estado era deplorable.
“¡Pero mira quién ha llegado!“, comentó Santiago mientras sonreía. Tras ello, se giró hacia
La mujer, quien tenía los ojos muy abiertos: “¿Acaso pensaste que no vendría? ¡Ahora, vas a ver lo bien que me porté y, también te darás cuenta de que te regalé un tratamiento tipo spa!“.
“¡No por favor!“, ella pidió.
“Adelante, Santiago“, indicó Osvaldo y su hermano se detuvo a su lado, acercando su rostro al del señor.
“Ella no va a durar mucho más“.
“Va a soportar lo suficiente“, pronunció Osvaldo y caminó hacia la mesa, donde estaban
Varios instrumentos, “Yo no hago nada de esto con las mujeres. Pero tú… pasaste a ser como cualquiera de los hijos de p$ta que destripo cuando lo arruinan. Te atreviste a intentar matar a mi esposa, y eso, Luana, es algo que no puedo perdonar“.
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